sábado, 18 de octubre de 2008

Funciones del lenguaje

De la definición de lenguaje anteriormente elaborada se pueden definir tres funciones de ámbito general, aunque siempre hay que considerar la estrecha relación que existe entre ellas.   

* Función comunicativa (formas de expresión). Corresponde al sistema de representación formado por signos (articulados y socialmente consensuados), que estarían organizados por medio de unos elementos formales de combinación (gramática). Permite compartir la experiencia personal, la acumulada por la especie y la expresión emocional. Por tanto, su uso facilitaría un mejor y permanente conocimiento de la realidad. Su estudio entra en el terreno de la Lingüística. Sin embargo, las estructuras anatómicas y fisiológicas que participan en la producción y comprensión de estos signos, serán estudiadas por las disciplinas biológicas que analizan la anatomía y fisiología humana.  

* Función social (comunicación externa). Forma una conducta voluntaria que regula la acción conjunta de los componentes de una comunidad. Facilita la interacción social, al desarrollar las conductas personales y sociales. Relaciona la conversación con la conducta simultánea o posterior a la misma, donde pueden valorarse los antecedentes, posibles respuestas y consecuencias de tal acción. Destaca la voluntariedad e intencionalidad en la realización de tal proceso lingüístico, donde entraría en juego el concepto de teoría de la mente. Entra en los cometidos doctrinales de la Sociología y Psicología.   

* Función cognitiva (comunicación interna). Sería una interacción cognitiva entre el lenguaje y el pensamiento, facilitando el pensamiento racional por medio de diversos procesos internos, como son el lenguaje interno, el pensamiento verbalizado, el lenguaje intelectualizado, el procesamiento computacional de la información, el desarrollo de las capacidades de abstracción, la simbolización, la conciencia reflexiva, el aprendizaje, etc. Su estudio estaría a cargo de la Neurología y Psicología (Psicobiología).  

De la unión de estas tres funciones es de donde ha surgido el lenguaje simbólico. Por tanto, su estudio desde todos los puntos de vista doctrinales se hace imprescindible para conocer los pormenores de su origen.   

De las tres funciones, la tercera es sin duda la menos conocida y, sin embargo, puede ser la que más ha colaborado en el desarrollo de nuestra cultura simbólica. Para una mejor explicación sobre la trascendencia de esta relación podemos establecer, de una forma puramente teórica y explicativa, dos formas genéricas de pensamiento.  

1º- La primera correspondería a la existencia de un pensamiento sin lenguaje, donde sólo existieran representaciones sensoriales, tales como imágenes o recuerdos de los diversos sentidos. Es como si nos viéramos realizando la acción que queremos imaginar. Fácilmente nos damos cuenta de la dificultad que se nos presenta en el momento de idear la representación de hechos abstractos (datos técnicos, fechas, cifras, sentimientos acciones articuladas en tiempo y espacio, etc.). La acción mental transcurre lentamente y a veces no llega al fin deseado, siendo además su transmisión a otros muy difícil de realizar, al carecer de un sistema simbólico de comunicación. Sin duda puede existir un pensamiento sin lenguaje, pero limitado en su funcionalidad a los conocimientos adquiridos por la propia experiencia y por otros medios no lingüísticos. La realidad es que la ausencia de un lenguaje limitaría enormemente la transmisión de cualquier idea, siendo imposible en muchos casos. No obstante, existen testimonios de personas, con renombrada inteligencia, sobre la producción de su pensamiento, indicando que muchas veces funciona mejor si se realiza por medio de imágenes de este tipo, tal fue el caso de Albert Einstein. No es posible dudar de su testimonio, pero seguro que sólo podría comunicar las conclusiones a las que llegara por medio de un lenguaje conocido por sus oyentes. Además, este proceso puede realizarse gracias a que, con anterioridad (toda su infancia y juventud), su pensamiento se hizo abstracto en función de su aprendizaje humano y académico fundamentalmente lingüístico (sonoro, visual y escrito).   

