miércoles, 23 de diciembre de 2009

Tecnología de los adornos chatelperronienses

Los adornos chatelperronienses, realizados con los mismos materiales y formas que los vistos en el Auriñaciense arcaico de los HAM, constituyen un punto de inflexión muy importante en la conducta de los neandertales. La creación de tal proceso tecnológico supone la aceptación de unas capacidades tecnológicas y simbólicas de los neandertales, comparables a las que poseían los HAM del periodo de transición paleolítica. Pues los otros exponentes de simbolismo relacionados con el Neandertal (uso de ocre, enterramientos con simbolismo asociado, gravados en huesos, etc.) no ofrecían la misma seguridad que la creación de tales adornos. Sin embargo, la aceptación de que fueron los neandertales sus creadores tuvo que esperar hasta que las excavaciones arqueológicas ofrecieran pruebas concluyentes.

Desde hace años se conocen datos del registro arqueológico que indican una producción propia de tales elementos decorativos por los neandertales, incluso de que no son mezcla de niveles superiores auriñacienses. Tales afirmaciones se basan en lo siguiente:

- Existencia de restos de la talla de su tecnología lítica y ósea en los niveles chatelperronenses de la Grotta de Renne (D´Errico et al. 1998; Zilhao y D´Errico, 1999).
- En un principio de se apunto hacia la existencia de una diferente tecnología en algunas fases de la producción de los adornos, pues aunque ambos grupos utilizaban los mismos tipos de elementos como adorno y las mismas técnicas para colgar (perforación de la raíz del diente o la ranuración alrededor de la misma), cuando los neandertales agujereaban un diente lo hacían golpeando con una punta dicha raíz, mientras que los humanos modernos lo hacían de forma diferente al preferir raspados repetidos del diente hasta perforarlo (Zilhao y D´Errico, 1999).
- En el yacimiento de Quinçay no existen niveles auriñacienses superiores que puedan contaminar los estratos chatelperronenses, por lo que su industria no puede considerarse como el resultado de una mezcla de los estratos superiores (White, 1993).

Se apreciaba la una realización de los adornos con formas tecnológicas propias, es decir, realizados por los neandertales. En definitiva, que se comprueba una clara intencionalidad en la producción de estos objetos simbólicos, aparentemente con el mismo fin que perseguían los HAM, es decir, reasaltar las diferencias de la individualidad social y/o personal.

Sin embargo, si no había discusión sobre la creación de los adornos encontrados en estos yacimientos chatelperronienses, si de discrepaba en la separación tecnológica de su producción.

Tal discrepancia surgió con la interpretación de la posible existencia de un Auriñaciense interestratificado entre dos niveles Chatelperronienses en la Grotte des Fées en Châtelperron. En estos niveles se encontraron dos caninos perforados (B4, 39.780±390 BP y B5 39.150±600 BP). Uno es de zorro (perforación obtenida por raspado longitudinal de la raíz y luego percusión hasta perforar) y el otro corresponde a un ciervo rojo (perforación obtenida por rotación) (Zilhao et al. 2008).


Adornos de Grotte des Fées en Châtelperron (Zilhao et al. 2008).

Algunos autores (Mellars et al. 2007) consideran que este estrato con útiles auriñacienses y tales adornos corresponde a un Auriñaciense interestratificado entre dos niveles Chatelperronienses. Como los adornos están precisamente en los niveles dudosos, pueden tener el mismo origen que la tecnología lítica considerada como consecuencia de alteraciones estratigráficas.

Mientras que otros (Zilhao et al. 2006) opinan que los adornos encontrados son productos de los chatelperronienses (por su semejanza a los adornos de Grotte du Renne), y que los útiles líticos del Auriñaciense serían consecuencia de alteraciones postdeposicionales. Además, el canino de ciervo rojo perforado es igual al visto en Grotte du Renne. El de zorro está perforado según la técnica del Auriñaciense (Zilhao et al. 2008), diferente a lo visto en Grotte du Renne y Quinçay (White, 1993; Mellars et al. 2007). Según se crea a uno u otro grupo de autores la autoría de los mismos sería diferente.

