viernes, 25 de febrero de 2011

Los enterramientos del Paleolítico Medio

Los datos arqueológicos sobre los enterramientos con un posible ajuar funerario han sido expuestos como ejemplo de la existencia de un simbolismo moderno en el Paleolítico Medio. Aunque parezca que la situación parece aclarada, la realidad, al profundizar un poco en las conclusiones arqueológicas, dista mucho de ser tan sencilla. 

El número atribuido a tales practicas difiere entre los diferentes autores que han estudiado este tema, fundamentalmente por la incertidumbre que muchas veces existe sobre si su origen fue intencional o se trata de un simple cadáver abandonado. Así, las diferentes listas que sobre el número de enterramientos se han publicado en los últimos años, no son exactamente iguales. Las últimas son las que ofrecen un número más elevado, llegando a la cifra de 58 posibles enterramientos, de los cuales 35 de ellos pertenecen a los neandertales (D´Errico, 2003). En África son mucho más escasos pues sólo se conocen tres casos, y todos ellos atribuidos a los HAM (McBrearty y Brooks, 2000). En total tenemos unas 61 inhumaciones. Naturalmente, no todos estos enterramientos tienen las mismas posibilidades de ser catalogados como intencionados, pero al menos pueden considerarse como posibles (Rivera, 2010).

I.- Datos arqueológicos

* Inhumaciones en Europa y el Próximo Oriente.
Todas las conductas mortuorias del Paleolítico Medio se encuentran dentro del área de extensión del Musteriense, siendo en su mayoría restos óseos de neandertales, a los que hay que añadir los pertenecientes a los HAM de Qafzeh y Skhül. De estos yacimientos, se han obtenido unas características generales.

- De los enterrados. La mayoría de los cadáveres corresponden a niños y hombres, estando los femeninos en clara minoría. Parece haber un tratamiento específico reservado a los niños con un 40% del total de las inhumaciones (Defleur, 1993), lo que parece indicar cierta relación entre las muertes ocurridas en el hábitat y los enterramientos.

- De las posibles tumbas. Se producen siempre en cuevas o abrigos, lugares muy relacionados con la frecuente ubicación del hábitat. Si se dan las dos circunstancias (hábitat y enterramientos) hay una separación mínima. No se conocen sepulturas en los yacimientos musterienses al aire libre (Binant, 1991). Se aprecian diversas formas de enterramiento, con fosa, con túmulos, con bloques de piedras y sin ningún elemento, por lo que se llega a la conclusión de que no hay una sepultura típica. Suelen estar en posición más o menos flexionada o contracturada, pero nunca estirados (Binant, 1991; Riel-Salvatore y Clark, 2001).

- Elementos asociados del hábitat. Los restos de hogares, fuegos y cenizas están muy relacionados con estas sepulturas, encontrándose muchas veces osamentas y útiles quemados. Las opiniones sobre su finalidad oscilan desde ser considerados como un elemento más de un posible ritual funerario a simples restos de cocina con fines higiénicos de quemar restos (Binant, 1991). Todos los objetos que acompañan a estas inhumaciones son cronoculturales y pueden verse en cualquier lugar del yacimiento, por lo que no existen elementos específicos en los enterramientos que le den un simbolismo propio y excluyente (Binant, 1991). Los restos de animales son muy abundantes, pero sólo los que presentan cierta articulación de su esqueleto y están en íntimo contacto con la osamenta humana pueden tener una intencionalidad especial, aunque muchos restos de animales podrían haber llegado junto al cadáver por causas naturales (Stringer y Gamble, 1996; Gargett, 1999).

- Objetos posiblemente simbólicos. Existe una clara ausencia de adornos corporales, la excepción se produce en la tumba de Skhül con restos de HAM (100-80000 BP), donde se han encontrado dos conchas marinas perforadas (Nassarius gibbosulus). Su reciente estudio se ha realizado fuera del contexto estratigráfico, pues la excavación se realizó en 1930, encontrándose depositadas en el Museo de Historia Natural de Londres. Se han asociado con otra concha perforada en Oued Djebanna (Argelia), en un contexto poco preciso de unos 90000 BP (Vanhaeren et al. 2006). Su excavación antigua hace que su ubicación cronológica y estratigráfica no sea muy precisa, lo que no favorece su estudio.

