domingo, 27 de junio de 2010

Metodología del Estructuralismo funcional

El desarrollo teórico de la Prehistoria siempre ha estado supeditado por la metodología que se haya aplicado en la interpretación de los datos arqueológicos obtenidos en las excavaciones. En este sentido, el prehistoriador realiza su función con sus propios conocimientos y método de trabajo e interpretación, los cuales dependen de las tendencias culturales y metodológicas del momento histórico en el cual vive. Su intención siempre es ser lo más objetivo posible, pero la realidad humana se impone a sus intenciones. Sólo se puede analizar la realidad observada en función del conocimiento que se posea sobre el mundo en general, lo que otorga a la metodología un papel crucial en el desarrollo de las explicaciones arqueológicas.

Sin embargo, la metodología es la parte de la disciplina que menos adeptos consigue, pues su estudio y desarrollo conceptual aparece como un trabajo complejo, difícil y aparentemente apartado del trabajo de campo (prospección, excavación y primeras valoraciones), y del posterior análisis de los datos obtenidos. La realización de este trabajo se realizaría bajo los parámetros doctrinales de la metodología adoptada por el equipo arqueológico, por lo que la elección del mismo marcaría la trayectoria de la investigación. No obstante, conociendo los errores del pasado en este sentido, donde sólo se analizaba en profundidad lo que parecía de importancia, en la actualidad se intenta describir absolutamente todo lo que se encuentra, pues los datos que en este momento pueden parecer que tienen poco interés en un futuro pueden ser relevantes en interpretaciones realizadas bajo otros parámetros metodológicos.

Pero la inercia académica es la que marca muchas veces, por suerte no siempre, la dinámica del desarrollo de la Prehistoria. Así, continúa siendo muy aceptado explicar los cambios conductuales como adaptaciones, que los seres humanos de cada momento y lugar se ven obligados a realizar para poder sobrevivir. Tal idea parece tener una lógica difícil de contradecir, pues desde luego es un concepto cierto, sólo que puede que no sea toda la verdad.

¿Porqué los cambios culturales de las poblaciones paleolíticas aparecen en periodos determinados y en diferentes zonas geográficas, a pesar de que los cambios evolutivos necesarios para su realización se produjeron con muchos milenios de anterioridad? Es decir, si el Homo sapiens apareció en Africa hace una media de 150000 años, aparentemente con las capacidades cognitivas propias de la especie, porqué la conducta simbólica no apareció hasta muchos milenios después (en Europa sobre el 40000 BP). Incluso en lo referente al Neandertal, cómo pudo durante la mayor parte de su existencia (todo el Paleolítico Medio) carecer de una conducta claramente simbólica, y sólo al final de su existencia y de forma restringida (Chatelperroniense y Uluzziense) desarrollar una conducta de carácter simbólico.

Aún estemos lejos de conocer la respuesta con plena seguridad, pero cada vez está más claro que el medio ambiente físico no pudo ser exclusivamente la única causa que originó estos cambios conductuales. Del uso de una u otra metodología interpretativa obtendremos respuestas diferentes, concretamente la afirmación anterior se fundamenta en los parámetros de la denominada como Nueva Arqueología, pero sus respuestas no pueden responder satisfactoriamente la pregunta anteriormente expuesta.

La Arqueología cognitiva intenta ofrecer respuestas a este tipo de preguntas. Concretamente indica que la aparición evolutiva de las funciones cognitivas que condujeron a la creación de las conductas más complejas en el Homo sapiens, no supone necesariamente un nuevo desarrollo evolutivo, sino una nueva estructuración psicobiológica. No es imprescindible la creación de nuevas neuronas o áreas para la ubicación de estas conductas nuevas (lenguaje, pensamiento abstracto, escritura, arte, religión, etc.), sino la remodelación neurológica, dentro del periodo crítico, consecuente con la calidad y cantidad de la información que se obtiene del medio ambiente. Tal concepto es lo que se domina, en la terminología psicológica, como desarrollo de capacidades cognitivas emergentes.