Con esta discusión, se plantean nuevas dudas: ¿Estamos seguros de que la técnica de golpecitos corresponde exclusivamente a los neandertales, mientras que la de rotaciones se produce sólo entre los HAM? Casi con seguridad, la mayoría de los adornos del Chatelperroniense provienen de Quinçay (donde existe la certeza de la fabricación de adornos por parte de los neandertales) y de Arcy-sur-Cure. De todas maneras lo cierto es que:

- La rotación para la perforación es muy frecuente entre los HAM.
- Los golpecitos para perforar la raíz se aprecia en Quinçay.
- El previo raspado y luego golpecitos se ve en la Grotte du Renne.

La conclusión parece obvia en este aspecto. No hay suficiente seguridad ni criterios para definir en exclusividad la autoría a uno u otro grupo de una precisa técnica. Las dos técnicas pueden haber coexistido en el Auriñaciense y en el Chatelperroniense, o en ambos, lo que impide atribuciones culturales sólo por ser de una u otra técnica (Zilhao et al. 2008).

Sin embargo, hay que tener presente algunas consideraciones que matizan estos comentarios. Primero, parece que hablamos en términos de igualdad tecnológica y cognitiva, lo que no es del todo cierto, pues mientras que de los neandertales exclusivamente citamos tres yacimientos con estas características (de todos los neandertales en Europa y Asia durante toda su existencia), de los HAM son mucho más extendidos en tiempo y yacimientos (Vanhaeren y D´Errico, 2006). Segundo, el periodo de producción de los adornos chatelperronienses (dentro de su particular continuum de desarrollo chatelperroniense) coincide con la aparición contrastada de los adornos atribuidos a los HAM (Rivera, 2009). En ambos casos las materias primas y acabado son prácticamente iguales, hecho que se escapa de la simple causalidad, por lo que no es difícil admitir cierta relación de origen desconocido, pero patente. Tercero, el estudio de tales coincidencias temporales, similitudes tecnológicas y de materiales, así como la desigualdad demográfica y espacial de estos adornos entre las dos poblaciones, requiere métodos más adecuados de estudio, con un carácter claramente multidisciplinar lo más amplio posible, sobretodo con en relación con las disciplinas que estudian la conducta humana en todos sus aspectos (Neurología, Psicología, Demografía social, Sociología, Lingüística, Biología evolutiva, Estadística, etc.).


* D'Errico, F.; Zilhao, J.; Julien, M.; Baffier, D. y Pelegrin, J. (1998): “Neanderthal acculturation in western Europe? A critical review of the evidence and its interpretation”. Current Anthropology, 39 (supl.): 1-44.
* Mellars, P.; Gravina, B. y Ramsey, C. B. (2007): “Confirmation of Neanderthal/modern human interstratification at the Chatelperronian type-site”. PNAS Vol. 104 (9): 3657-3662.
* Rivera, A. (2009): “La transición del Paleolítico Medio al Superior. El Neandertal”. Arqueoweb 11 UCM.
* Zilhao, J. y D'Errico, F. (1999): “The chronology and taphonomy of the earliest Aurignacian and its implications for the understanding of Neandertal extintion”. Journal of World Prehistory 13 (1): 1-68.
* Zilhao, J.; D'Errico, F.; Bordes, J-G.; Lenoble, A.; Texier, J-P.; Rigaud, J-P. (2006): “Analysis of Aurignacian interstratification at the Châtelperronian-type site and implications for the behavioral modernity of Neandertals”. Proceedings of the National Academy of Sciences. Washington, DC 103: 33, p. 12643-12648.
* Zilhao, J. (2007): “The Emergence of Ornaments and Art: An Archaeological Perspective on the Origins of Behavioral Modernity”. Journal of Archaeological Research, Vol. 5 (1): 1-54.
* Zilhao, J.; D'Errico, F.; Bordes, J-G.; Lenoble, A.; Texier, J-P.; Rigaud, J-P. (2008): “Grotte des Fées (Châtelperron): History of Research, Stratigraphy, Dating, and Archaeology of the Châtelperronian Type-Site”. PaleoAnthropology. Pennsylvania. p. 1−42.
* Vanhaeren, M. y D´Errico, F. (2006): “Aurignacian ethno-linguistic geography of Europe revealed by personal ornaments”. Journal of Archaeological Science 33: 1105-28.
* White, R. (1993): A technological View of Castelperronian and Aurignacian Body Ornaments in France. En V. CABRERA, ed. - El origen del hombre moderno en el suroeste de Europa. UNED. Madrid

