miércoles, 19 de marzo de 2014

La conducta humana ¿adaptación y/o desarrollo cognitivo?

La Arqueología nos muestra la sucesión de las diversas culturas que han caracterizado a nuestro linaje. El desarrollo de unas en otras conforman un continuum muy heterogéneo, del que sabemos sus manifestaciones arqueológicas (útiles y conductas), el tiempo en que se produjeron (cada vez más preciso) y el lugar en el que realizaron o depositaron, pero del porqué de su producción en ese momento y lugar, nuestro conocimiento está muy limitado.


Las diversas metodologías que la Arqueología como ciencia ha desarrollado en su propia historia académica, reflejan criterios diferentes respecto de este último problema. En la actualidad, la corriente metodológica más aceptada por numerosos autores corresponde a la Nueva Arqueología o Procesualismo, que explica los cambios culturales como adaptaciones al medio ambiente, el cual estaría continuamente cambiando. Un ejemplo de este tipo de trabajos (d’Errico y Stringer, 2011) ya lo he comentado en las entradas sobre los mecanismos de evolución cultural (evolución cultural I), así como unos comentarios realizados desde la Arqueología cognitiva (evolución cultural II).

En este contexto, y sobre temas más precisos del registro arqueológico, se ha publicado un artículo sobre las causas del cambio cultural que se observa en las primeras etapas del Auriñaciense (Protoauriñaciense y Auriñaciense temprano). Sus autores (Banks, d´Errico y Zilhão, 2013) indican que las secuencias de producción de cuchillas y producción de hojitas se hacen más complejas, y que aparecen las puntas de fragmentos de cornamenta en estos periodos. Según los autores, los cambios en la cultura material están relacionados con una expansión de nicho ecológico en respuesta o adaptación al deterioro de las condiciones ambientales.

Oscilaciones climáticas del Paleolítico superior
Cronológicamente sitúan el Protoauriñaciense en un intervalo de cierta mejoría climática, (ca. 41,5 a 39,9 k cal BP), es decir, en las oscilaciones cálidas de Dansgaard/Oeschger (D/O) o en los interestadiales de Groenlandia (GI) 10 y 9, los cuales enmarcan entre ellos un corto periodo frío. Por su lado, el Auriñaciense temprano transcurre principalmente en la fase climática del evento Heinrich 4 (ca. 39,8 a 37,9 k cal BP), caracterizado por un clima frío y seco en Europa, el cual acaba con el comienzo del D/O-GI 8 (Les Cottes) más cálido. Las variaciones climáticas y los datos de los núcleos de hielo polares podemos verlos en las entradas anteriores (núcleos de hielo, variaciones climáticas).

La autoría de estas dos secuencias culturales está discutida por los autores, pues opinan que ante la falta de fósiles que aclaren este concepto, es asumible que sean de diferentes poblaciones humanas. Por las fechas que tenemos de los primeros HAM en Europa, que sitúan sobre el 40 k cal BP en base a la mandíbula de Oaese 1 y el cráneo de Oaese 2 (Trinkaus et al. 2012)), el Protoauriñaciense podría ser consecuencia de los HN. Como es tradicional en estos estudios sobre el periodo transicional, existen otros trabajos que ofrecen indican mayor antigüedad a los HAM en Europa (Los primeroshumanos anatómicamente modernos en Europa). Igualmente, los autores asumen que prácticamente no existen diferencias cognitivas entre estas dos poblaciones, por lo que el estudio se limita al análisis de las causas que produjeron los cambios culturales (ecológicos y climáticos) con independencia de quienes fueron sus autores.

En su estudio utilizan un modelo bayesiano sobre las fechas de radiocarbónicas asociadas a estos dos procesos culturales para definir con mayor precisión su cronología y poder conocer con la mayor exactitud posible los contextos paleoclimáticos de estas dos fases. También emplean el modelo de nicho ecocultural (ECNM), intentando conocer si los significativos cambios culturales de estos dos periodos se correlacionan con cambios del nicho ecocultural donde viven. Este nicho representa los sistemas ecológicos explotados por los humanos por medio de sus mecanismos adaptativos (tecnológico, social, etc.). Su utilidad se basa en que permite evaluar cuantitativamente si existen vínculos entre un sistema adaptativo humano y las condiciones ecológicas del medio, o si las características y la distribución geográfica de una cultura arqueológica se deben más a procesos culturales que ecológicos. Por lo tanto, si existe una considerable variabilidad del nicho ecocultural entre el Protoauriñaciense y el Auriñaciense temprano, esto sugeriría que los cambios culturales que reconocemos entre estas dos fases tienen, en parte, una base ecológica.