2º- En la segunda utilizaremos tanto al lenguaje como al pensamiento. El tipo de lenguaje que puede utilizar el pensamiento, es el mismo que usamos normalmente con las mismas directrices léxico / gramaticales, aunque con pequeñas variaciones que lo caracterizan como un lenguaje interno. Así se expuso en la escuela neurofisiológica rusa en el siglo pasado, en la que destacan Lev S. Vygotsky (1896-1934) y Alexandre R. Luria (1902-1977). Es como si habláramos con nosotros mismos, consiguiendo adquirir nuevas funciones psicológicas que antes eran externas. Efectivamente, el lenguaje interno es responsable de las funciones mentales superiores, pues transforma la percepción del sujeto, transforma su memoria, y permite la planificación y regulación de la acción, haciendo posible la actividad voluntaria. Nuestro pensamiento está ahora plenamente verbalizado, siendo más fácil pensar, relacionar y expresar todo tipo de situaciones y hechos, con mucha mayor rapidez y claridad. Aparece como una nueva función cognitiva, que facilita el control y regulación de los propios procesos cognitivos, con lo que nuestras acciones, consecutivas a nuestro pensamiento, estarán mejor guiadas y estructuradas (Belinchón et al., 1992: 228-230; Luria, 1979, Mercier, 2001; Vygotsky, 1920: 192). Igualmente, la transmisión de pensamientos abstractos es muy fácil, al usar el simbolismo que el lenguaje nos permite. Como es lógico, la forma usada normalmente por nuestra especie es la segunda, aunque con cierto esfuerzo y en determinados contextos, también puede utilizar la primera.  

La utilización del lenguaje por parte del pensamiento conlleva la limitación de las características del mismo, si éste es muy limitado en concepciones abstractas, el pensamiento tendría igualmente cierta limitación en el uso de tales conceptos abstractos no aprendidos. El lenguaje es el medio por el cual aprendemos todos los conceptos abstractos (conceptos sobre la individualidad, el tiempo, el espacio, la negación, religión, arte, etc.) que nuestra sociedad haya podido ir creando a lo largo de su desarrollo. No podemos esperar que cada niño, en su crecimiento y desarrollo particular, deba ir creando todas las abstracciones que la sociedad ha originado a lo largo de su largo periplo cultural. El lenguaje es el medio por el cual el niño, de una manera rápida, guiada y ordenada, adquiere ese conjunto de abstracciones fundamentales en nuestro medio social. Igualmente, dotamos a nuestro pensamiento de una herramienta fundamental para poder desarrollar las capacidades cognitivas que nos caracterizan (lenguaje interno). El niño, al ir asimilando las abstracciones que aprende por medio del lenguaje que escucha de la sociedad en la que vive, dentro de su periodo crítico de maduración neurológica, organiza su sistema nervioso en función de las cualidades que tales abstracciones le ofrecen (Belinchón et al., 1992: 230; Vygotsky, 1920: 190-192).


* Belinchón, M.; Igoa, J. M. y Riviere, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Trotta. Madrid.
* Luria, A. R. (1979): Conciencia y lenguaje. Pablo del Río. Madrid.
* Mercier , N. (2001): Palabras y mentes. Paidós. Barcelona.
* Vygotsky, L. S. (1920): El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. 1979. Barcelona.

domingo, 12 de octubre de 2008

Definición del lenguaje humano

Si hablamos de lenguaje es imprescindible establecer una definición que lo enmarque dentro de unos precisos parámetros. No obstante, hay que tener en cuenta el concepto de objetividad científica, es decir, que sea el resultado de la interacción científica de la ciencias que están relacionadas con su producción (Neurología, Psicología, Sociología y, desde luego, Biología evolutiva). 

El lenguaje humano puede definirse como la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación simbólico (en principio sonoro y/o gestual), con la intención de interferir en la conciencia o atención del oyente, es decir, que sea recibido y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje, con algún fin determinado (simple información y/o la posibilidad de realizar tareas en común).   

En esta definición quedan comprendidos los conceptos básicos que van a caracterizar nuestra específica forma de comunicación, así como su separación de otras formas de lenguaje que existen en la naturaleza.  