domingo, 13 de diciembre de 2009

Arqueología, evolución y lenguaje.

En la explicación de la conducta humana durante el Paleolítico se dan como realidades adquiridas una serie de patrones conductuales muy parecidas, por no decir talmente iguales, a las que tenemos en la actualidad. Lo peligroso de tal actuación es que se realiza sin ninguna base que apoye tal afirmación.

Esta actuación tiene sus raíces en la tradicional relación (pobre en sus explicaciones y muy limitada en su desarrollo) que existe entre la explicación de la conducta prehistórica y la teoría de la evolución. La verdad es que, aunque en todos los programas de prehistoria se trate el tema de la evolución humana, tienen mucho más que ver con la Paleontología (fósiles, evolución morfológica, creación de especies, etc.) que con la ciencia que estudia la conducta de esos fósiles: la Prehistoria, Arqueología paleolítica o Antropología prehistórica.

La creación evolutiva de las diversas especies humanas se considera un hecho demasiado categórico, y se ven como entidades biológicas y culturales totalmente independientes, lo que como ya vimos no es tan sencillo (Subjetividad en la divulgación científica).

Sin embargo, el desarrollo de la Arqueología ha podido desmentir tan sencilla y categórica relación: Especie-cultura. Hoy en día, ya nadie atribuye una cultura determinada a una sola especie humana (p.e. Neandertal- Musteriense; HAM- culturas del Paleolítico Superior), sin explicar las diversas variaciones que se conocen (Neandertal: Musteriense y Chatelperroniense; HAM: Musteriense levantino y Auriñaciense). Pero, la explicación evolutiva del proceso de heterogeneidad cultural no está muy desarrollada ni difundida. La verdad es que muy pocas veces se exponen los posibles procesos evolutivos que van a posibilitar tal forma de evolución cultural, incluso existe cierta controversia sobre este problema (Biología evolutiva, Psicología y conducta humana).

En este sentido, donde más se nota esta traslación de conductas modernas al pasado, es cuando se habla de simbolismo. Prácticamente los humanos del Paleolítico Medio (neandertales y HAM) podían desarrollar cualquier tipo de conducta simbólica, lo único que se necesita es encontrar unos restos arqueológicos que permitan especular sobre esta posibilidad, sin conocer las condiciones ambientales que pueden o no desarrollar tal conducta ni la forma de desarrollo de sus respectivas capacidades cognitivas. La evolución creaba las capacidades cognitivas y estas se manifestarían casi inmediatamente, sólo necesitaban un leve empujón cultural y, naturalmente todas sus manifestaciones culturas y simbólicas serían iguales.

Pero la realidad, en este caso manifestada por estudios de Etnología, hace necesario matizar algunos aspectos. Todos los seres humanos actuales tienen las mismas capacidades cognitivas, pero su desarrollo y manifestación cultural y simbólica no son iguales. Parece obvio, aunque el trasfondo tiene una gran importancia, pues no me refiero a las manifestaciones culturales que caracterizan a las diferentes poblaciones humanas, sino a la propia conceptualización de su propia personalidad personal y social, y a su ubicación en el tiempo y espacio.

