viernes, 13 de marzo de 2015

El simbolismo en el Género Homo

De vez en cuando aparecen noticias sobre nuevos descubrimientos relativos a los Humanos Neandertales (HN) que, por sus características, implican la existencia de una conducta simbólica de naturaleza desconocida. Una vez publicada surgen los tradicionales comentarios sobre las capacidades cognitivas (en estos casos sobre el simbolismo) que estos homínidos pudieron tener a lo largo de su existencia, así como su comparación con las capacidades simbólicas de los Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Todo este proceso se repine una y otra vez con los mismos patrones y los mismos resultados, es decir, se vuelve a repetir que los HN tenían las mismas capacidades cognitivas (simbolismo, razonamiento, lenguaje, etc.) que los HAM. Su fundamento sin estos descubrimientos con una aparente base simbólica que igualas a estos humanos y aleja el concepto de inferioridad cognitiva de los HN.

Grras de águila de cola blanca de Kaprina.
Luka Mjeda/CC-BY
La última noticia que en este sentido tenemos ha sido el descubrimiento en el yacimiento de Kaprina (Croacia), por parte de investigadores del Museo de Historia Natural de Croacia y de la Universidad de Kansas, de unas garras de águila de cola blanca con rastros de haber sido parcialmente manipuladas en estratos musterienses, y por tanto asimilables a la actividad de los HN. Su antigüedad se sitúa en unos 130.000 BP. Tal hallazgo ha sido publicado en la revista PLOS One, donde se describen ocho garras de esta ave en un estado de conservación muy bueno.

Naturalmente, una de las primeras reacciones de los autores del trabajo ha consistido en resaltar su importancia por su posible significado simbólico que pudieran representar.

El tema es reiterativo como podemos recordar en otros descubrimientos:
Simade las Palomas (enterramientos), Grotta Fumane (plumas de aves), Cueva de Skhül (pigmentos). Sin embargo, el problema del simbolismo no puede limitarse a la aceptación o no de un simbolismo indefinido entre estas poblaciones humanas, sino que debe de ampliarse al estudio de conductas simbólicas en el género Homo, pues todos sus componentes son susceptibles de haber poseído algún grado o forma de simbolismo en su conducta. Este mismo tema ya ha sido tratado en otra entrada (Simbolismo entre el Neandertal yHumanos Modernos), por lo que los interesados en profundizar en este tema pueden acudir a ella.

Comentarios

El estudio del simbolismo entre los humanos debe de partir de una compresión muy clara, es decir, hay que saber de qué estamos hablando. Pera ello es necesario formar un método de estudio que nos permita avanzar en vez de divagar constantemente bajos las mismas premisas limitadas a nuestro razonamiento, y no a la compresión de la realidad cognitiva del género Homo (Arqueología cognitiva:Estructuralismo funcional). Para su estudio lo primero que hay que realizar es una definición de simbolismo, que nos sirva de límite y marque el camino a seguir.

La conducta simbólica humana es la consecuencia de un complejo proceso cognitivo en el que se relacionan las abstracciones e ideas desarrolladas o aprendidas con símbolos, los cuales pueden ser muy varados: sonidos y gestos (lenguaje), objetos (elementos simbólicos) o conductas (usos, costumbres), siendo necesario aplicar un consenso social a todo el proceso. De tal modo que, en la sociedad en la que se desarrolle este proceso cognitivo, la percepción de tal símbolo revive en las personas la idea, concepto o sentimiento que le dio origen.