- Mecanismos Psicobiológicos (neurológicos y psicológicos). La propia voluntariedad e intencionalidad en la realización de tal proceso lingüístico. Naturalmente, para su producción es necesaria la existencia de un interés o motivación para realizar tal acto de comunicación, lo que implica la existencia de alguna forma de autoconciencia (proceso psicológico limitado exclusivamente a nuestra especie, aunque, como veremos más adelante, su total ausencia no está tan clara en los primates cercanos a nosotros en la escala evolutiva).  

- Mundo social. Tener algo que comunicar, ya sea un sentimiento específico, una idea del momento o un pensamiento más elaborado. Este proceso sólo puede darse en un ambiente en el que convivan al menos dos personas, es decir, es imprescindible la existencia de un ambiente social básico que permita su motivación, manifestación y desarrollo.   

- Conducta. Interferir en la conciencia o atención del oyente, del que se supone que puede entendernos por ser semejante a nosotros, con el fin de crear una relación social que facilitase la simple comunicación de ideas, la intencionalidad de influir en el pensamiento de los otros, o la realización de una acción conjunta con los miembros de la sociedad.   

- Biología evolutiva. La evolución con sus cambios anatómicos ha producido los cambios necesarios (somáticos y neurológicos) para que el proceso anterior pueda desarrollarse.   

Aunque parezca que todo queda claro, aun existen otros procesos relacionados con el aprendizaje, que tienen una importancia crucial en el desarrollo cultural humano (Rivera, 1988, 2005). El lenguaje adquiere una importancia mucho más trascendente con la conducta observada en los yacimientos arqueológicos. Pues la relación entre conducta y lenguaje adquiere un protagonismo crucial para entender el porqué de su producción.

martes, 7 de octubre de 2008

Cultura y cognición

Es muy común pensar que las facultades cognitivas que poseemos los seres humanos son consecuencia directa, y casi exclusiva, de la genética que heredamos de nuestros padres, pero la realidad, no siempre bien conocida ni expuesta, no dice lo mismo. Diversos autores han hecho hincapié sobre este dato, pero la mayoría de las veces sus opiniones no han pasado de la anécdota sin ninguna repercusión en los estudios relacionados con la conducta humana. Pongo unos ejemplos muy conocidos, que cada vez son más actuales según las ciencias psicobiológicas se van desarrollando:


...lo único que nos es dado y que hay cuando hay vida humana es tener que hacérnosla, cada cual la suya.... La vida es quehacer (Historia como sistema) (1935).
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo (Meditaciones del Quijote) (1914).
José Ortega y Gasset.


La mente humana es la mente humana y a la vez es la cultura, y si no se salva ésta no se salva aquella. José Luis Pinillos, La mente humana (1991).


Sé que existen muchas dudas al respecto, pero los que tenemos una estrecha relación con el mundo de la medicina sabemos que la realidad camina por estos derroteros. Otro ejemplo nos lo brinda el conocimiento real de lo que pasaba en los hospicios y hospitales hasta bien entrado el siglo XX. El Dr. José Antonio Vallejo-Nágera, en su libro “Introducción a la Psiquiatría” (1974: 195-198) expone que sin un ambiente adecuado las propiedades cognitivas no se manifiestan o lo hacen de forma inadecuada.


El permanecer durante los primeros meses o años de la vida en una institución asistencial lejos de los cuidados maternos, todo el mundo comprende que es una tragedia si se asocia con la clásica imagen sobria y cruel que estos centros tienen históricamente. Si la imagen presentada es la de un centro modélico, aséptico, cristales y niquelados por doquier; enfermeras y médicos en batas de blancura impecable; los niños bien vestidos, inmejorablemente alimentados, etc., es lógico que muchos piensen que es el mejor destino para el niño permanecer allí, y no en su hogar del suburbio, lleno de privaciones, malos tratos y falta de alimentos y de higiene. Hoy se sabe que no es así. La gravedad del daño que la hospitalización prolongada produce a un niño resulta increíble, si no estuviese ya claramente demostrado. Este carácter de increíble es lo que explica porqué ha pasado inadvertido a lo largo de los siglos, pese a estar desde tiempo inmemorial ante los ojos de todos. Es curioso que a nadie haya llamado la atención el hecho de que jamás, en el transcurso de la historia, un niño criado desde sus primeros días en un orfanato haya alcanzado una personalidad destacada en su vida adulta.....La mortalidad en estas instituciones fue siempre enorme......En Estados Unidos, dieron el nombre de hospitalismo al síndrome de deterioro progresivo, y con una mortalidad que alcanzaba el 70%......atribuido al trato impersonal.....En cuanto a los efectos del hospitalismo sobre la inteligencia se demostró que los niños criados en instituciones presentaban un retardo intelectual, más acentuado cuanto más rutinario e impersonal fuese el trato recibido en la institución.......si a los niños con un coeficiente intelectual anómalamente bajo, se le sacaba pronto de la institución y pasaban a un hogar adoptivo subía rápidamente su coeficiente intelectual, no teniendo beneficio si el cambio se produce después de que el niño ha cumplido los 3 años.