El neurofisiólogo y psicólogo Alexandre R. Luria (1967), considerado uno de los padres de la neurología moderna, expresa de la siguiente manera la evolución cognitiva del Homo sapiens en su articulo “L. S. Vygotsky y el problema de la localización funcional”:

El hecho de que en el curso de la historia del hombre haya desarrollado nuevas funciones no significa que cada una de ellas descanse en un nuevo grupo de células nerviosas ni que los nuevos “centros” de las funciones nerviosas superiores sean semejantes a aquellas tan ansiosamente buscadas por los neurofisiólogos durante el último tercio del siglo XIX. El desarrollo de nuevos “órganos funcionales” se realiza a través de la formación de nuevos sistemas funcionales, constituyendo un medio para el desarrollo ilimitado de la actividad neuronal. El córtex cerebral humano, gracias a este principio, se convierte en un órgano de civilización en el que se hallan escondidas posibilidades ilimitadas, y no exige nuevos aparatos morfológicos cada vez que la historia crea la necesidad de una nueva función.

Ya sabemos que la evolución nos ofrece unas características cognitivas o mentales. Las más elementales y básicas son las que nos permiten la obtención de la información por medio de la captación, modulación y transmisión de los estímulos sensoriales externos (visión, audición, olfato, gusto y tacto), con ellas es posible una relación con el medio que nos rodea. Para una operatividad óptima se necesita imperiosa y constantemente la recepción de datos sobre los que trabajar, sin ellos no hay una funcionalidad adecuada y las consecuencias pueden ser desastrosas. El desarrollo de las capacidades cognitivas más complejas y específicamente humanas (emergentes) se produce gracias a la información que adquieren por medio de los receptores sensoriales, y al procesamiento de tales datos que se realizará en nuestro cerebro. (Qué es el cerebro).

Estas capacidades cognitivas específicas son las que van a marcar la conducta, así como la eficacia adaptativa de cada población e individuo. Destacaremos las más fundamentales para lograr una conducta moderna. Primero, alcanzar evolutivamente una capacidad de razonamiento que permita la reflexividad y flexibilidad conductual humana. Se trata de percibir y memorizar las experiencias vividas, relacionar hechos, y deducir conclusiones o conductas mediadas por el desarrollo de las abstracciones conceptuales (capacidades emergentes). Segundo, la creatividad es una propiedad fundamental en todo este proceso, pues es el origen de la aparición de nuevas conductas. Tercero, la capacidad para poder ejecutar tales acciones, por medio de las funciones ejecutivas humanas, cuya localización se asocia a las áreas asociativas del lóbulo prefrontal. Naturalmente, sobre la base del funcionamiento global de nuestro sistema nervioso, no hay que olvidar su estrecha relación con el Sistema Límbico o cerebro emocional, dando la importancia que merece en la conducta humana todos los aspectos relacionados con la motivación (interés y componente afectivo) en el deseo de una mayor adaptabilidad ambiental y sociocultural (Ardila et al. 2006).

Los aspectos ambientales (geográficos, climáticos, de la flora y fauna, etc.) junto con los sociales, culturales y demográficos, son siempre presiones que motivan a los seres humanos a producir mejoras conductuales, en el intento de solucionar los problemas de supervivencia social y personal que soporten.


Los factores sociales, como los ambientales, van a producir constantemente problemas que solucionar. Estarían estrechamente relacionados con los procesos demográficos, de supervivencia, de relación y estructuración social, etc. Naturalmente, las soluciones o cambios de conducta que pudieran originar, estarían siempre basados en los antecedentes culturales del grupo. La actuación de estos factores sociales siempre serían un reflejo del desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes que van a posibilitar la conducta moderna (reflexividad cognitiva y flexibilidad conductual). Con su logro se asocian ideas, se producen nuevos conceptos, y aparecen diferentes conductas con mejores soluciones.

La unión funcional de estos aspectos psicobiológicos, ambientales y sociales son los que van a producir la aparición de conductas humanas de carácter simbólico y moderno (abstracciones, simbolismo, autoconciencia, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc.). El ejemplo más claro y con mayor trascendencia en el desarrollo simbólico humano, es el lenguaje, pues sirve como catalizador de la conducta social e individual de los seres humanos. Socialmente, porque es el principal elemento de comunicación social, sirve como almacenaje generacional de los conceptos e ideas socialmente logrados, es fundamental en la enseñanza a los nuevos componentes del grupo de tales ideas, y facilitar la acción conjunta de la sociedad. En el plano individual, porque es una herramienta de gran importancia para el pensamiento simbólico, al desarrollar el lenguaje interno.

