jueves, 21 de abril de 2011

Origen africano de lenguaje humano

Recientemente se ha publicado en la revista Science un estudio sobre el origen geográfico del lenguaje humano. Su autor llega a la siguiente conclusión:

Nuestra investigación indica que las aproximadamente 6.000 lenguas que existen hoy en el mundo descienden de un antepasado común en África. Este resultado es muy importante porque representa que todas las lenguas comparten el mismo origen y valida la idea de un ser humano con una lengua materna.

Para su realización se escogieron como muestra los fonemas de 504 idiomas actuales, incluyendo los africanos, los europeos y los del Pacífico y América. Se encontró con que los dialectos que contienen la mayoría de los fonemas se hablan en África, mientras que aquellos que tienen la menor cantidad se hablan en América del Sur y las islas tropicales en el Océano Pacífico. A diferencia de las palabras, los fonemas son los elementos básicos del lenguaje: las vocales, consonantes y los tonos que se emplean. En África hay 100 fonemas, mientras que en Hawai, al final de la ruta de migraciones, sólo se conocen 13 fonemas. El español puede tener un mínimo de 17, y el inglés hasta 45. Esta gran diversidad de fonemas y el gran número de lenguas africanas son evidencias de que el lenguaje se originó en África. Una vez que los humanos expandieron su ámbito geográfico desde África al resto del mundo para colonizar otras regiones, la diversidad fonética se redujo junto con las poblaciones humanas emigrantes. La causa de este menor número de fonemas o de mutaciones sería común.

El denominado “efecto fundador” que existe en genética de poblaciones se produce cuando una población pequeña se desprende de una población original grande para colonizar nuevos territorios y lleva consigo un subconjunto de diversidad de la población original. Es decir, que se produce un “cuello de botella”, y aunque se transmitiera una alta diversidad genética, es probable que se pierda en las poblaciones pequeñas. En este sentido, el mismo escenario se podría aplicar a los fonemas de las lenguas.

Así, el origen de los lenguajes modernos es anterior al éxodo desde África de hace entre 50.000 a 70.000 años, lo que coloca al lenguaje complejo junto con las pruebas arqueológicas más tempranas de la cultura simbólica de África que datan de hace entre 80.000 y 160.000 años. Realmente el lenguaje moderno, parecido a los que se hablan actualmente, puede haber sido la innovación cultural clave que permitió el surgimiento de éste y de otros hitos de comportamiento que llevaron a la colonización del planeta.

Paralelamente, sus estimaciones afirman que el leguaje y los genes evolucionaron de manera similar, por lo que los métodos y la teoría de la biología podrían aplicarse a la lingüística y viceversa. En el plano genético (ADNmt) las poblaciones africanas son las que más variaciones cromosómicas presentan (más tiempo en la producción de mutaciones), mientras que las poblaciones más alejadas o de zonas que se poblaron más tardíamente tienen una tasa de mutación mucho más pequeña.

Comentario
Hay que tener en cuenta que en estas áreas de África tuvieron mucho más tiempo para ir creando fonemas, con lo que aumentarían su número a lo largo de su evolución cultural. Todas las lenguas presentan un continuo proceso de cambio y evolución, siendo las africanas las que durante más tiempo (milenios) han podido desarrollar su acervo fonético. Por tanto, es lógico pensar que cuando aparecieron los HAM se estarían utilizando un indeterminado número de fonemas.

Las formas culturales y biológicas tienen desarrollos evolutivos propios, los cuales en líneas generales pueden parecer similares, pero en general tienen patrones diferentes. La aparición de los HAM en África (entre 150-200.000 años) no significó en un primer momento un cambio conductual importante, pues culturalmente tendrían el mismo desarrollo conductual y fonético que sus inmediatos ancestros (dentro de los escasos datos arqueológicos del periodo). El lenguaje (primitivo y con pocas abstracciones simbolizadas) ya existía antes de la aparición de los HAM, los cuales con el tiempo y su desarrollo sociocultural irían desarrollando sus manifestaciones lingüísticas (Rivera, 1998, 2009). La historia siempre es un continuum (irregular en el tiempo y espacio), donde sólo nuestra falta de datos es el causante de las aparentes fracturas que aparentemente parecen verse. En este sentido, el origen del lenguaje iría ligado al linaje humano, como éste se originó en África, su lenguaje también se crearía entre sus primeras comunidades, pero no ligado exclusivamente a los HAM.