Pocas dudas pueden quedar sobre la influencia del medio ambiente (sobre todo social y cultural) en el desarrollo de las capacidades cognitivas humanas. No sólo somos lo que heredamos, sino que precisamos de la modulación medioambiental para manifestar un fenotipo determinado, naturalmente dentro de los límites de variación que nuestra genética nos impone.

sábado, 4 de octubre de 2008

Psicología y Arqueología

El uso de la Psicología produce cierto ambiente negativo ante la dificultad práctica de su utilización como fuente explicativa de los procesos conductuales y culturales acaecidos en los tiempos prehistóricos. Siempre ha habido autores que han intentado aplicar sus teorías a la explicación arqueológica (Coolidge, F. L. y Wynn, T. 2001, 2004; Clottes y Lewis-Willians, 1996; Isaac, 1986; Leroi-Gourhan, 1983; Mithen, 1998; Noble y Davidson, 1996; Wynn, 1985, 1993; Wyn y Coolidge, 2004), naturalmente con diferente éxito, pero que en conjunto no han logrado introducir y mantener su interés en el mundo de la prehistoria. La causa fundamental radica en es una ciencia ajena a la formación académica de la arqueología, teniendo caminos científicos y divulgativos totalmente diferentes. Sin embargo, ambas ciencias (Prehistoria y Psicología) tienen un fin común, el estudio de la conducta humana.


¿Es la diferencia temporal suficiente causa para que no puedan compaginarse?


Un primer problema se sitúa en la existencia y utilización de diversas teorías psicológicas con diferente enfoque teórico, es una consecuencia del propio desarrollo de la Psicología como ciencia. Ésta, al ser de creación relativamente reciente, presentó en sus primeras fases de desarrollo una excesiva controversia respecto a sus propias directrices conceptuales, originando la confrontación de diferentes orientaciones metodológicas e incluso doctrinales. Así, no pudiendo desecharse con toda seguridad ninguna de ellas, se continuó su desarrollo de forma paralela durante largo tiempo.


En la actualidad, la Psicología se va centrando en metodologías más concretas y con mejor base doctrinal, lo que les confiere unos fundamentos más delimitados y precisos, aunque como es lógico, aún falta mucho para una total y general comprensión de la mente humana. La Psicología cognitiva trata de explicar la conducta humana a través del mejor conocimiento de las entidades mentales o cognoscitivas, pues son ellas las que realizan las acciones que nos caracterizan, sobre la base de la información que reciben por medio de los receptores sensoriales. Esta nueva dirección metodológica parece que presenta actualmente una hegemonía conceptual en la explicación de los procesos conductuales (Belinchón et al., 1992).


Uno de los enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento de la información, que se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998). Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo tiene como origen la información que previamente el cerebro ha tenido que recibir y procesar (Leahey, 1982).


¿Cómo pueden sernos útil las teorías psicológicas de la conducta humana?


Desde luego nos interesa conocer básicamente el funcionamiento psicológico del cerebro, pues éste fue, es y será la forma en la que el género Homo fue elaborando su conducta. Naturalmente, la teoría que empleemos debe de estar plenamente coordinada con los datos de la Evolución, Arqueología y Neurología que hemos expuesto en los anteriores post.