Sólo en dos tumbas (Qafzeh 8 y 12) existe una relación con el ocre y en ambas existe en forma de guijarro (Riel-Salvatore y Clark, 2001). Pero, el uso del ocre también se asocia al tratamiento de pieles y del espacio habitable como desinfectante, por lo que es posible que la coloración roja de muchos esqueletos se deba a la pigmentación de las pieles que los cubrían o sobre las que reposaba (Binant, 1991). El Shanidar 4, se han encontrado una rica asociación con pólenes de plantas vistosas, que se han interpretado como una ofrenda floral al muerto (Leroi-Gourhan, 1975). No faltan quienes piensan en una eventualidad natural como la causa de tal acumulación de polen. En el yacimiento de Shanidar 1 contiene a un hombre lisiado por la perdida de un brazo, que sobrevivió con esa condición algunos años, lo que implica un comportamiento solidario.

- Características sociales. Un dato importante, pues estaría directamente relacionado con las condiciones medioambientales necesarias para todo desarrollo cognitivo, sería la ubicación de tales tumbas en áreas de alta densidad demográfica (en un tiempo y espacio relativamente restringido), lo que favorecería las relaciones sociales (Shennan, 2001). Efectivamente, la mayoría de las posibles tumbas se han encontrado en zonas con estas características (Binant, 1991), sería el caso de la mayoría de los yacimientos del oeste de Europa y del Próximo Oriente, o en yacimientos de importante trayectoria de su uso en el tiempo. Es difícil encontrar restos susceptibles de ser un enterramiento, en yacimientos pequeños, mal relacionados y de pequeña evolución temporal.

* Inhumaciones en África.
En el norte de África encontramos un enterramiento musteriense en el valle del Nilo (Taramsa Hill, Egipto), que comparte todas las características culturales de sus homólogos europeos y asiáticos. El esqueleto (al parecer de un niño, mal conservado y en un estado muy frágil) estaba inclinado hacia atrás en una posición sentada, siendo depositado en el lado suroeste de un pozo de extracción de materias primas. Durante la excavación se prestó especial atención a los datos que pudieran excluir o confirmar la posibilidad de que el entierro fuese una intromisión en los depósitos antiguos, llegando a la conclusión de que el esqueleto es contemporáneo con los depósitos de materiales de extracción situados en sus alrededores, los cuales se usaron como relleno del foso después de depositar el cadáver. Mezclados con este relleno encontraron numerosos artefactos líticos (tecnología Levallois, con numerosas lascas y hojas), característicos de mediados y finales del Paleolítico Medio. No hay evidencias que impidan considerar el enterramiento como intencionado. Su cronología por OSL es de unos 80-50000 BP (Vermeersch et al. 1998). Se diferencia claramente de los yacimientos correspondientes al MSA del Africa subsahariana, tanto por su tecnología musteriense como por la falta de elementos simbólicos. Sin embargo, hay que destacar el lugar de la inhumación, pues no es un área de hábitat sino en una cantera de extracción de materiales, su intencionalidad parece estar clara, pero su relación con un posible simbolismo es muy difícil de mantener.

En África del sur (MSA) existen algunas conductas posiblemente relacionadas con la muerte, pero son muy escasas. Sólo se conocen dos posibles inhumaciones, lo que dice poco del enterramiento como forma habitual de eliminación de los cadáveres, adquiriendo el carácter de esporádicos. Se suelen asociar exclusivamente con los HAM. En el yacimiento de Border Cave (Sudáfrica) se encontraron los restos de un niño (nivel BC3), siendo interpretados como una inhumación deliberada, la cual ofrece una cronología por asociación estratigráfica de unos 90-100000 BP (McBrearty y Brooks, 2000). Está situado en una importante área de hábitat de larga duración, con cierta amplitud de sus redes comerciales, como puede observarse de la calcedonia de Border Cave obtenida a más de 40 Km de distancia. (McBrearty y Brooks, 2000). No obstante, su antigua excavación (década de 1940), y la posibilidad de ciertas perturbaciones estratigráficas, hacen que existan dudas sobre la intencionalidad de la inhumación. Por los mismos motivos que pesan sobre la intencionalidad del enterramiento, se admite la posibilidad de ser el resultado de una intrusión de niveles superiores. En el yacimiento de Mombwa (Zambia), con fecha de unos 100000 BP (Barham, 2000), se han encontrado restos humanos bajo un túmulo de piedras, que en principio se asociaron con el MSA, pues se encontró tecnología ósea, ocre y cierta estructuración espacial, aunque actualmente se piensa que el enterramiento pueda ser una intrusión de niveles superiores (Barham, 2000).