En este sentido, el lenguaje y la conducta moderna serían la manifestación del desarrollo cognitivo logrado por la unión funcional de las capacidades cognitivas emergentes, creatividad y las funciones ejecutivas suficientemente desarrolladas, así como de la existencia de un medio ambiente que motive a la sociedad, obligándola a comunicarse para solucionar los problemas cotidianos.

Naturalmente, este complejo proceso necesita un tiempo de desarrollo, lo que explica su posterior aparición al inicio de la especie del Homo sapiens. Durante el tiempo necesario para la creación de los conceptos abstractos, por parte de la nueva especie evolucionada, se producirían diversos focos creativos, con un carácter independiente entre ellos. Tal parece ser el caso de África y Europa, aunque cada área geográfica pudo tener unas motivaciones diferentes que siempre hay que intentar analizar, explicando además el carácter de mosaico heterogéneo en el tiempo y el espacio que se aprecia en la transición paleolítica (Straus, 2005).





* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Luria, A. R. (1967): L. S. Vygotsky y el problema de la localización funcional. Psicología soviética, 5 (3): 53-57.
* Straus, L. G. (2005): “A mosaic of change: the Middle–Upper Paleolithic transition as viewed from New Mexico and Iberia”. Quaternary International. 137, (1): 47-67.

viernes, 18 de junio de 2010

Estructuralismo funcional

Existe una gran dificultad en el análisis de la percepción de la realidad que pudieron tener los seres humanos en la Prehistoria. Esta dificultad sería la consecuencia de la subjetividad con que se afronta la interpretación de los datos obtenidos en los yacimientos, y la carencia de un método adecuado para poder realizar tal estudio con las máximas garantías que nos pueda ofrecer la ciencia actual.

Realmente es muy difícil poder comprender procesos (cognitivos o mentales en este caso) de los que desconocemos su forma de origen y forma de desarrollo. Sin un método (científicamente fundamentado) que nos elimine en lo posible la subjetividad humana que a todos nos influye, es muy difícil analizar las formas de desarrollo cognitivo que pudieron ocurrir en el Paleolítico. Sólo podemos pensar sobre lo que conocemos, lo ignorado es como si no hubiera existido, aunque tengamos la certeza de que algo si debió de ocurrir. Lo que pudo pasar en el Paleolítico para nosotros fue un complejo proceso del que desconocemos totalmente sus mecanismos de producción.

Intentando evitar estos problemas, algunos autores en el siglo pasado opinaron  que el Estructuralismo puede ser una posición al menos interesante, en su intento de estudiar objetivamente las conductas cognitivas, sociales y simbólicas de las sociedades humanas. Esta corriente teórica, basada fundamentalmente en la escuela antropológica de Lévi-Strauss, se centra en la aceptación de la existencia inconsciente de unas estructuras o modelos genéricos de funcionamiento que rigen los fenómenos humanos. Concretamente exponen que deben de existir unas estructuras de percepción de la realidad común a todos los grupos humanos, lo que implicaría que existe una relación material de la realidad con cierta percepción de ella. Tal relación (percepción o construcción social de la realidad) sería en principio semejante entre los seres humanos de una misma especie. Pero que en su posterior desarrollo se iría diferenciando en de la diferente complejidad socioeconómica. En este sentido, el Estructuralismo intenta realizar una interpretación objetiva, pues para él, el sujeto que se analiza no es importante, dado que está determinado socialmente, y el que lo estudia tampoco, pues sólo intenta descubrir códigos de sentido que le lleven a entender la percepción de la realidad del grupo observado (Hernando, 1999).

No obstante, todos somos concientes de la gran dificultad, teórica y practica, que tiene la materialización de tales proyectos. Este sería el principal motivo por el que existen numerosas dudas sobre su posible realización, al menos entre gran parte de los investigadores que centran sus acciones en el estudio de la Prehistoria. Además, su aplicación en el siglo pasado, concretamente en el análisis del arte paleolítico (Leroi-Gourhan), creaba una interpretación poco convincente, pues se fundamentaba en unas conceptos que no podían superar la subjetividad que pretendían corregir. La concepción de cómo funciona el cerebro no puede originarse desde perspectivas conscientes, es decir, desde nuestro propio pensamiento, sino desde la aplicación de ciencias aplicadas a ello (Neurología).