No parece ser una casualidad que esta teoría, además de ser la más aceptada en la actualidad en el mundo de la Psicología, se adapta perfectamente a las conclusiones de todo lo anteriormente dicho: la evolución produce una serie de capacidades psicológicas, es decir, de posibilidades cognitivas a desarrollar si el medioambiente con el que interactúan estos seres es el adecuado (entra dentro del concepto de exaptación). Por tanto, el desarrollo cognitivo sería la consecuencia de la acción del medio ambiente sobre estas capacidades evolucionadas, dando lugar a la aparición y/o evolución de propiedades mentales determinadas: Simbolismo autoconciencia, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc., siempre y cuando las cualidades del entorno sean las adecuadas.


En el Paleolítico es cuando fueron apareciendo todas estas facetas culturales y simbólicas de nuestra cultura, su mejor comprensión sobre la forma en la que pudieron materializarse no cabe duda que nos aportara un mayor conocimiento sobre la realidad prehistórica.


* Belinchón, M.; Igoa, J. M. y Rivière, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Ed. Trotta. Valladolid.
* Clottes, J. y Lewis-Willians, D. (1996): Les chamanes de la Préhistoire. Ed. Seuil.
* Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2001): Executive functions of the frontal lobes and the evolutionary ascendancy of Homo sapiens. Cambridge Archaeol. Journal 11: 255-260.
*
Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2004): A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian. Journal of Anthropological Research 60: 55-73. * González Labra, M. J. (1998): Introducción a la psicología del pensamiento. Ed. Trotta. Valladolid.
* Isaac, G. L. (1986): Foundation stones: early artifacts as indicators of activities and abilities. En G. N. Bailey y P. Callow, (eds.): Stone Age Prehistory, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 221-241.
* Leahey, T. (1982): Historia de la Psicología. Ed. Debate. Madrid.
* Leroi-Gourhan, A. (1983): Símbolos, artes y creencias. Ediciones Istmo. Madrid.
* Mithen, S. (1998): Arqueología de la mente. Ed. Crítica. Barcelona.
* Noble, W. and Davidson, I. (1996): Human Evolution, Language and Mind. Cambridge: Cambridge University Press.
* Wynn, T. (1993): Two developments in the mind of early Homo. Journal of Anthropological Archaeology, 12: 299-322.
*
Wynn, T. y Coolidge, F. L. (2004): The expert Neanderthal mind. Journal of Human Evolution 46: 467-487.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Visión moderna del cerebro





Conocemos una serie de nuevos avances neurológicos que están cambiando el concepto tradicional o estático que se tenía del cerebro, lo que sin duda nos obliga a replantearnos el origen y desarrollo de la cultura humana. Las más importantes son las siguientes:


- Todas las neuronas que tenemos son las que tenemos al nacer, a partir de este momento no se produce ninguna nueva, sólo se destruyen neuronas.
Durante prácticamente todo el siglo XX se ha creído que el número de neuronas, en el momento de nacer, es el límite máximo de las mismas que pueda tener cualquier ser humano, por lo que se pueden perder muchas pero nunca producir nuevas neuronas. Este concepto, en clara oposición al resto de los otros tejidos y órganos corporales que en mayor o menor grado si pueden regenerarse, ofrece la impresión que con el nacimiento se tenían limitadas y, en gran parte ya estructuradas por los genes, las funciones neurológicas que iban a configurar nuestra conducta, con lo que la acción del medio ambiente se veía muy limitada. Sin embargo, en estos últimos años se ha podido comprobar que el cerebro puede cambiar a lo largo de su vida, creando nuevas conexiones neuronales, facilitando su adaptabilidad a las condiciones externas, incluso que puede producir nuevas neuronas. No obstante, tal neurogénesis o producción de nuevas células nerviosas es limitada y restringida a ciertas áreas cerebrales y en determinadas condiciones (García Verdugo, 2002). Naturalmente, el descubrimiento es tan reciente que aún no se conoce demasiado del proceso, pero sí lo suficiente para poder vislumbrar posibilidades terapéuticas en lesiones cerebrales, donde la destrucción celular es el elemento a reparar.