La percepción de la realidad y de nosotros mismos depende del medio en el que nos hemos desarrollado (biológica y culturalmente) y del lenguaje que hemos aprendido. Estas características vivénciales no son iguales entre las comunidades occidentales y, por ejemplo, las sociedades que presentan una aparente perduración de culturas prehistóricas. Sus capacidades cognitivas son exactamente las mismas (en el sentido de la población en general), pero sus manifestaciones difieren sustancialmente. Así, un niño europeo, que desde su nacimiento permanezca en estas particulares culturas, desarrollaría las mismas capacidades conductuales que las de los niños de su entorno, es decir, podría sobrevivir con las mismas garantías que sus compañeros. Pero una vez adulto le costaría mucho adaptarse y sobrevivir a las formas conductuales de los países occidentales.

Mientras que si otro niño de estas comunidades es educado en Europa, adquiriría las formas de conducta propias de cualquier europeo, pero de adulto difícilmente sobreviviría en las condiciones de las poblaciones no occidentales. No es la genética la que marca las diferencias (capacidades cognitivas iguales), sino el medio ambiente que encauzaría el desarrollo cognitivo de cada niño.

Pondré algunos ejemplos contrastados recientemente. La percepción de la realidad que tienen los Q´eqchí (Alta Verapaz, Guatemala), depende de las características ambientales en las que viven (sociales, económicas, culturales, etc.), pues al tratarse de un grupo que practica la agricultura de roza y que no utiliza sistemas de intensificación de la producción, se caracteriza por tener un control limitado de sus condiciones de vida y por consecuencia de una peculiar estructuración de los conceptos de individualidad, tiempo y espacio (Hernando, 1997). El resultado es:

1.- Fuerte sensación de identificación con el grupo como fuente de seguridad frente a la Naturaleza hostil.
2.- Falta de individualización como mecanismo de identidad. Se refuerzan las semejanzas, no las diferencias.
3.- Menor distancia entre el “yo” interior y la realidad exterior.
4.- Énfasis en la representación de la realidad a través de metonimias, dado que no se establece la distancia entre el “yo” interior y la realidad exterior que requiere la metáfora.
5.- Interpretación de la realidad a través de mitos.
6.- Miedo al cambio, a la transformación de cualquier aspecto de la cultura. La falta de control sobre el presente impide pensar con confianza en el futuro.
7.- Énfasis en el presente y en el Tiempo cíclico.
8.- Énfasis en el Espacio como parámetro esencial al que referir la realidad.

El lenguaje es el principal medio de aprendizaje de estas características de desarrollo cognitivo. En este sentido, se ha desarrollado la llamada hipótesis de Sapir-Whoff. Las lenguas llevan a sus hablantes a pensar de determinadas maneras, es decir, las características del lenguaje son las responsables de la estructuración de la realidad que realizan los que de niño adquieren dicha lengua.

Otro ejemplo nos aclara estas ideas. El español divide el tiempo en pasado, presente y futuro. El hopi, una lengua de la región Pueblo de los indios norteamericanos del sudoeste, no lo hace. Sin embargo, el hopi distingue entre hechos que existen o han existido (para lo que nosotros utilizamos el pasado y el presente) y aquellos que no o que todavía no (nuestro futuro, junto con los hechos imaginarios o hipotéticos). Benjamín Lee Whorf (1956) afirmaba que esta diferencia da a los hispanohablantes y a los hablantes de hopi percepciones diferentes del tiempo y de la realidad. De este modo, la lengua provoca diferencias en el pensamiento (Kottak, 1999: 71).

Igualmente, el léxico o vocabulario influye en la percepción. Así, los esquimales tienen varias palabras diferentes para distintos tipos de nieve a las que en español nos referimos sencillamente como nieve. La mayoría de los hispanohablantes nunca notan la diferencia entre los tipos de nieve e incluso podrían tener dificultades en percibirla aun cuando alguien se las señale (Kottak, 1999: 71).