En este sentido, Francis Harry Crick (1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran capacidad de autoengañarnos acerca del funcionamiento cerebral en relación con el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. (Crick, 1987: 220-228). El desarrollo de la Neurología ha puesto en evidencia que utilizar simplemente nuestro razonamiento, como único método en cómo pudo ser la conducta y el simbolismo de nuestros antepasados, puede llevarnos a conclusiones erróneas.

La idea de utilizar las características neurológicas y psicológicas comunes en el género Homo sigue siendo una alternativa coherente en el intento de comprender nuestra conducta en tan lejanos tiempos.

La Arqueología cognitiva (orientación psicobiológica) se basa en estos fundamentos estructuralistas, pero sólo en principio, pues serán las características psicobiológicas de nuestra especie las que marcaran el desarrollo cognitivo que nos caracteriza. Así, lo que en principio es común (la herencia evolutiva de nuestras capacidades cognitivas), en su desarrollo se iría diversificando dependiendo de las características medioambientales (físicas, sociales, culturales, simbólicas, económicas, etc.) en el que se vive, lo que explica el enorme abanico de conductas humanas que vemos en la Historia.
En este sentido, podemos definir a la Arqueología cognitiva como el estudio arqueológico que, apoyado por diversas ciencias relacionadas con la conducta humana (Psicología, Neurología, Biología evolutiva, Sociología, Lingüística), intenta comprender el origen y desarrollo de la conducta simbólica humana a lo largo de su proceso evolutivo.



Esta visión metodológica de la Arqueología cognitiva tiene como meta el uso articulado de estas ciencias con el fin de desarrollar un método, lo más objetivo posible, para usar en la interpretación de los elementos arqueológicos. Sólo con una estructura metodológica preestablecida, basada en un mejor conocimiento sobre las estructuras psicobiológicas del ser humano, es como podremos intentar comprender los hechos prehistóricos con la mayor imparcialidad posible.

Estas estructuras serían las responsables de la forma de originar y evolucionar de la conducta humana, cuyas reglas generales ya se expusieron en otro momento: nociones de psicobiología humana (Neurología y Psicología). Su utilización favorece la producción de un modelo multidisciplinar de evolución conductual y simbólica. Modelo que ya se ha aplicado en diversos problemas interpretativos del Paleolítico.

* CRICK, F. H. (1987): Reflexiones en torno al cerebro. En El cerebro. Libros de Investigación y Ciencia, Ciencia Científica, Barcelona.
* HERNANDO, A. (1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos. Trabajos de Prehistoria, 56 (2): 19-35.
* RIVERA, A. (2002): “Arqueología cognitiva. Elaboración sobre un modelo psicobiológico sobre el origen y desarrollo de la conducta simbólica humana. Su aplicación en la transición del Paleolítico medio al superior”. Tesis doctoral inédita.Departamento de Prehistoria de la UNED, Madrid.

martes, 8 de junio de 2010

Aplicaciones de la Arqueología cognitiva

En anteriores ocasiones ya indiqué la importancia de la Arqueología cognitiva como método interpretativo de los datos arqueológicos. Sin embargo, puede que de la teoría a la practica de tal intento alguien piense que la realidad de su aplicación es aún un proceso sin programar ni realizar.

Otros podrán pensar que su importancia es relativa, pues en definitiva intentar analizar “el pensamiento humano en el Paleolítico”, a parte de ser una utopía, difícilmente llegaría a nada practico. Tras estas consideraciones habría que especificar una vez más que el fin de la Arqueología cognitiva consiste en analizar y comprender el desarrollo cognitivo humano que dio lugar a los datos arqueológicos que todos conocemos. No es conocer en qué pensaban, sino en analizar cómo fue evolucionando su forma de conceptuar, racionalizar y simbolizar el mundo que les rodeaba. Pues sólo con un mínimo de conocimiento sobre estas complejas cuestiones es como podemos comprender la conducta simbólica que ha caracterizado desde entonces a la Humanidad. El reto parece importante, pero sus primeros pasos ya ha sido realizados. La publicación de mis trabajos jalonan el camino recorrido.