- Las neuronas son las únicas células responsables de los procesos mentales.
Otro axioma que está cambiando actualmente es la noción que sólo las neuronas son las células responsables de todos los procesos mentales, mientras que los otros componentes celulares del cerebro, denominados genéricamente como la glía, se les atribuía una simple función de sostén, mantenimiento alimenticio y protección inmunitaria de las neuronas. Sin embargo, muy recientes estudios han comprobado que tienen una participación activa en los procesos de aprendizaje y memoria (Fields y Stevens-Graham, 2002). Tal vez sea este fenómeno una de las causas de la portentosa capacidad intelectual de Albert Einstein, pues cuando la neurofisióloga Marian C. Diamond examinó varias muestras cerebrales de tan ilustre científico obtenidas durante su autopsia y en posteriores análisis cerebrales, no encontró nada especial en el número o tamaño de las neuronas del científico. Sin embargo, en las áreas corticales de asociación, donde se producen los procesos cognitivos superiores, halló una concentración de las células de la glía mucho mayor que la del promedio de las demás áreas, lo que permite pensar en una relación directa entre el gran número de células gliales y sus capacidades cognitivas.


- No existe limitación temporal para el desarrollo de las capacidades cognitivas.
Con mayor certeza, y desde hace mucho más tiempo, se conoce la existencia de un periodo crítico en el desarrollo de las funciones cognitivas humanas, pasado el mismo es más difícil o casi imposible que se realicen con las mismas características que dentro de él (Changeux, 1985: 271-272; Delgado, 1994: 59; Flórez et al., 1999: 28; Lenneberg, 1976: 208-212; Mora, 2001: 69-88; Yuste, 1994). Durante este periodo, el cerebro tiene una capacidad de remodelación funcional o plasticidad neuronal muy importante para algunas funciones específicas. Se ha podido ver como, en el caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que fue preciso su extirpación quirúrgica por lesiones patológicas, las funciones cognitivas que debían de desarrollarse en esta zona (control de la articulación sonora) fueron asumidas en el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual forma la capacidad de articulación del lenguaje (Changeux, 1985: 279-288; Lenneberg, 1976: 182-183). No obstante, hay que tener en cuenta que tales regeneraciones funcionales tienen lugar cuando se actúa dentro de ese periodo crítico, y con una recuperación mayor cuando más joven sea el enfermo. Lo más importante de esta plasticidad neuronal es la permanente capacidad de creación de redes neuronales, con un carácter funcional a partir de la interconexión de las neuronas, pero dependiendo de la experiencia vivida y sentida, por lo que pueden estar continuamente remodelándose. Corresponde con una serie de procesos que pueden empezar en el embrión, continuando con mucha mayor intensidad después del parto y perdurar durante toda la vida (Delgado, 1994: 111; Flórez et al., 1999: 29-31; Nieto Sampedro, 1996: 66-92).


- El cerebro, al nacer, ya tiene marcadas genéticamente la estructuración de las áreas funcionales, variando poco con su desarrollo postnatal. El aumento cuantitativo de ciertas zonas terciarias puede producir la aparición de nuevas capacidades mentales de carácter emergente, las cuales se desarrollan si reciben información sensorial o cultural adecuada para el inicio de esa capacidad. Con esto puede decirse que tenemos una evolución cualitativa con cierto carácter innato, en el sentido de que se producirá siempre en cada nuevo ser, pero sólo como capacidad a desarrollar, logrando tal desarrollo si el medio ambiente lo permite. En este punto surge el importante problema de cómo podemos considerar a estas áreas más o menos localizadas en el adulto. Diversos neurólogos y psicólogos las han denominado como módulos mentales, donde se localizan las facultades cognitivas humanas con una topografía cortical bastante definida, no quedando claro si su funcionalidad tiene un carácter plenamente innato o dependen en gran medida de las influencias externas, que serían en última instancia quienes las delimitarían y organizarían definitivamente.