Esto nos lleva a una genérica conclusión, los grupos de la Prehistoria no podían percibir el Tiempo y el Espacio como nosotros lo hacemos, por lo que la realidad que podían conocer era distinta de la que nosotros contemplamos (Hernando, 1999: 31).

En estas circunstancias ¿Podríamos calificar de científicas las afirmaciones de que los enterramientos de los neandertales y HAM del Paleolítico Medio tenían un significado simbólico, que muchas veces se insinúa de carácter metafísico, cuando las características ambientales que vemos en sus yacimientos no se aprecia el necesario desarrollo cognitivo (personal , temporal y espacial) para la creación de tal simbolismo. Si, además, ni conocemos la forma de su particular desarrollo, ni tenemos un método con las mínimas garantías de su estudio?

* Hernando, A. (1997): “Sobre la prehistoria y sus habitantes: mitos, metáforas y miedos”. Complutum 8: 247-260.
* Hernando, A. (1999): “Percepción de la realidad y Prehistoria. Relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos”. Trabajos de Prehistoria, 55 (2): 19-35.
* Kottak, C. Ph. (1999): Antropología cultural. Espejo de la humanidad. McGraw-Hill. Madrid.
* Whorf, B. L. (1956): Language, Thought, and Reality: Selected Writings of Benjamin Lee Whorf. Cambridge, Mass.: Technology Press of Massachusetts Institute of Technology.

sábado, 5 de diciembre de 2009

La cognición simbólica en el paleolítico

Cada vez se habla más de la cognición humana, de las variaciones neurológicas con las que se relaciona, y de las ciencias que más se dedican a su estudio (Neurología y Psicología: Psicobiología). Cada vez más, se mencionan en muchos trabajos de Arqueología las capacidades cognitivas de los humanos que crearon los restos que vemos en los yacimientos, del simbolismo que puede estar relacionado en ellos. Se intentar explicar las causas que motivaron la aparición y desarrollo de tales restos arqueológicos (serían el cómo y el porqué del cambio cultural). Pero tales preocupaciones se escapan ampliamente del bagaje académico actual, así como del interés de muchos de los que se dedican al estudio de la prehistoria, pues se carece de métodos y formas que faciliten su análisis y comprensión. Por si esto fuera poco, hay que añadir el continuo aumento de la complejidad que su estudio conlleva, así como su gran dificultad expositiva y divulgativa. No obstante, la comprensión de la realidad humana en todas las épocas pasa inexcusablemente por la utilización y desarrollo de tales ideas y disciplinas. Podemos ignorarlas por un tiempo, pero tarde o temprano se impondrán como formas imprescindibles en el estudio de nuestra conducta, sólo hay que esperar o, lo que sería mucho mejor, empezar a trabajar en esta línea teórica.

Sin embargo, el aceptar tales ideas sólo significa el inicio de una andadura científica llena de arduo trabajo. Conocemos que las pautas de la investigación psicológica se comenzaron a realizar por medio de la propia introspección de los psicólogos, o por la interpretación que se dio a la conducta observada en los pacientes que trataban, sin poder tener una correlación neurológica que lo corroborara. En este sentido, Francis Harry Crick (1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran capacidad de autoengañarnos sobre el funcionamiento cerebral en relación con el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. Por tanto, la Filosofía (y la inicial Psicología independiente de la Neurología) ha sido en parte estéril durante más de 2000 años, y probablemente seguirá siéndolo hasta que los filósofos aprendan a entender el lenguaje del proceso de la información (Crick, 1994: 220-228). 

Realmente parece demasiado tajante en su afirmación sobre la capacidad de autoengañarnos, aunque creo que lleva mucho de razón. La capacidad de creer que nuestra razón es suficiente para entender el desarrollo cultural del paleolítico por medio de los datos aportados por el registro arqueológico, sin una metodología psicobiológica que los interprete dentro de los parámetros de nuestra realidad biológica (neurológica, psicológica y somática, inmersa en un mundo con el que estamos interaccionando constantemente), puede que no sea suficiente.