- Exposición del método. 
Nueva vía metodológica en el estudio de la conducta humana, por medio del desarrollo de una síntesis elaborada con las aportaciones de varias ciencias relacionadas con los seres humanos (Biología evolutiva, Neurología, Psicología y Sociología). Tal síntesis ha dado lugar a un modelo psicobiológico sobre nuestro comportamiento en todas las fases de evolución cultural. Su aplicación al registro arqueológico permite una explicación de la conducta en todos sus periodos, pudiendo denominarse su actuación como Arqueología cognitiva.
* Rivera, (2004): “Arqueología cognitiva. Una orientación psicobiológica”. ArqueoWeb 6 (1). (UCM).
* Rivera, A. (2003-2004): “La conducta simbólica humana: Nueva orientación metodológica”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Prehistoria y Arqueología, 16-17: 313-335.

- Estudio de la cognición entre HAM y neandertales.  
Donde se analizan las diferencias de las dos poblaciones humanas que vivieron en Europa durante el inicio del Paleolítico Superior, desde un punto de vista cognitivo y cultural. La meta que se persigue es una mejor comprensión sobre la relación biológica que pudo existir entre ellos, así como las capacidades cognitivas que pueden deducirse de la conducta observada en el registro arqueológico. La síntesis de estos análisis nos puede aclarar, con un mayor poder explicativo, importantes aspectos sobre su diferente cultura y la definitiva desaparición del Neandertal.
* Rivera, A. (2008): “Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos”. Revista Portuguesa de Arqueología. Vol. 11(1): 5-32.

- Análisis de la transición del Paleolítico medio al Superior.
La transición europea al Paleolítico Superior fue un complejo proceso del que se continua en constante controversia. Los datos arqueológicos, por sí solos, no logran aclarar convincentemente a la comunidad científica que los estudia. La Arqueología cognitiva, con la nueva metodología que aplica, puede aclarar muchas de las dudas que tal periodo plantea.
* Rivera, A. (2009): La conducta moderna en el inicio del Paleolítico Superior. Espacio, Tiempo y Forma.Serie I, Prehistoria y arqueología. Nueva época, n. 2.


- Racionalización del simbolismo. La muerte en el Paleolítico Medio.
El simbolismo es la principal característica de la conducta humana, pero sigue siendo desconocido en muchos aspectos. Se realiza un análisis estructural del simbolismo humano, por medio de una síntesis metodológica elaborada con las aportaciones de varias ciencias relacionadas con los seres humanos (Biología evolutiva, Neurología, Psicología y Sociología). Tal síntesis ha dado lugar a un modelo Psicobiologico sobre el comportamiento humano, que nos permite elaborar un método adecuado para el estudio del simbolismo, desde su origen hasta su plena manifestación con las características actuales. Posteriormente, se aplicaría a las conductas funerarias que se conocen del Paleolítico Medio de Europa, del Próximo Oriente y del MSA de Sudáfrica, para valorar la intencionalidad de los enterramientos, junto con el posible simbolismo asociado a ellos. También, se estudiará la antropofagia como forma de eliminación de los cadáveres en este periodo, intentando comprender si se realizaba como conducta de supervivencia o asociada a elementos simbólicos similares a los relacionados con los enterramientos.

LAS CONDUCTAS SIMBÓLICAS EN EL PALEOLÍTICO. UN INTENTO DE COMPRENSIÓN Y ANÁLISIS DESDE EL ESTRUCTURALISMO FUNCIONAL.
Se trata de estudiar las conductas simbólicas humanas en el inicio de su desarrollo (Auriñaciense y Chatelperroniense). Abarcaría las principales muestras de conducta simbólica (sociales, espirituales, religiosas, etc.), por medio de su representación arqueológica (adornos, grabados, pinturas, enterramientos, conductas sociales, etc.). Realizado junto con el profesor de la UNED Mario Menéndez. Publicado en la revista Espacio, Tiempo y Forma , nº 4 (2011). 

martes, 1 de junio de 2010

Lenguaje, pensamiento y conducta

En las numerosas culturas que han formado nuestra Historia el lenguaje ha sido considerado como una propiedad humana de características innatas y exclusivas de los seres humanos. Sería un don que los dioses nos habían concedido en el acto de la creación. Este concepto nace de la simple observación, pues ningún otro animal es capaz de producir los sonidos del lenguaje con las características de intencionalidad y comunicación social de lo que pensamos. La idea de innatismo se refuerza con el hecho de que aparentemente todos los niños comenzaran a hablar desde muy temprana edad, sin que se aprecie un claro proceso de enseñanza intencionada por parte de algún adulto. Parece que genéticamente estamos programados para hablar, usando una determinada lengua. Pero, si el lenguaje es una propiedad humana de carácter innato ¿cual sería la lengua que primero hablasen los niños? Esta pregunta que en la actualidad parece pueril, no lo fue tanto en siglos anteriores.