Sin embargo, los datos que apuntan a conductas simbólicas, aunque no relacionadas directamente con las escasas tumbas conocidas, son más claros que los apreciados en Europa y el Próximo Oriente en todo este periodo en estudio. Sería el caso de las 41 conchas perforadas del yacimiento de Blombos en Sudáfrica, donde también se han encontrado dos trozos de ocre con un dibujo geométrico en cada uno de ellos, datados sobre el 77.000 BP, y perfectamente ubicadas en los contextos culturalmente avanzados del MSA. Es interesante destacar el uso de pigmentos metálicos como el ocre, los cuales abundan en el África subsahariana dentro del contexto de MSA. Estos datos apuntan a la existencia de un simbolismo moderno en Africa meridional.

II.- Intencionalidad de inhumación.

Ante todo posible enterramiento siempre hay que tener en cuenta que el proceso conlleva tres aspectos fundamentales. Primero, la intencionalidad básica del entierro como solución sanitaria ante el problema social que se presenta. Segundo, la posibilidad de añadir a la anterior una respuesta emocional, social y/o simbólica. Tercero, intentar analizar la naturaleza de tal simbolismo. Hay que añadir que estos aspectos no tienen porqué ir siempre unidos, por lo que habrá que intentar estudiar cada uno por separado, y analizar cuando vayan juntos. Ante el primer caso los datos aportados por el registro arqueológico pueden bastar, pero en los dos siguientes parece obvio la necesidad de un previo estudio sobre la naturaleza del simbolismo humano. Los dos primeros han sido ampliamente discutidos, con opiniones tanto a favor (p.e. Riel-Salvatore y Clark, 2001; Pettitt, 2002; Trinkaus y Zilhao, 2002; D´Errico et al. 2003), como en contra (p.e. Stringer y Gamble, 1996; Gargett, 1999). No se discute el carácter sanitario de la eliminación del cadáver del hábitat, sino la intencionalidad de tales conductas. Así, al demostrar arqueológicamente la intención de inhumación, automáticamente se añade un simbolismo de aspecto desconocido y casi sin fundamento, indicando la posibilidad de cierto carácter metafísico. En todas las comunidades de primates, y más aún entre homínidos con un mayor desarrollo cognitivo y social (neandertales y HAM) ante un cadáver siempre se plantean las tres opciones ya comentadas (conductas ante la muerte): su ocultación o aislamiento cerca del yacimiento, su abandono en un lugar suficientemente lejano, y la evacuación del lugar por parte de sus pobladores. Si existen cadáveres cerca del hábitat es porque se decidió depositarlos allí, ocultándolos por medio de las fosas, hoyos, tierra o piedras que vemos en los yacimientos. Sin embargo, las posibilidades de que se encuentre un cadáver en un yacimiento son variadas, pues hay que añadir la muerte por derrumbes, el arrastre del muerto por alimañas o por procesos geológicos, lo que siempre hay que valorar. Hay razones que, por la existencia conjunta de la mayoría, justifican la intencionalidad de tales enterramientos.

- Arqueológicas (Defleur, 1993).
Se refieren a las características de los restos óseos que deben encontrarse próximos entre sí y dentro del mismo estrato arqueológico (esqueleto total o parcialmente articulado). Igualmente los huesos que conserven su articulación fisiológica como los sueltos, deben situarse en una posición espacial compatible con las colocaciones propias de un enterramiento (flexionado, de espaldas o de lado). El nivel arqueológico donde esté depositado el cadáver debe tener unas características que dan lugar a pensar en un tratamiento específico del área de colocación del cadáver. Sería el caso de una diferente disposición de piedras, útiles líticos y restos de animales con el resto del nivel arqueológico. Si el cadáver ha sido sepultado con piedras, estas aparecerán alrededor del mismo, mientras que en el resto del nivel o faltan o presentan una disposición muy diferente. La existencia de una fosa donde colocar el cadáver dice mucho en favor de la intencionalidad, así como encontrar ciertos elementos de procedencia humana (útiles líticos, colorantes, adornos, etc.) cuya presencia difícilmente se justificaría de forma accidental. La mayoría de los esqueletos de los yacimientos estudiados se ajustan a estos requerimientos.