Pretendemos analizar el origen y desarrollo del simbolismo sólo con el criterio que nos dicta nuestro raciocinio. La subjetividad de este intento nos afecta absolutamente a todos, pues ¿realmente sabemos como desarrollaron su pensamiento y conducta simbólica los seres humanos del paleolítico? Todos tenemos las mismas capacidades cognitivas, pero su desarrollo habrá seguido caminos diferentes, aunque dentro de los límites que nuestra biología nos marca. 

Aunque las capacidades cognitivas que el ser humano posee son importantes y de gran potencialidad, es preciso su modelación por medio de la experiencia y del aprendizaje, pues sin estos requisitos no se produce un verdadero desarrollo de tales capacidades, al menos en la forma en que normalmente solemos usarlas. En este sentido, Michael Tomasello indica la importancia del lenguaje y del aprendizaje de los niños para un adecuado desarrollo cognitivo (Los orígenes culturales de la cognición humana. 2007: 198). 

Adquirir un lenguaje lleva, pues, a los niños a conceptuar, categorizar y esquematizar los acontecimientos de un modo mucho más complejo que si no estuvieran aprendiendo un lenguaje convencional, y estas representaciones y esquematizaciones de los acontecimientos añaden una gran complejidad y flexibilidad a la cognición humana. 

Un sencillo, divertido y asombroso ejemplo de tales manifestaciones nos lo ofrece el antropólogo Nigel Barley (1989: 123) en su libro “El antropólogo inocente” donde, al intentar que miembros de la tribu de los dowayos del Camerún identificaran con sus nombres a diversos animales de su medio (leopardos y leones) mostrándoles unas fotografías de los mismos. Con asombro se dio cuenta de que no podían identificar a ningún animal en esas fotos, pues no sabían interpretar lo que se les mostraba. A pesar de conocer perfectamente a los leopardos no los reconocían en las fotografías, pues para poder hacerlo es preciso aprender a verlas con anterioridad, es decir, que el cerebro debía aprender a relacionar un animal viviente con esas manchas de colores o grises que están en un papel, si no se aprende no pueden relacionarse.

Este aprendizaje, en algún momento de nuestra primitiva prehistoria, pudo tener los caracteres de iniciación mágica o religiosa en los inicios del arte prehistórico. Si se mostraban a ciertos miembros de la sociedad prehistórica los dibujos de un animal bien conocidos por todos (bisonte, caballo, reno, etc.) por primera vez, con poca luz y la dificultad del lugar para ver el dibujo mejor, lo cierto es que no verían nada reconocible y necesitarían un aprendizaje iniciático que le pudiera desarrollar sus capacidades visuales en esas extrañas facetas de manchas y líneas de colores. Todo, hasta las cosas aparentemente más sencillas, hay que aprenderlas, es decir, hay que enseñar al cerebro a reconocer una figura, un sonido o cualquier otra sensación susceptible de ser recogida por sus terminaciones sensitivas. 

Por tanto, inferir nuestra forma de ver el mundo o el que parecen ver las sociedades actuales con un desarrollo cultural similar al de la prehistoria, es en definitiva un vano intento. La conceptualización de la individual personal y social, dentro de unos desconocidos patrones temporales y espaciales, es una labor que no puede realizarse sólo con nuestro deseo y forma de usar tales abstracciones. Creo que es imprescindible ampliar nuestro bagaje académico para intentar superar tan difíciles obstáculos. 


* Barley, N. (1989): El antropólogo inocente. Anagrama. Barcelona.
* Tomasello, M. (2007): Los orígenes culturales de la cognición humana. Amorrortu. Buenos Aires.
* Crick, F. H. (1994): La búsqueda científica del alma: una hipótesis revolucionaria para el siglo XXI. Debate. Barcelona.