Así, no es raro que existan diversos documentos que reflejen inquietudes sobre el tipo de lenguaje que primero se manifestaría en los recién nacidos. En el siglo VII a. C., según cuenta Herodoto, el faraón Psamético se interesó en conocer cuál sería el lenguaje que tendrían los niños al nacer. Con el fin de aclarar este enigma mandó aislar dos recién nacidos hasta que se pudieran oír sus primeras palabras. Los primeros sonidos articulados, según cuentan los escribas del faraón, fueron realizados en la lengua frigia, concluyendo ingenuamente que esta lengua debería ser la primera que se hablara en la Tierra. Parece ser que no relacionaron este hecho con el lenguaje del cuidador de los niños, pues era casualmente el frigio. No cabe duda que se rompió el compromiso de no hablarles hasta que estos comenzaran a hablar, siendo el causante de la alteración de la experiencia. No obstante, la idea permaneció como flotando en el aire de los tiempos, volviendo a interesar a otros monarcas, como fue el caso de el Emperador de Alemania Federico II, quien en el siglo XIII se interesó por el mismo asunto: ¿cual sería la lengua natural de los recién nacidos? Para ello ordenó lo mismo que el faraón, mandó que un grupo de niños abandonados en un hospicio fuera entregado a unos cuidadores que, aleccionados expresamente, nunca podrían hablarles, ni hacer ningún ruido y gesto expresivo o afectuoso. No se pudo conocer cual sería la lengua primordial, pues todos los niños del experimento murieron antes de pronunciar sus primeras palabras, a pesar de los cuidados especiales que debieron de recibir.

La Humanidad siempre ha otorgado mucha importancia al lenguaje que usan sus componentes, tanto sobre su origen como de su desarrollo y diversificación. Tal interés se observa en los numerosos estudios que se desarrollaron a partir del siglo XVIII, en el que se produjeron acalorados debates sobre estos asuntos. Su complejidad y la aparente imposibilidad de llegar a un consenso, obligó a tomar decisiones drásticas en algunos foros de discusión. Tenemos el ejemplo de la Société de Linguistique de París, que en 1866 llegó a suspender los debates y prohibir la realización de nuevas publicaciones. Poco caso hicieron los interesados en el tema, era como poner vallas al campo, pues se continuaron realizando numerosos trabajos sobre el mismo problema. Realmente, dado el carácter curioso de nuestra especie, es poco práctico y real impedir trabajar sobre temas que despiertan un gran interés en determinados medios científicos y sociales.

El lenguaje es tan importante para los seres humanos que sin él no hubieran podido producirse las numerosas culturas que han jalonado la Historia humana. Pero su importancia no radica sólo en la expresión sonora de lo que pensamos, sino que su función social (siempre se habla entre varios) y del desarrollo cognitivo (emocional y racional) son tan fundamentales como la de comunicación. No obstante, estas características cognitivas del lenguaje no siempre se han conocido ni tenido en cuenta en la explicación de los hechos humanos.

Durante el siglo XX es cuando la ciencia comienza a observar que, con la falta de unas condiciones sociales con un mínimo de cualidades específicas para su desarrollo, la aparición del lenguaje, su riqueza de expresión y la normalidad cognitiva de los niños, estaban muy limitadas. Aunque hasta ese momento no se tuvieran concepciones claras sobre la dependencia del desarrollo lingüístico y psicológico de los niños con las condiciones afectivas y culturales del ambiente en el cual se criaban, fue entonces cuando se comenzó a comprender la naturaleza de tal relación. En el caso de abandono en los antiguos centros de acogida de niños pequeños (donde la privación afectiva o de trato mínimamente adecuado para su desarrollo producía un síndrome llamado genéricamente como Hospitalismo), se propiciaba su retraso mental a pesar de no existir causa neurológica ni aparentemente psicológica que justificase tal disminución de sus capacidades cognitivas. Se observaba además un elevadísimo índice de mortandad entre la población acogida en tales centros. El ambiente en el que viven los niños pequeños tiene una vital importancia para el desarrollo de un lenguaje, de sus facultades mentales, de la estabilidad emocional y, por tanto, de su supervivencia (cultura y cognición).