Entre el Protoauriñaciense y el Auriñaciense temprano se observa una serie de cambios tecnológicos, junto con una expansión del área de distribución geográfica ocupada en el inicio del Paleolítico superior por las poblaciones humanas. Este estudio demuestra que estos cambios se asocian con un nicho ecológico en expansión, en el que la adaptación y flexibilidad cultural se utiliza para acomodarse rápidamente a la rápida variabilidad climática.

Se aprecia que durante el Protoauriñaciense los cambios climáticos conducen a un aumento de la biomasa de ungulados, lo que explica los cambios tecnológicos de este periodo (mayor complejidad en las secuencias de producción de cuchillas y producción de hojitas, y aparición de las puntas de fragmentos de cornamenta). Es una adaptación tecnológica a los cambios ambientales, que continúan durante el Auriñaciense temprano. Este desarrollo cultural se aprecia en varios aspectos. Primero, en la propia diversificación de las tradiciones tecnológicas durante el Auriñaciense temprano. Segundo, en un aumento en la frecuencia y la diversidad de las formas culturales de carácter simbólico (p.e. adornos). La hipótesis de los autores es que esta tendencia se asocia con una expansión de las redes sociales dentro y entre las poblaciones del Auriñaciense temprano. Tal modelo fue necesario para poder conseguir una expansión de su nicho ecológico durante el inicio del evento Heinrich 4, pues sus características frías y secas ofrecían a los cazadores-recolectores auriñacienses un importante riesgo ecológico.

Comentarios desde la Arqueología cognitiva

Este tipo de trabajos, tan ampliamente documentados y con el uso de técnicas de análisis poco habituales en los medios arqueológicos, parecen que agotan todas las posibilidades metodológicas y teóricas que aplicar a los estudios de las poblaciones humanas de estos periodos. Sin duda, es un excelente artículo dentro de las directrices de la Nueva Arqueología o Procesualismo, es decir, un buen trabajo dentro de la línea teórica desarrollada en el s. XX. Sin embargo, es muy posible que no se utilicen todas las herramientas que actualmente disponemos para el estudio de la conducta humana, y que configurarán la Arqueología del s. XXI en los próximos años. No es difícil aceptar los datos arqueológicos que sobre estos periodos iniciales del Auriñaciense han expuesto los autores del artículo. Pero su explicación no es la última causa de su producción, pues hay otra de rango superior que coordina y posibilita tal adaptación. Me refiero al desarrollo cognitivo de estas poblaciones.

El Procesualismo olvida o no quiere tener en cuenta, que los protagonistas de estos cambios son seres humanos, cuya acción siempre depende de las capacidades cognitivas que la evolución les ha otorgado. Su discurso peca de simple y estaría enfrentado a los datos que en la actualidad estarían ofreciendo la Neurología y Psicología sobre las características de la cognición humana. Hay que comprender que las capacidades cognitivas no son entidades con una respuesta siempre máxima, sino que hay que entenderlas como posibilidades o potencialidades que hay que desarrollar mediante la influencia del medio ambiente en el que viven sus propietarios. Las capacidades cognitivas de los HAM y, en gran parte de los HN, aparecieron evolutivamente hacía muchos años antes de la producción de los hechos que tratamos. Igualmente, en los más de 150.000 años de existencia de estas poblaciones se han producido situaciones climáticas parecidas. 

Entonces ¿por qué no se produjeron tales avances culturales adaptativos con anterioridad?