La genética ofrece un reloj biológico (tasa constante de mutación) que, a pesar de todas sus criticas, nos puede llevar a unas fechas con mayor o menos concreción. Pero la producción de fonemas carece de ningún parámetro de cambio que pueda producir una similar inflexión temporal, y la evolución cultural de los fonemas es mucho más rápida que la evolución genética.

En conclusión estoy de acuerdo de que muchos de los fonemas de las lenguas actuales tuvieran un origen común, y que éste sería África subsahariana, pero su producción no coincidió en exclusiva con la aparición evolutiva de los HAM. En este sentido, donde hayan podido existir grupos humanos de nuestro linaje, debió de existir un lenguaje con sus fonemas y significados más o menos limitados, el cual sería la base sobre la que se apoyaría la formación del conjunto de fonemas que posteriormente se expandirían al resto del mundo.

Sin embargo, hay que ampliar la conclusión que el autor realiza sobre la importancia del lenguaje moderno. Indica que puede haber sido la innovación cultural clave que permitió el surgimiento de éste y de otros hitos de comportamiento que llevaron a la colonización del planeta. Efectivamente el inicio del lenguaje moderno (con los parámetros temporales y espaciales relacionados con la identidad personal) sería fundamental en el desarrollo de la conducta simbólica humana. Sin embargo, el lenguaje no es más que la simbolización de los conceptos abstractos que se hayan podido crear, dentro de la triada fundamental de la conducta humana (pensamiento, lenguaje y conducta). Pero el origen de los conceptos que simbolizar, y que van a marcar el paso de un protolenguaje o lenguaje primitivo a un lenguaje moderno, son realidades que no se dan de forma natural en la naturaleza (individualidad personal y social ubicada en los conceptos temporales y espaciales), siendo necesario que se produzcan en las sociedades humanas condiciones determinadas que favorezcan su conocimiento y abstracción (origen del lenguaje).


* Atkinson, Q. D. (2011). "Phonemic Diversity Supports Serial Founder Effect Model of Language Expansion from Africa”. Science, vol. 332, nº 6027, pp 346-349.
* Rivera, A. (2005): Arqueología cognitiva. El origen del simbolismo humano. Madrid. Arcos/Libros
* Rivera, A. (2009): Arqueología del Lenguaje. Akal. Madrid.

viernes, 8 de abril de 2011

Paleoneurología

En estudio del cerebro de los homínidos de nuestro género por medio de sus fósiles siempre ha suscitado un gran interés en los medios arqueológicos, aunque los datos obtenidos sean muy limitados. La fuente principal de estos estudios son los ampliamente conocidos endomoldes (molde interior del cráneo que refleja la forma del cerebro que se acopló a la muestra en estudio). Con ellos se intenta ver su volumen, diversos tipos de relaciones anatómicas (índices) y forma cerebral, para compararlos con los datos de otras especies, y, en particular, con los datos actuales de nuestra especie. En este sentido, conocemos las tradicionales listas de las variaciones de volumen cerebral que presentan los diversos homínidos, así como las pequeñas diferenciaciones anatómicas que pueden verse en los lóbulos cerebrales. Destaca una parte del lóbulo frontal (área de Broca) por su posible relación con el lenguaje, siendo perceptible sobre todo en el linaje humano.

Tales estudios aportan una serie de datos numéricos, fotos a todo color, imágenes tridimensionales, etc. que pueden leerse, verse, y difundirse con gran facilidad, lo que junto con el rigor científico que ofrece la Neurología, son siempre tenidos en cuenta como información fehaciente y relevante. Sin embargo, la información sobre la conducta humana (capacidades cognitivas) ha sido más bien escasa.

Recientemente se ha publicado en la revista American Journal of Human Biolog un estudio que trata de buscar nuevas fuentes de información por medio de las huellas que los elementos vasculares (arterias y venas) han dejado en la superficie interna de los huesos craneales. Con esta información se puede reconstruir la forma geométrica del encéfalo (endomoldes), y encontrar rasgos y caracteres fisiológicos que tienen correlaciones con estas huellas o con la forma cerebral. En fin primordial sería desarrollar hipótesis sobre posibles cambios de funciones cerebrales asociados a cambios de forma cerebral, en las especies humanas extintas. En este sentido, como el cerebro humano gasta una cantidad increíble de energía, una de estas funciones podría ser la termorregulación y la gestión metabólica.