Como puede apreciarse, existe una intensa e interesante relación entre el pensamiento (capacidades cognitivas), el lenguaje y la conducta humana. Sobre la importancia de esta relación podemos establecer dos formas teóricas de pensamiento.

1 – Una sería la existencia de un pensamiento sin lenguaje, donde sólo existieran representaciones sensoriales, tales como imágenes o recuerdos de los diversos sentidos. Es como si nos viéramos realizando la acción que queremos imaginar. Fácilmente nos damos cuenta de la dificultad que se nos presenta en el momento de idear la representación de hechos abstractos (datos técnicos, fechas, cifras, sentimientos acciones articuladas en tiempo y espacio, etc.). La acción mental transcurre lentamente y a veces no llega al fin deseado, siendo además su transmisión a otros muy difícil de realizar, al carecer de un sistema simbólico de comunicación. Sin duda puede existir un pensamiento sin lenguaje, pero limitado en su funcionalidad a los conocimientos adquiridos por la propia experiencia y por otros medios no lingüísticos. La realidad es que la ausencia de un lenguaje limitaría enormemente la transmisión de cualquier idea, siendo imposible en muchos casos. Además, este proceso puede realizarse con las características que cualquier ser humano posee gracias a que, con anterioridad (toda su infancia y juventud), su pensamiento se hizo abstracto en función de su aprendizaje (social, académico, tecnológico, etc.) fundamentalmente lingüístico (sonoro, visual y escrito).

2 - En la segunda consideraremos la existencia de un lenguaje relacionado con el pensamiento. El pensamiento utiliza el tipo de lenguaje que usamos normalmente, con las mismas directrices léxico/gramaticales, aunque con pequeñas variaciones que lo caracterizan como un lenguaje interno. Es como si habláramos con nosotros mismos, consiguiendo adquirir nuevas funciones psicológicas que antes eran externas. Efectivamente, el lenguaje interno es responsable de las funciones mentales superiores, pues transforma la percepción del sujeto, transforma su memoria, y permite la planificación y regulación de la acción, haciendo posible la actividad voluntaria. Nuestro pensamiento está ahora plenamente verbalizado, siendo más fácil pensar, relacionar y expresar todo tipo de situaciones y hechos, con mucha mayor rapidez y claridad. Aparece como una nueva función cognitiva emergente, que facilita el control y regulación de los propios procesos cognitivos, con lo que nuestras acciones, consecutivas a nuestro pensamiento, estarán mejor guiadas y estructuradas (Belinchón et al., 1992: 228-230; Luria, 1979, Mercier, 2001; Vygotsky, 1920: 192). Igualmente, la transmisión de pensamientos abstractos es muy fácil, al usar el simbolismo que el lenguaje nos permite.

Parece claro que, aunque los humanos pueden utilizar las dos formas de pensamiento; la usada normalmente es la segunda. Incluso las dos a la vez.

Relación entre lenguaje y conducta

La utilización del lenguaje por parte del pensamiento conlleva la limitación de las características del mismo, si éste es muy limitado en concepciones abstractas, el pensamiento tendría igualmente cierta limitación en el uso de tales conceptos abstractos no aprendidos. El lenguaje es el medio por el cual aprendemos todos los conceptos abstractos (conceptos sobre la individualidad, el tiempo, el espacio, la negación, religión, arte, etc.) que nuestra sociedad haya podido ir creando a lo largo de su desarrollo. El lenguaje es el medio por el cual el niño, de una manera rápida, guiada y ordenada, adquiere ese conjunto de abstracciones fundamentales en nuestro medio social. Igualmente, dotamos a nuestro pensamiento de una herramienta fundamental para poder desarrollar las capacidades cognitivas que nos caracterizan (lenguaje interno). El niño, al ir asimilando las abstracciones que aprende por medio del lenguaje que escucha de la sociedad en la que vive, dentro de su periodo crítico de maduración neurológica, organiza su sistema nervioso en función de las cualidades que tales abstracciones le ofrecen (Belinchón et al., 1992: 230; Vygotsky, 1920: 190-192).