Esta definición nos conduce a las primeras manifestaciones simbólicas, las cuales debieron de ser cualquier forma de lenguaje existente en nuestro linaje, donde una intención, deseo o expresión se simbolizaría por unos sonidos, los cuales eran entendidos por los demás miembros del grupo. Tal comunicación era básica para poder realizar las tareas logísticas, sociales y tecnológicas que se aprecian en el registro arqueológico de todos los pertenecientes al género Homo. Por tanto, todos los homínidos de nuestro linaje tuvieron algún grado de simbolismo en su pensamiento y conducta. Lo que hay que estudiar es cómo se fue creando y desarrollando, siendo este en principal cometido de la Arqueología cognitiva. Una conclusión importante que se sacas de estas ideas es que el ser humano de todas las épocas fue desarrollando su conducta gracias a su capacidad de abstracción y simbolización que la evolución le proporcionó con la evolución neurológica. Siendo el lenguaje el principal vehículo en su producción, almacenamiento y trasmisión entre todas las generaciones humanas.

La Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional) indica que, en base a las características evolutivas y anatómico-fisiológicas de nuestro cerebro, el origen y desarrollo de nuestra conducta se realiza en función de una serie de premisas que podemos ver en otra entrada del blog (Genética dela evolución neurológica. Consecuencias arqueológicas). De ellas hay que destacar una especialmente por su claro significado en la evolución conductual.


Los conceptos que van a configurar la conducta humana en todos sus niveles deben adquirirse de la observación del medio ambiente en el que viven. Su realización se produce de la propia naturaleza, de las características sociales de los grupos humanos, del acervo cultural que se pueda transmitir de generación en generación y de las propias conclusiones que, partiendo de los anteriores presupuestos, pudieron adquirir los humanos de ese periodo. En este aspecto destaca sobre todo el lenguaje, al que hay que añadir cualquier otro soporte de información (manifestaciones gráficas, ritos, mitos, escritura, etc.).

El simbolismo en el Paleolítico medio es claramente lingüístico, pero en algunos aspectos también es conductual. Si nos fijamos todos los ejemplos que han sido asimilados a cierto simbolismo entre los HN son elementos naturales que pueden observarse sin necesidad de elaboración, aunque después hayan sido más o menos manipulados (enterramientos, plumas, minerales colorantes, garras de ave, etc.). Por sus características todos ellos llaman la atención de quien los encuentra y de todos los que luego los observan, adquiriendo cierto valor relacionado con la curiosidad que despierta, uso o manejo que se realice y por último significado que pueda otorgárseles. El simbolismo es una consecuencia de las características evolutivas del cerebro de los homínidos (de todos ellos).

Origen y desarrollo del simbolismo humano

La evolución proporcionas capacidades cognitivas, pero su desarrollo depende de las características del medio ambiente en el que se vive. Si en este ambiente no es posible desarrollar adecuadamente las condiciones para crear las abstracciones necesarias para la elaboración de un simbolismo complejo (p.e. conductas religiosas), pues éste no se produce. Mientras que en otros lugares, y posiblemente de forma coetánea, el simbolismo complejo empieza a manifestarse gracias a que las condiciones medioambientales en ese lugar si reúnen los requisitos necesarios para su desarrollo.

¿Cuáles serían estas condiciones necesarias? Son varias y en general serían las siguientes:

- La existencia de las capacidades cognitivas necesarias para el desarrollo de conductas simbólicas. Evolutivamente cada especie del género Homo tendría cierto nivel cognitivo, que en general sería superior al que se necesitaría para el desarrollo de la cultura que en su momento pudieron desarrollar, como pasa a todos los primates que en cautividad (medio ambiente más estimulante) desarrollan conductas más complejas que en libertad.

- Existencia de cierto lenguaje que permitiera la comunicación social, y la rápida adquisición de los nuevos conceptos o ideas simbolizados por el lenguaje existente. El lenguaje permitiría, una vez interiorizado (lenguaje interno), el mejoramiento del pensamiento, la mayor facilidad de lograr nuevas abstracciones, su simbolización lingüística, su almacenamiento y transmisión social, y mejoras en la conducta de supervivencia y social.

- La existencia de un acervo cultural previo que pueda facilitar el desarrollo (tecnología, sociabilidad, relaciones externas con otros grupos, etc.).

