viernes, 9 de diciembre de 2011

Adaptabilidad humana

La adaptabilidad es el resultante de la acción conjunta de todas las capacidades cognitivas (racionales y emocionales) para la solución de diversos problemas. En este contexto, uno de los mayores éxitos evolutivos que ha tenido el linaje humano es su enorme capacidad de adaptación a los numerosos y dispares medios ambientales que constituyen en mundo habitado por ellos. Sólo en lugares muy extremos la vida humana se ha frenado o limitado a ocasionales ocupaciones de incierto desarrollo.

Siempre se ha achacado esta adaptabilidad a su enorme desarrollo tecnológico que se ha visto entre sus poblaciones. No cabe duda de que el éxito de estas adaptaciones en medios hostiles de debe a los avances tecnológicos que los posibilitan. Sin embargo, su permanencia y desarrollo poblacional durante muchas generaciones se debe, además de la tecnología, a las características psicobiológicas que nos caracterizan. Me refiero a la plasticidad del sistema nervioso consecuencia de nuestra especifica forma evolutiva, la cual va ha marcar toda nuestra conducta, pero no como un innatismo conductual, sino como una enorme flexibilidad y adaptabilidad conductual y cultural, siendo lo que vemos en las culturas humanas de todas las épocas.

Todos conocemos que la inmadurez neurológica en el momento del nacimiento es muy acusada, lo que implica mucho tiempo para alcanzar el grado de funcionalidad óptimo. La corteza cerebral no está totalmente determinada genéticamente, pues desde que se nace hasta su definitiva estructuración cognitiva, motriz y sensorial, se producen ciertos remodelamientos que dependen de la cantidad y calidad de la información sensorial recibida desde el exterior. Durante la formación de la corteza cerebral en la embriogénesis, se produce una delimitación imprecisa o protomapa de la distribución de las zonas que van a configurar las áreas corticales del futuro córtex. Será con el desarrollo postnatal, y en consonancia con la interacción de ese ser vivo con las características del medio ambiente y los constantes estímulos que se envían al cerebro, cuando se producirá definitivamente la organización funcional correspondiente a cada área (maduración) (Changeux, 1985; Damasio, 1999; Flórez et al. 1999; Jenkins et al. 1990; Just et al. 1996; Mora, 2001; Rakic, 1988, 1995). Así, las entradas de información sensorial procedentes del mundo exterior tienen un papel determinante en el remodelamiento y organización definitiva de la corteza cerebral.

En esta etapa inicial del desarrollo neurológico se producen muchas más neuronas de las necesarias, lo que requiere una muerte celular programada, facilitando el refinamiento de los circuitos neuronales. La competitividad funcional es la clave de tal eliminación, pues las más utilizadas (con estímulos externos e internos) serán las que perduren (Changeux, 1985; Delgado, 1994; Mora, 2001). La maduración neurológica acaba con el proceso de mielinización, que tiene una secuencia temporal ordenada en las distintas áreas cerebrales, las últimas serían las de asociación terciarias (Eccles, 1992; Lecours, 1982). De este modo, cualquier mapeo entre una localización cerebral y una capacidad cognitiva es una función variable entre dos niveles de descripción de un sistema dinámico, modulado por la demanda de la tarea y no una cartografía estática de la anatomía cerebral (Just et al. 1996).

La estructuración neurológica, muerte celular y mielinización justifican la existencia de un período crítico en el desarrollo de las capacidades cognitivas humanas, pasado el mismo es más difícil o casi imposible que éstas se desarrollen con las mismas características que dentro de él (Changeux, 1985; Delgado, 1994; Flórez et al. 1999; Lenneberg, 1976; Mora, 2001; Yuste, 1994). Durante este período, el cerebro tiene una capacidad de remodelación funcional o plasticidad neuronal muy importante para algunas funciones específicas. Se ha podido ver como, en el caso de lesiones del área de Broca del hemisferio izquierdo, en las que fue preciso su extirpación quirúrgica por lesiones patológicas, las funciones que debían desarrollarse en esta zona (control de la articulación sonora) fueron asumidas en el área simétrica del hemisferio derecho, adquiriendo de igual forma la capacidad de articulación del lenguaje (Changeux, 1985; Lenneberg, 1976). No obstante, hay que tener en cuenta que tales regeneraciones funcionales tienen lugar cuando se actúa dentro de ese período crítico, y con una recuperación mayor cuanto más joven sea el enfermo.