Entre los que apuestan por el carácter modular de forma principalmente innata destacan los llamados psicólogos de la evolución Leda Cosmides, John Tooby y Steven Pinker, el arqueólogo Steven Mithen, o el lingüista Noam Chomsky. Estos autores abogan por la creación evolutiva directa para el fin que presentan en al actualidad (guiada por la presión selectiva medioambiental o selección natural), con un carácter innato de tales módulos funcionales. Lo que no queda claro en sus manifestaciones es sí su expresión funcional es automática, o precisan de la estimulación sensorial externa (Mithen, 1998: 49-52). En oposición a este grupo, se sitúan los que creen en la existencia evolutiva de las exaptaciones o capacidades emergentes, es decir, la producción evolutiva de órganos o partes de ellos que, en función de los estímulos externos, pueden desarrollar unas propiedades que no existían en el momento en el que tuvo lugar la evolución anatómica. Así, estos módulos o zonas de la corteza cerebral, donde se ubicarán las funciones que correspondan, son áreas de asociación que recogen los estímulos sensoriales externos ya procesados con la información de otras áreas corticales, con el objeto de elaborar posibles respuestas más complejas y adaptativas. Estas estructuras sí son innatas (protomapa), pero con un carácter poco definido, necesitando para su definitiva estructuración, extensión y ubicación de los estímulos sensoriales externos (Damasio, 1999: 110-111; Changeux, 1985: 233-237; Flórez et al., 1999: 24-27; Mora, 2001: 48-68; Rakic, 1988, 1995). Los recién nacidos, en su crecimiento, nunca hablarían si no lo hacen dentro de un medio social en el que exista un lenguaje determinado, aunque sí es cierto que el aprendizaje del mismo es muy rápido, dando la falsa impresión de que lo realizan por sí solos, sin la aparente ayuda de sus padres o del medio en el que vivan. Pero lo cierto es que sólo pueden aprender el léxico y la sintaxis que el medio les ofrece, y su alta capacidad de aprendizaje y de raciocinio de carácter innato hacen el resto.


En conjunto, todos estos datos ofrecen un aspecto dinámico en la funcionalidad cerebral, pues depende mucho de la información externa para su definitiva configuración, por lo que su definitivo funcionamiento (simbólico o no) depende en gran medida de las características medioambientales en las que se organiza.


* CHANGEUX, J. P. (1985): El hombre neuronal. Espasa Calpe. Madrid
* DAMASIO, A. R. (1999): El error de Descartes. Crítica. Barcelona
* DELGADO, J. M. R. (1994): Mi cerebro y yo. Temas de Hoy. Madrid.
* FIELDS, R. D. y STEVENS-GRAHAM, B. (2002): New insights into neuron-glía communication. Science, 298: 556-562.
* FLÓREZ, J.; GARCÍA-PORRERO, J. A.; GÓMEZ, P.; IZQUIERDO, J. M.; JIMENO, A. y GÓMEZ, E. (1999): Genes, cultura y mente: una reflexión multidisciplinar sobre la naturaleza humana en la década del cerebro. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. Santander.
* GARCÍA-VERDUGO, J. M.; SACRI, F.; FLAMES, N.; COLLADO, L.; DESFILIS, E. y FONT, E. (2002): The proliferative ventricular zone in adult veretebrates: A comparative study using reptiles, birds and mammals. Brain Research Bulletin, 57: 765-775.
* LENNEBERG, E. H. (1976): Fundamentos biológicos del lenguaje. AU. 114. Alianza. Madrid.
* MITHEN, S. (1998): Arqueología de la mente. Crítica. Barcelona.
* MORA, F. (2001): El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Alianza Editorial. Madrid.
* NIETO SAMPEDRO, M. (1996): Plasticidad neural: una propiedad básica que subyace desde el aprendizaje a la reparación de lesiones. En El cerebro íntimo, Mora, F. (ed.). Ariel neurociencia. Barcelona.
* RAKIC, P. (1988): Specification of cerebral cortical areas. Science, 241: 170-6.
* RAKIC, P. (1995): Evolution of neocortical parcellation: the perspective from experimental neuroembryology. En Origins of the human brain. Changeux, J. P. y Chavaillon J. (Eds.). Clarendon Press. Oxford, 85-100.
* YUSTE, R. (1994): Desarrollo de la corteza cerebral. Investigación y Ciencia, 214: 62-68.