La respuesta desde la Arqueología cognitiva es que el desarrollo cognitivo que lo posibilitaba solo tuvo lugar en estos momentos del inicio del Paleolítico superior, y no antes. Existe una importante falta de compresión de la realidad cognitiva del género Homo, pues se continúa confundiendo capacidades cognitivas con realidades conductuales observables e individuales. Toda capacidad cognitiva necesita para su manifestación arqueológica de un desarrollo cognitivo mediado por las características medioambientales (culturales, económicas, sociales, lingüísticas, etc.). De igual forma, cada avance tecnológico, cultural y simbólico no se produce de forma independiente como adaptación a cambios medioambientales, sino que estaría asociado al desarrollo cognitivo que posibilitase una adaptación a cambios medioambientales más compleja.

¿Qué se entiende por desarrollo cognitivo?

Las capacidades cognitivas adquiridas por la evolución (funciones ejecutivas, memoria, capacidad simbólica, racionabilidad, autoconciencia, etc.) no siempre han estado presentes con su máxima expresión en las poblaciones humanas desde el inicio biológico de las especies humanas.

En esta línea se sitúa Renfrew (2008) con su sapient paradox, en referencia al desfase entre la creación evolutiva de nuestra especie y la muy posterior aparición de la conducta simbólica. Comprende que las capacidades cognitivas se establecieron evolutivamente hace más de 60.000 años (quizás 200.000 años), pero las conductas propias de nuestro cerebro sabio no se establecieron hasta mucho después (hace 10.000 años, aunque ya se vislumbran claramente desde el inicio del Paleolítico superior), por lo que su aparición tiene los aspectos de emergencia conductual. La base neurológica de la evolución cognitiva humana no puede estar basada en una especificación neurológica o de modulación mental innata, sino en una modulación neurológica (plasticidad neuronal) dirigida sobre todo después del nacimiento por las características medioambientales. Esto se debe a las características plásticas de nuestro cerebro, que se adapta a las condiciones en las que vive, sobre la base de la socialización de la experiencia compartida. Los factores epigenéticos (ambiente) son fundamentales en este proceso, pues actúan sobre las características innatas y evolutivas del cerebro. La plasticidad neurológica y la socialización son las que van a modular el cerebro de los niños por medio del aprendizaje (conducta plenamente humana: enseñanza por otros miembros de la sociedad) y del lenguaje.


La influencia cultural es crucial en la configuración del desarrollo de las funciones cognitivas superiores del cerebro. Igualmente, el estudio de la cognición humana no puede realizarse sin conocer la funcionalidad cerebral, tanto neurológica como psicológicamente. En este contexto, el lenguaje adquiere un papel predominante, tanto que sin él la humanidad no hubiera podido alcanzar este desarrollo cultural y simbólico. Es decir, el desarrollo de las capacidades cognitivas (racionales y emocionales) por medio del lenguaje, el acervo cultural, la tecnología, motivación, sociabilidad, desarrollo e interacción demográfica, y las características medioambientales, interactuando continuamente, son las que vas a ofrecer ese aspecto de heterogeneidad espacial y temporal en el desarrollo conductual que vemos en el registro arqueológico.

Se necesita la creación y uso de un modelo de desarrollo psicobiológico para el estudio de la cognición, conducta y simbolismo humano en el Paleolítico, lo que solo puede realizarse dentro de una interdisciplinariedad adecuadamente estructurada. Tal proceso se ha realizado dentro del Estructuralismo funcional, como método interdisciplinario de estudio de la conducta humana en todos sus periodos.







* Banks, W. E.; d´Errico, F. y Zilhão, J. (2013): Corrigendum to “Human-climate interaction during the Early Upper Palaeolithic: Testing the hypothesis of an adaptive shift between the Proto-Aurignacian and the Early Aurignacian” Journal of Human Evolution, Volume 64, Issue 1: 39-55. 
* d´Errico, F. y Stringer, Ch. B. (2011): “Evolution, revolution or saltation scenario for the emergence of modern cultures?” Philosophical Transactions B. 366, 1060-1069. 
* Powell, A.; Shennan, S. y Thomas, M (2009): “Late Pleistocene demography and appearance of modern human behavior”. Science, 324, 1298-1301. 
* Renfrew, C. (2008): “Neuroscience, evolution and the sapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047 
* Trinkaus, E., Constantin, S., Zilhão, J. (Eds.), (2012): Life and Death at the Pes¸ tera cu Oase: A Setting for Modern Human Emergence in Europe. Oxford University Press, Oxford.