- Distribución, azar y demografía.
Existe una extraña distribución geográfica de los yacimientos en los que se han encontrado restos óseos con las características del apartado anterior, pues se observa un claro agrupamiento (70%) en el oeste de Europa y en el Próximo Oriente. A simple vista, tal distribución geográfica se escapa de las simples teorías del azar y de la estadística, por lo que deben de existir otros factores que favorecieran su particular ubicación. Los numerosos yacimientos musterienses que carecen de posibles enterramientos, aunque si presenten restos óseos pero sin las características de inhumación (Alemania, Península Ibérica), indican un origen independiente dentro de la amplia extensión musteriense (Binant, 1991). La inhumación, como medio de hacer desaparecer un cadáver, no pudo interesar a la totalidad de la población de neandertales (Bonifay, 1988), o no todos tuvieron el desarrollo cognitivo y cultural necesario para su realización.
Este peculiar agrupamiento geográfico de las inhumaciones junto a importantes yacimientos musterienses, indican que tendrían una relación con situaciones de mayor demografía (Binant, 1991). Tal situación favorecería las relaciones sociales (Shennan, 2001) y la posibilidad de mayor desarrollo cognitivo.

- Cronología.
No deja de ser importante que la mayoría de los enterramientos del oeste europeo tengan lugar en unas fechas comprendidas entre 60/40.000 BP (Binant, 1991), aunque haya que tener en cuenta la antigüedad del estudio de sus yacimientos y las limitaciones del método del C-14. Mientras en el Próximo Oriente tenemos una triple cronología, la más antigua del único enterramiento neandertal en Tabün (TL: 160.000 BP; Mercier et al. 2000); las múltiples inhumaciones de Qafzeh (6) y Skhül (6) asociadas a los HAM comprendidas entre 80.000/120.000 BP (Grün y Stringer, 1991); y las más recientes de Kebara (2) y Amud (2) asociadas al Neandertal situadas entre 40.000/60.000 BP (Valladas et al. 1988). Parecen indicar que en esos periodos se produjo, en las áreas de mayor demografía y de relación social, cierto desarrollo cognitivo que favoreció la practica del enterramiento de algunos de sus miembros.

- Sociabilidad.
Como la mayoría de los posibles enterramientos se han localizado en los lugares de hábitat situados en cuevas o abrigos, y que en zonas alejadas o al aire libre no conocemos ninguno, hay que pensar que mayoritariamente se enterraban los óbitos que tuvieran lugar en el área de ocupación habitual, o cercanos a él. La presencia masiva de niños (40%) y de adultos con lesiones parece corroborar tal apreciación, aunque nunca se pueden excluir otras actuaciones que, sin embargo, no serían mayoritarias. Las características particulares de estas inhumaciones (tanto de los esqueletos como del lugar donde se encontraron), su peculiar distribución geográfica y temporal en zonas de mayor desarrollo demográfico y social, distan mucho de adaptarse a las leyes del simple azar (acción de carroñeros, derrumbes, actividad geológica, etc.) que postulan los que no creen en su intencionalidad. 

La interacción arqueológica de todos estos aspectos indica la intencionalidad de muchos de los enterramientos musterienses por motivos, al menos sanitarios, lo que no excluye la existencia añadida de otros de componentes más complejos.

III. - Posibilidad de cierto simbolismo.

Para analizar la posibilidad de un simbolismo asociado a la inhumación hay que valorar el desarrollo cognitivo alcanzado por sus creadores. La decisión estaría directamente relacionada con el contexto cognitivo y cultural que existiera dentro del seno de la población de estas zonas y en ese periodo, por lo que no todas las comunidades humanas tomarían la misma actuación.
El simbolismo, tal y como vimos, no es un todo o nada, sino un complejo proceso que caracteriza la conducta humana, y que en su desarrollo pasa por diversas fases de acumulación cognitiva y cultural (continuum). Su evolución es claramente heterogénea en las poblaciones que inician su particular conducta simbólica, aunque todas ellas dentro de los límites del estructuralismo funcional. Existen diversos estadios intermedios de muy difícil explicación que se nos escapan a nuestro raciocinio, al no tener datos que nos indiquen sus características. Las tumbas intencionadamente realizadas pueden poseer cierto simbolismo, si como tal se considera a las manifestaciones de afectividad, respeto social o jerárquico, que se sumarían a los criterios sanitarios. Sería una forma de simbolismo individual más o menos incipiente. Con él, se evitaría que el cuerpo del difunto fuera devorado por los carroñeros, ya fuese por respeto, pena o temor ante tan desagradable acto. Estaríamos en un periodo intermedio del continuum que supone el desarrollo cognitivo y cultural de las poblaciones con las suficientes capacidades cognitivas como para llegar a un simbolismo moderno y después trascendente.