Lo que pasa con los aspectos racionales tiene un proceso emocional que estaría íntimamente ligado de ellos. Cualquier proceso cognitivo tiene asociada una correlación emocional (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008).

Estas ideas constituyen el fundamento fisiológico que justifica la necesidad de que los niños se críen en un ambiente mínimamente afectuoso, y con una comunicación lingüística (sonora o gesticular) aceptable. Si esta situación no se produce, no sólo no aprenden un lenguaje, o lo hacen de forma muy limitada, sino que no adquieren las abstracciones adecuadas para una correcta forma de pensamiento, conducta y afectividad humana. Tal es el caso de los llamados niños lobo, de la ya mencionada privación afectiva que se observa en el síndrome denominado como Hospitalismo, y de todos los niños que, por una causa u otra, se desarrollan alejados de una correcta interacción afectiva y lingüística.

Las propiedades de un lenguaje con características humanas ofrecen muchas posibilidades que van a mejorar la conducta humana. Las funciones del lenguaje además de la simple comunicación o intercambio de ideas posibilitan el clasificar la realidad en planos inaccesibles a la especie sin el uso de códigos apropiados; permite describir lo real y lo posible, hasta límites que no serían factibles con otros métodos de representación; y la comunicación consigo mismo, definiendo así un plano reflexivo y de autoconciencia. También ofrece la posibilidad de realizar procesos deductivos de gran alcance, que no son posibles a otras especies. Con ello se logra el desarrollo de una propiedad cognitiva propia del ser humano, como es la gran reflexividad que le caracteriza. Todas estas capacidades cognitivas pueden desarrollarse de una forma mucho más rápida y efectiva gracias a las cualidades que el lenguaje ofrece, siendo un claro ejemplo de lo que podemos denominar como desarrollo cognitivo (Belinchón et al. 1992: 127-229).

¿Cómo se relacionan estas ideas con la Prehistoria?

La relación es fácil de indicar. Si el niño principalmente aprende los conceptos abstractos y el simbolismo de la sociedad en la que vive por medio del lenguaje, es imprescindible que éste exista. Pero su existencia ni es innata ni ha estado siempre presente, lo único innato es la capacidad humana para su creación, pero no su propia realización. El lenguaje hubo que crearlo, mantenerlo y desarrollarlo. Pero no sólo en su aspecto sonoro o gestual (aparato fonador, gestos, etc.), sino en los aspectos psicobiológicos y evolutivos que facilitaban la capacidad de producirlo, junto con los aspectos socioeconómicos, demográficos y ambientales que posibilitaron su creación y desarrollo.

El Paleolítico fue el periodo en el que se formó evolutivamente el ser humano moderno (con sus capacidades cognitivas) y se crearon las condiciones medioambientales necesarias para su desarrollo. En este sentido, los útiles y conductas que vemos en los yacimientos arqueológicos son la manifestación externa del desarrollo cognitivo que alcanzaron sus creadores. Para la Arqueología cognitiva la evolución tecnológica (lítica y ósea) es sólo una manifestación de la conducta humana, pero no siempre es la más importante (aunque si la más abundante). Si lo más característico de la conducta humana moderna es el simbolismo que conlleva, los indicios (conductas, adornos, objetos, grabados, pinturas, etc.) de esta cualidad humana sería los que nos pueden ofrecer mayor información sobre lo más trascendente de la evolución cognitiva y conductual de los seres humanos: la conducta simbólica.

Pero, para estudiar el simbolismo hay que tener unos medios teóricos adecuados, lo que la Arqueología cognitiva está tratando de plantear en la actualidad.

* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Belinchón, M.; Igoa, J. M. y Riviere, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Trotta. Madrid.
* Luria, A. R. (1979): Conciencia y lenguaje. Pablo del Río. Madrid.
* Mercier, N. (2001): Palabras y mentes. Paidós. Barcelona.
* Vygotsky, L. S. (1920): El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. 1979. Barcelona.