sábado, 22 de agosto de 2009

Motivación en la conducta humana

Casi siempre que se analiza la conducta humana se refieren a las capacidades cognitivas relacionadas con la cognición, racionalidad o inteligencia en general, sin hacer referencia a los aspectos emocionales y motivacionales. Sin embargo, entre los seres humanos las capacidades cognitivas emocionales tienen una importancia fundamental en el origen y desarrollo de su conducta.


En este sentido, ya vimos (Lóbulo prefrontal. LPF) cómo una parte de él se encarga de la coordinación de la cognición y la emoción (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008). Se refiere a la habilidad de satisfacer los impulsos básicos siguiendo estrategias socialmente aceptables. En el último caso, lo que es más importante no necesariamente es el mejor resultado conceptual e intelectual, sino el resultado que va de acuerdo a los impulsos personales. En ese sentido, la función principal del lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones aparentemente aceptables para los impulsos límbicos (los cuales constituyen las funciones ejecutivas emocionales). Sin duda, si las funciones ejecutivas metacognitivas fueran utilizadas en la solución de problemas sin involucrar impulsos límbicos. Las áreas ventromediales de la corteza prefrontal están involucradas en la expresión y control de las conductas instintivas y emocionales (Fuster, 2002). Las observaciones directas sugieren que los problemas cotidianos usualmente poseen un contenido emocional. Las acciones sociales no son emocionalmente neutras.


Las áreas ventromediales de la corteza prefrontal están involucradas en la expresión y control de las conductas emocionales e instintivas (Fuster, 2002). Por tanto, el aumento funcional del LPF (aumento de superficie, mayor interconexión, mejor neurofisiología) que va a facilitar el control metacognitivo de las acciones humanas, también facilitaría un mayor control y expansión de las cualidades humanas relacionadas con los parámetros emocionales (sociabilidad, motivación e interés conductual). La conducta siempre sería la resultante de la acción conjunta de las dos formas de funciones ejecutivas (metacognitivas y emocionales). El desarrollo de esta parte del LPF se manifiesta por la existencia de hechos que estimulen la necesidad (interés, componente afectivo) de elaborar mejores y más complejas conductas (plan de acción) de todo tipo (tecnológicas, sociales y simbólicas) para alcanzar una solución (meta). Su única manifestación arqueológica radica en la apreciación de tal necesidad y la propia comprobación del cambio de la conducta, pues para su realización es necesaria una motivación suficiente.


En la conducta humana la motivación representa a uno de los requisitos fundamentales de todo cambio conductual, aunque para su producción deberán de funcionar correctamente las demás capacidades cognitivas y existir cierto tradición cultural sobre él que basar el cambio. En general, siempre aparece cuando las condiciones de supervivencia y de convivencia se ven alteradas. Entre los cazadores-recolectores la explotación de sus territorios estaría limitada por las características de su cultura, así como por la estabilización logística y social de las poblaciones que convivan en una determinada área geográfica. Todo aumento demográfico o empeoramiento climático obligaría a elaborar cambios conductuales, que puedan paliar los aspectos nocivos de las nuevas condiciones del medio ambiente. Las posibilidades se limitan a la intensificación en la adquisición de recursos, la explotación de medios alternativos en el mismo territorio, el desarrollo tecnológico adecuado que facilite lo anterior o la emigración a zonas despobladas (Menéndez, 1996), lo que se aprecia con claridad entre los HAM de la transición, pero no en la mayoría de los neandertales.


Entre los neandertales las variaciones climáticas, tan importantes durante el Pleistoceno Superior, no fueron inconvenientes para su supervivencia durante el Paleolítico Medio. La relativa estabilidad poblacional y cultural parecen atestiguar tales hechos (Gamble, 2001). Sin embargo, en el inicio del Paleolítico Superior se produjo cierto desarrollo cultural de características modernas (Chatelperroniense y Uluzziense), aunque en limitados grupos de neandertales (minoritarios en el total de su población europea en este concreto período). Su evolución tecnológica es amplia y variada (Baena y Carrión, 2006), pero presenta importantes limitaciones geográficas y un desigual nivel de desarrollo tecnológico. Junto a tecnologías modernas (Chatelperroniense y Uluzziense) existen zonas geográficas donde el Musteriense pervivió con formas tradicionales (amplias áreas de España, Francia e Italia), o con leves avances tecnológicos que no son lo suficientemente importantes como para definirlas como una cultura moderna (Neroniense, Musteriense con puntas de Chatelperron o Final). Esta parcelación cultural, mantenida incluso entre zonas próximas entre sí, puede ser la consecuencia de diferentes grados de motivación, y/o del resto de las demás capacidades cognitivas. A pesar de todo, sus habilidades tecnológicas son ampliamente reconocidas (Coolidge y Wynn, 2004; Mellars, 2005; Wynn y Coolidge, 2004), considerándose similares a las de los HAM, aunque sólo en ciertos lugares.