Estas consideraciones afectarían tanto a las posibles inhumaciones de los HAM en los yacimientos del Próximo Oriente y Egipto como a las de los neandertales del momento. El simbolismo que podríamos asociar a estos enterramientos sería compatible con el que vemos en la cultura de sus creadores, es decir, un simbolismo primitivo que promocionaría unas tumbas intencionadas a las que añadir manifestaciones de afectividad, respeto social y/o jerárquico. Sin embargo, en las dos inhumaciones de los HAM en Sudáfrica, donde al apreciar en su cultura manifestaciones de un simbolismo moderno que podría plasmarse en la intencionalidad de estos enterramientos, las dudas sobre su correcta estratigrafía, atribución cultural y temporal, hace pensar que tan escaso número y poca fiabilidad de tales inhumaciones no constituyen una representación fiable de las conductas mortuorias de esta población en este periodo y lugar.

El simbolismo de tales tumbas debería ser paralelo al observado en la sociedad que las creó, o por lo menos ser consecuente con el desarrollado por la población en su conducta habitual. Si en el Musteriense el simbolismo sólo tenía un desarrollo primitivo (básicamente lingüístico, inconsciente y de limitado desarrollo de los conceptos sobre la individualidad social-personal, y de su ubicación temporal-espacial), no hay que pensar en la existencia de un simbolismo moderno ni metafísico, pues requieren un mayor desarrollo cognitivo de estos conceptos. Si en los aspectos de supervivencia y adaptabilidad estaban pobremente desarrollados los conceptos de individualidad personal, del espacio y del tiempo, no es posible aceptar que en otras áreas más complejas (metafísicas) si estuvieran desarrolladas. La ausencia de una conciencia reflexiva, lo suficientemente desarrollada como para tener el suficiente conocimiento sobre nuestra propia existencia y la de los demás, dentro de un amplio concepto temporal y espacial (simbolismo moderno) en este periodo y en las áreas geográficas en estudio, impide poder incluir en su conducta un simbolismo reflexivo de carácter espiritual o trascendente a estas inhumaciones intencionadas.

En los contextos del MSA el desarrollo tecnológico, social y simbólico cambia notablemente, como se aprecia de su tecnología laminar, tecnología ósea, y los adornos (conchas perforadas, ocre gravados, etc.) como ejemplo de una conducta reflexiva y flexible, características del simbolismo moderno (McBrearty y Brooks, 2000). Sin embargo, su reciente iniciación en este nivel simbólico, y sus irregularidades temporales y espaciales que pueden ser consecuencia de la falta de grandes estudios regionales, parecen indicar un desarrollo cognitivo de estas características con ciertas limitaciones. Esta falta de homogeneidad y continuación cultural inducen a pensar en el logro de un simbolismo moderno, pero no del inicio del simbolismo trascendente. Así, la intencionalidad de estas escasas inhumaciones estaría más cerca de la apreciada en el Musteriense que de las propias del Paleolítico Superior. Pero el escaso número de enterramientos en África durante el periodo en estudio, y las dudas respecto de su intencionalidad, indican formas conductuales mortuorias que no pueden compararse con las del Próximo Oriente y Europa, ni ser claros ejemplos de la conducta ante la muerte de aquellas poblaciones.


IV. - Conclusiones

El simbolismo es el proceso cognitivo que más nos caracteriza, pero su complejo origen y desarrollo obliga a tener una metodología específica para su análisis. Su estudio por la simple comparación de aquellos objetos o conductas que no representan una utilidad práctica con cierto simbolismo de naturaleza desconocida, difícilmente puede llegar a conclusiones que satisfagan a todos. Por otro lado, la excesiva traslación de conceptos y conductas mortuorias de periodos históricos más recientes, en los que el desarrollo cognitivo es claramente moderno y metafísico, a periodos más antiguos donde tal desarrollo cognitivo estaba en formación, sólo pueden producir confusión e incertidumbre. Así, es difícil pensar en inhumaciones con carácter metafísico (ajuares, otra vida, etc.), cuando en las formas conductuales de su vida cotidiana no existen las condiciones básicas que posibiliten tales conceptualizaciones espirituales.