Estas características psicobiológicas nos indican que la adaptación cognitiva al medio en el que nacen y viven los seres humanos es muy alta, tanto que se considera como propia, extrañando las características medioambientales y socioeconómicas en las que vivieron sus padres antes de llagar al nuevo hábitat. Así, las primeras adaptaciones se consiguieron con los avances tecnológicos y sociales, pero las generaciones siguientes sintieron el nuevo ambiente (climático, geográfico, tecnológico, social. demográfico, etc.) como propio, por lo que estarían tan perfectamente adaptados como sus avances tecnológicos y sociales les permitieran. Sin embargo, la adaptabilidad humana depende tanto de los factores cognitivos racionales como de los emocionales. En este sentido, puede haber diferencias importantes de comportamiento debido a cualquiera de las dos, o de las dos en conjunto pues siempre van unidas. Estas diferencias dificultarían la supervivencia del grupo y de la población en general, sobre todo en situaciones en las que la supervivencia se hizo especialmente difícil. Concretamente me refiero a la capacidad de relación social intergrupal más allá de la mera relación básica para el mantenimiento demográfico de la población en general. Es decir, la sociabilidad intencionada, constante y motivada como característica social de las poblaciones humanas. 




Estas características se pueden apreciar en aquellas poblaciones en las que a pesar de las distancias geográficas mantienen unos desarrollos socioeconómicos y cognitivos semejantes, homogéneos y generalizados. Esta manifestación conductual y cognitiva ofrece una adaptabilidad muy superior a la de aquellas poblaciones que tuvieran un menor grado de desarrollo generalizado. Este podría ser el caso de las poblaciones de humanos neandertales en comparación con los HAM (desaparición del Neandertal). Por tanto, hay que estudiar a la población en un tiempo determinado (transición paleolítica) y en un área determinada (Europa). De los estudios en conjunto de las dos poblaciones es de donde podemos deducir, con mejor fundamento, las características cognitivas de ambos grupos. No limitándonos a los escasos yacimientos más señalados, realizando extrapolaciones generalizadoras (Contextos culturales y cognitivos en la transición europea). Sin duda, esta sería una forma de aplicación de la Arqueología cognitiva al registro arqueológico.

* Changeux, J. P. (1985), El hombre neuronal. Madrid. Espasa Calpe.
* Damasio, A. R. (1999), El error de Descartes. Barcelona. Crítica.
* Delgado, J. M. R. (1994), Mi cerebro y yo. Madrid. Temas de Hoy.
* Eccles, .J. C. (1992), La evolución del cerebro: creación de la conciencia. Barcelona. Labor.
* Flórez, J.; García-Porrero, J. A.; Gómez, P.; Izquierdo, J. M.; Jimeno, A. y Gómez, E. (1999), Genes, cultura y mente: una reflexión multidisciplinar sobre la naturaleza humana en la década del cerebro. Santander. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria.
* Jenkins, W. M., Merzenich, M., Ochs, M. T., Allard, T. y Guic-Robles, E. (1990), “Functional reorganization of primary somatosensory cortex in adult owl monkeys after behaviorally controlled tactile stimulation”. J Neurophysiol, 63: 82-104.
 * Just, M. A.; Carpenter, P. A.; Keller, T. A.; Eddy, W. F. y Thulborn, K. R. (1996), “Brain activation modulated by sentence comprehension”. Science, 274: 114-116.
* Lecours, A. R. (1982), “Correlatos mielogenéticos del desarrollo del habla y del lenguaje”, en Lenneberg, E. H. (ed.), Fundamentos del desarrollo del lenguaje. Madrid. Alianza.
* Lenneberg, E. H. (1976), Fundamentos biológicos del lenguaje. AU. 114. Madrid. Alianza.
* Mora, F. (2001), El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Madrid. Alianza.
* Rakic, P. (1988), “Specification of cerebral cortical areas”. Science, 241: 170-6.
* Rakic, P. (1995), “Evolution of neocortical parcellation: the perspective from experimental neuroembryology”, en Changeux, J. P. y Chavaillon J. (eds.). Origins of the human brain. Oxford. Clarendon Press. 85-100.
* Yuste, R. (1994), “Desarrollo de la corteza cerebral”. Investigación y Ciencia, 214: 62-68.