Para tal fin se han utilizado dos técnicas diferenciadas de uso frecuente en los medios neurológicos. Se intenta visualizar el sistema vascular a través de la tomografía que reconstruiría los moldes endocraneales, y por medio de la angiotomografia reconstruyeron el sistema vascular endocraneal, sobre todo las arterias meníngeas y las arteria cerebrales. Al mismo tiempo, con unos modelos numéricos y simulaciones teóricas se pudo investigar cómo el calor se distribuye en los moldes endocraneales en función de la forma y el tamaño. En principio se utilizaron muestras de humanos modernos, para luego pasar a simulaciones en Australopiteco, Neandertal, HAM, y primates actuales no humanos. Aunque el trabajo se centra en las funciones fisiológicas y metabólicas de nuestros antepasados, puede ayudar a conocer la estructura de nuestro propio cerebro.

Se ha encontrado una buena correspondencia entre las arterias meníngeas (riegan las meninges, delgadas capas que envuelven al cerebro, pero no son tejido neuronal) y sus huellas endocraneales (las que quedan en los fósiles). También se ha evidenciado que este sistema vascular, que ha sufrido cambios muy aparentes a lo largo de la evolución humana, está bastante aislado del resto de los sistemas vasculares cerebrales (riego arterial del cerebro). Es decir, se trata de dos sistemas vasculares relativamente independientes, el cerebral y el meníngeo. Sobre todo, en los individuos adultos no parece que estos vasos sigan funcionando como canales para el flujo sanguíneo. Por tanto, o sirven solo en una etapa preadulta (neonatal o juvenil), o sirven solo en momentos de emergencias (por ejemplo en actividad física), o tienen un papel no de regulación térmica/oxigenación sino de protección estructural de la corteza. Por otra parte, los análisis de mapas térmicos cerebrales en los fósiles no apuntan a una función de termorregulación de estos vasos.

Los autores opinan que estos nuevos conocimientos pueden ayudar a conocer cómo ha evolucionado el cerebro humano y qué posibilidades de desarrollo todavía alberga. Es evidente que para entender nuestro cerebro, en su componente orgánica como en su componente cognitiva, hay que saber como ha evolucionado, por qué ha sufrido ciertos cambios y variaciones, y con cuáles consecuencias. Sus estudios continúan con los intentos de desarrollar métodos estadísticos de cuantificaciones de las diferencias entre individuos y entre grupos, complicando los modelos al ir añadiendo a los moldes cerebrales su componente vascular interna o propiamente cerebral.

Sin embargo, este tipo de estudios basados en el análisis anatómico de los restos humanos del pasado presentan una serie de inconvenientes que dificultan su desarrollo y limitan sus resultados.

- Primero, sería conocer las pautas evolutivas del cerebro que estuvieran de acuerdo con los propios datos arqueológicos, pues siempre se han realizado estudios paleoneurológicos con las tradicionales premisas de la teoría sintética de la evolución (los cambios anatómicos deben de ofrecer una capacidad adaptativa mayor que la ausencia de ellos, para que sean seleccionados en los acervos genéticos de cada especie). No obstante, según se comprueba por medio del registro arqueológico, el aumento anatómico del cerebro no siempre tienen una repercusión directa en la conducta de los humanos del momento, como puede apreciarse con el inicio del Homo sapiens.


- Segundo, el desarrollo y aumento de las capacidades cognitivas humanas no depende sólo de las variaciones evolutivas neurológicas, sino que precisan de un medio ambiente adecuado (que no existe y hay que crear) para su desarrollo y aparición de las conductas propias de los seres humanos (capacidades emergentes: p. e. conducta simbólica).

El cerebro de los primeros Homo sapiens era prácticamente igual al nuestro, lo que no supuso en un principio ningún avance conductual relevante. Sería poco a poco, según se fueran cambiando las condiciones medioambientales (sociales, económicas, tecnológicas, lingüísticas, etc.) las que irían desarrollando las capacidades cognitivas emergentes que producirían la conducta simbólica característica de nuestra especie. Este modelo de evolución anatómica, cognitiva y cultural no puede seguirse sólo por las variaciones anatómicas que podemos apreciar en los fósiles de nuestros ancestros.

Creo que la conducta humana debe de estudiarse por medio de los datos arqueológicos interpretados con un modelo que tenga en cuenta los aspectos neurológicos, psicológicos, evolutivos, sociales y lingüísticos (debidamente coordinados) que condicionan toda manifestación conductual. En este sentido, la Arqueología cognitiva (orientación psicobiológica) sería la metodología que mejor cumple tales condiciones.

* Bruner, E.; Mantini, S.; Musso, F.; De La Cuétara, J.M.; Ripani, M.y Sherkat, S. (2011): “The evolution of the meningeal vascular system in the human genus: From brain shape to hermoregulation”. American Journal of Human Biolog, 23 (1): 35-43.