El simbolismo representa un complejo proceso que caracteriza la conducta humana, y que en su desarrollo pasa por diversas fases de acumulación cognitiva y cultural (continuum). Su estudio requiere desmenuzar tal proceso en sus elementos más simples (conceptos de individualidad, espacio y tiempo), para intentar comprobar su inicio y desarrollo en el paleolítico. Sólo tras un mínimo desarrollo de estos elementos básicos y su mutua interacción es cuando tendría lugar una emergencia cognitiva de carácter simbólico. Podemos seguir su rastro evolutivo por medio de su influencia en los datos de los yacimientos, los cuales habrán adquirido ciertas características modernas (primero los adornos y después las conductas metafísicas).

Los datos del Paleolítico Medio señalan a una sociedad con una capacidad simbólica poco desarrollada, que cuando aparece lo hace de forma esporádica, escasa y limitada a las formas de un simbolismo primitivo. No podemos hablar de religión pues su concepción demasiado compleja para seres humanos que aún no han desarrollado plenamente la objetivación de su propia existencia y la de los demás, junto con una necesaria ubicación temporal y espacial. Tampoco de ritos, pues un rito es la representación ordenada y sistemática de ciertas ideas de carácter simbólico, creando un modelo conductual que se realiza repetitivamente, fenómeno que no puede darse en este momento. Por tanto, creo que en este periodo no existirían enterramientos con un simbolismo metafísico. Lo más lógico, sobre la base de nuestro desarrollo teórico expuesto, es que se tratasen de inhumaciones intencionadas con un fin sanitario, a las que hay que añadir cierta presencia de respuestas sociales y/o emotivas originadas por la muerte de un miembro del grupo, sobre todo si se trata de un niño o individuos con cierta relevancia social. Podría pensarse en un desarrollo cognitivo camino del simbolismo moderno, pero que aún no habría llegado a su pleno desarrollo. Tal proceso sólo puede desarrollarse en aquellos lugares donde existiera una importante interacción social, consecuencia de un aumento demográfico y perduración del mismo. Con unas capacidades cognitivas que puedan crear una conducta simbólica (como ocurrió entre los humanos del periodo), sólo sería necesario la formación de un medio ambiente (cultural, social, tecnológico, lingüístico, etc.) que favoreciera su desarrollo, lo que en un grado intermedio vemos en las comunidades del Paleolítico Medio con mayor densidad de población. 

Por tanto, no hay por qué dudar de la intencionalidad de las inhumaciones producidas durante este período, ni de cierto simbolismo de carácter social y emotivo, pero sí de su motivación metafísica o espiritual.


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sábado, 12 de febrero de 2011

Contextos culturales y cognitivos en la transición europea

Ya comenté que todo desarrollo cultural necesita la existencia de unos antecedentes (culturales y cognitivos) que lo posibiliten. Su desarrollo histórico se aprecia en el característico continuum cultural de la evolución conductual humana. Las propiedades de nuestro estructuralismo funcional hacen que tal desarrollo presente una heterogeneidad espacial y temporal muy marcada. Cuando en el paleolítico estudiamos la evolución cultural siempre debemos de tener presente la necesaria existencia de este proceso de desarrollo, pues en definitiva su análisis sería el que nos ofrezca las particularidades históricas de los seres humanos de aquella lejana época. Debemos de tener la seguridad de que tal continuidad en la evolución cultural (rápida o lenta) siempre ha existido, sólo que hay que buscarla aprovechando todos los indicios que los datos arqueológicos nos ofrecen.

El inicio del Paleolítico Superior sin duda es muy complejo, pues involucra a dos poblaciones (neandertales y HAM) y a sus respectivos desarrollos cognitivos y culturales, algunos de ellos convergentes, pero también los hay claramente divergentes. Todo ello dentro de un heterogéneo (temporal y espacial) desarrollo cultural donde hay que valorar la existencia de los estadios intermedios de desarrollo que, en conjunto, formarían el continuum cultural ya mencionado.
Los cambios son producidos por las comunidades humanas que poblaron Europa durante la transición. Su origen evolutivo, cultural y posiblemente cognitivo no fue el mismo, pues su diferenciada evolución producida en lugares lejanos, sin conexión hasta su encuentro en el Próximo Oriente y en Europa, indica que tuvieron caminos diferentes, aunque posiblemente parecidos al evolucionar de las características psicobiológicas de un ancestro común.