Las principales diferencias de carácter social se centran en las características de sus yacimientos y en las relaciones sociales entre los miembros del mismo grupo. Los neandertales muestran una continuación de sus asentamientos, formas de vida y de relaciones sociales (Baffier, 1999). Actualmente, existen dudas sobre la realidad cultural del área de extensión de los chatelperronienses, entendiéndose como una prolongación de su potencial de abastecimiento (Gamble, 2001), o influencia de su tecnología más o menos intensa. Si hay algo que define a la mayoría de ellos, sería la continuidad en su ocupación territorial, de sus medios de subsistencia y en sus limitadas relaciones sociales, que justificaría la independencia y/o aislamiento cultural en poblaciones próximas entre sí, incluso podría ser la causa de las controvertidas facies musterienses del Paleolítico Medio.


Sin embargo, existe un nuevo proceso que complica y define la motivación humana. Sería la toma de conciencia de la necesidad de mejorar, de cambiar elaborando nuevas estrategias tecnológicas, sociales o simbólicas. En este sentido, el desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes (individualidad social y personal, en un tiempo y espacio determinado, simbolismo moderno) adquiere un protagonismo crucial, pues son las capacidades que más van a favorecer la motivación y creatividad humana. Ya comentamos que la motivación sobre el origen de la conducta simbólica nace de la interacción social (Shennan, 2001) y del desarrollo socioeconómico de estas poblaciones (Hernando, 1999, Rivera, 2007 y 2008), surgiendo nuevas necesidades sociales e individuales que sólo pueden satisfacerse por medio elementos que resalten la identificación social y/o poblacional. Esta nueva situación (aparición del simbolismo) se produce en lugares con un aumento demográfico, cierto desarrollo socioeconómico, y la existencia de las capacidades cognitivas (creatividad, funciones ejecutivas y emergentes) que lo posibilitan, con la particularidad de que las tres condiciones tienen que tener un mínimo de desarrollo para que la conducta simbólica aparezca. Por supuesto, estas consideraciones existieron en el desarrollo cognitivo y cultural de las dos poblaciones en el inicio del Paleolítico Superior, aunque no en todas las áreas geográficas habitadas por los neandertales.


Aparece una importante cuestión: ¿Porqué la mayoría de los neandertales no pudieron desarrollar una cultura moderna, a pesar de compartir áreas geográficas muy próximas con aquellos que sí las tenían? Si la motivación medioambiental fue la misma, pues vivían en ecosistemas similares, su causa habrá que buscarla en su diferenciación cognitiva respecto de los HAM, en las motivaciones que no se dieron en todas las zonas habitadas por los neandertales, o en los dos casos a la vez. En este sentido, sin un importante cambio en el medio ambiente (como pudo ser la aparición de los HAM en áreas geográficas próximas) es difícil creer que, de una forma simultánea, rápida e independiente, se produjera el desarrollo cultural moderno que se aprecia en el inicio del Paleolítico Superior (Mellars, 2005; Rivera, 2008 y 2009).

Todos estos aspectos sobre la motivación en el desarrollo de la conducta son igualmente aplicables a los HAM, pero su respuesta fue diferente. El desarrollo tecnológico, social y simbólico que vemos en sus poblaciones presenta un carácter muy dinámico y notablemente expansivo, lo que es diferente a lo visto en los neandertales. El aumento demográfico favorecería el desarrollo de las relaciones regionales, junto con la extensión y la eficacia de redes de alianza, que unen zonas de altos recursos con otras de menor acceso a ellos, en busca de equilibrios económicos que faciliten la supervivencia en malas épocas (indica un desarrollo del concepto temporal: pensar en un futuro próximo pero indefinido). Así, se facilita la distribución de las materias primas, ya sea porque son escasas o se prefieren de gran calidad (Gamble, 2001). Esta importación de materias primas indica una sociabilidad extensa y desarrollada.


* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Baena, J.; Carrión, E. (2006): Problemas acerca del final del Musteriense. Zephyrus. Salamanca. LIX, p. 51-66.
* Baffier, D. (1999):
Les derniers Néandertaliens. Le Châtelperronien. Histoire de la France Préhistorique de -36000 à -30.000 ans. Paris: La Maison des Roches.
* Coolidge, F. L.; Wynn, T. (2004): A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian. Journal of Anthropological Research. New Mexico 60, p. 55-73.
* Fuster, J. M. (2002): Frontal lobe and cognitive development. Journal Neurocytology. Norwell. 31, p. 3-5.
* Gamble, C. (2001):
Las sociedades paleolíticas de Europa. Ariel Prehistoria. Barcelona.
* Hernando, A. (1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos.
Trabajos de Prehistoria. Madrid. 56:2, p. 19-35.
 * Mellars, P. A. (2005): The Impossible Coincidence. A Single-Species Model for the Origins of Modern Human Behaviour in Europe. Evolutionary Anthropology. New York. 14, p. 12-27.
* Menéndez Fernández, M. (1996): Los primeros europeos. Arco/Libros. Madrid. * Rivera, A. (2008): Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos. Revista Portuguesa de Arqueología. Volumen 11 .
* Rivera, A. (2009): La transición del Paleolítico Medio al Superior. El Neandertal.
ArqueoWeb, 11.
* Shennan, S. (2001): Demography and Cultural Innovation: a model and its implications for the emergence of modern human culture. Cambridge archaeological journal. Cambridge. 11: 1, p. 5-16.

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