Este diferenciado acervo cultural y cognitivo ofrece un determinado continuum cultural con unas características propias (puede que definitorias), consecuencia de sus capacidades cognitivas y del desarrollo de las mismas en función del medio ambiente en el que viven e interaccionan. En este sentido, los aspectos cognitivos y sociales, demográficos adquieren tanta importancia como los tecnológicos, por lo que su análisis es imprescindible en el complejo estudio de la transición paleolítica. Estas características son las que van a definir el contexto cultural y cognitivo de estas poblaciones. Habría que comprobar en el registro arqueológico de la transición europea la existencia o no de contextos culturales claramente diferenciados. Naturalmente, utilizando los datos tecnológicos, socioeconómicos, demográficos y cognitivos obtenidos a partir de una muestra poblacional (yacimientos) que sea representativa de todo el continente europeo en ese periodo. 

Contextos cognitivos, sociales y tecnológicos en la transición paleolítica
Sumando los datos arqueológicos de estas tres facetas (cognitiva, social y tecnológica) se aprecia dos contextos cognitivos y culturales claramente diferentes. Uno de ellos tiene aspectos y relaciones de una clara evolución local, mientras que el otro tiene características que difieren de lo visto en yacimientos adyacentes del mismo periodo, por lo que podrían denominarse como de origen foráneo. Estos presentan una importante homogeneidad cultural y cognitiva dentro de cada uno de ellos. Se encuentran intercalados por la mayor parte de la Europa habitable de la transición al Paleolítico Superior. Habría que valorar los siguientes factores:

I. Rango particular de los yacimientos.
* Factores cognitivos. En definitiva son los que van a posibilitar la evolución de los demás (tecnológico, social y cultural).
- Desarrollo del simbolismo (adornos).
- Conductas dependientes de los conceptos temporales y espaciales.
- Aparición de la conducta reflexiva y flexible (Tecnología ósea, laminar, útiles compuestos: puntas y laminas que enmangar).
* Factores sociales. Relaciones e interacción social.
- Importación y calidad de materias primas.
- Elementos de sustrato.
- Relación con los yacimientos locales musterienses (similitud o disparidad).
- Relación con la propia estratigrafía del yacimiento (HAM y neandertales).
- Inclusión en un área de difusión arqueológica definida con características similares o aislamiento cultural.

II. Rango general del conjunto de los yacimientos
* Factores demográficos, geográficos y estadísticos. No tienen sentido si nos referimos a uno o muy pocos yacimientos, pero adquieren especial importancia al realizar el estudio con una amplia muestra estadística.
- Demografía de las zonas de influencia.
- Mezcla de tradiciones arqueológicas.
- Distribución europea de tales tradiciones.
- Estadísticas.



Estas dos tradiciones culturales (continuum cultural y cognitivo) están expuestas de una forma muy genérica, asumiendo la existencia de yacimientos con particularidades imprecisas para su ubicación. Sería una manifestación de la heterogeneidad temporal y espacial del desarrollo cultural y cognitivo, así de la existencia de los obligados estadios intermedios que conforman todo continuum evolutivo.

Las culturas asociadas al desarrollo local en este periodo son muchas y variadas: Chatelperroniense, Uluzziense, Szeletiense, Lincombien-Ranisien-Jerzmanowicien, Neroniense, Musteriense tardío, Musteriense con puntas de Chatelperron, etc.
Los yacimientos asociados al origen foráneo son los que se han relacionado de alguna manera con el Auriñaciense (Protoauriñaciense, Auriñaciense 0, Auriñaciense arcaico, Fumariense).

Si tenemos en cuenta estos factores, y no sólo los tecnológicos y los datos aislados de unos pocos yacimientos, el panorama nos ofrece dos formas de desarrollo cultural y cognitivo bien diferenciados. Hay que añadir que la tradición local desapareció junto con los neandertales, mientras que la tradición foránea continuó directamente con el Auriñaciense y los HAM. No tendremos la seguridad absoluta que aportan los fósiles humanos en la autoría de los yacimientos, pero el imprescindible continuum cultural de los neandertales y HAM parece que está claro con los datos arqueológicos obtenidos de los aspectos cognitivos, tecnológicos, sociales y demográficos anteriormente expuestos, lo que desembocaría en el origen del Auriñaciense