- Las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del momento.

- Condiciones socioeconómicas, familiares y tecnológicas que favorezcan los criterios de individualización personal (aumento poblacional, separación de tareas, diversidad social de todo tipo, aumento de la complejidad tecnológica y logística, etc.) y social (la necesidad de actuaciones complejas entre varios componentes del grupo en el tiempo y en el espacio). En definitiva, todo aquello que por su misma existencia marque la diferencia entre los miembros de la sociedad y de ésta con otras poblaciones.

Las características medioambientales (contexto arqueológico) solo pueden conocerse por medio de la actuación arqueológica en los yacimientos, así como de la agrupación coordenada de los mismos. Como es lógico, estas premisas afectarían a todas las poblaciones humanas del género Homo. Así, es posible comprobar la existencia de poblaciones de HN y de HAM que carezcan de simbolismo elaborado por no haber alcanzado el nivel de complejidad sociocultural adecuado.

Sobre el simbolismo humano ya publiqué una entrada (conductas simbólicas en el paleolítico) donde se especificaban las diversas formas de simbolismo que se aprecian en el Paleolítico y los restos materiales o conductuales que los justifican en los diversos periodos del mismo. Este texto es una introducción a un trabajo que sobre este asunto realicé, junto al Prof. Mario Menéndez de la UNED, y que se ha publicado en la revista Espacio, Tiempo y Forma (Rivera y Menéndez,2011). 

Puede apreciarse en el siguiente cuadro un esquema de la evolución  conductual y simbólica del género Homo.


domingo, 1 de marzo de 2015

Genética de la evolución neurológica. Consecuencias arqueológicas

Las Arqueología es la ciencia que estudia, entre otras cosas, la conducta humana en el pasado. Por otra parte, creo que hay un amplio consenso en admitir que la conducta es el resultado de la actividad cerebral dentro de cada medio ambiente, y que las características de tal actividad dependen a su vez de las capacidades cognitivas adquiridas evolutivamente. Por tanto, la compresión de los mecanismos evolutivos del cerebro es de gran importancia en el análisis de la conducta de nuestros antepasados. Es en este contexto (mecanismos evolutivos del cerebro) donde recientemente se ha producido un gran avance, pues se ha podido determinar cuál es el gen que determina el crecimiento de la corteza cerebral, así como determinar su forma de actuación. Sus consecuencias sobre el estudio de la conducta humana parecen importantes.

Modelo multifactorial de la evolución donde la acción
de los genes reguladores u Hox son muy importantes  
Científicos del Instituto Max Planck de Biología Celular Molecular y Genética (Dresde) y de Antropología Evolutiva (Leipzig) (Marta Florio et al. 2015), han conseguido identificar qué gen participa en el proceso evolutivo de la corteza cerebral. Y para comprobar su actuación lo implantaron en el embrión de los ratones para ver los resultados. Intentaron encontrar un gen que fuera el responsable del aumente evolutivo del córtex cerebral. El desarrollo embrionario de la corteza cerebral o corticogénesis se produce en el ser humano a partir de la sexta semana de vida intrauterina, siendo la hipótesis de la unidad radial la más extendida y aceptada que tenemos sobre su desarrollo embriológico (Flórez, et al. 1999; Rakic, 1988, 1990, 1995) (El gen de la evolución cerebral: psicobiologíafuncional).

Para este fin compararon la actividad de todos los genes que se expresan en esas células, tanto en fetos de ratón como humanos. Han hallado 56 genes con estas características y que no existen en el ratón. De ellos, solo uno pasó las pruebas de especificidad más exigentes, es el llamado ARHGAP11B. Muchas han sido las pruebas que indican al ARHGAP11B como un regulador de la proliferación de las células precursoras del córtex. Destaca una de ellas, como fue su implantación en el cerebro embrionario de un ratón, con un resultado espectacular. Se comprobó que las células progenitoras de la glía radial del ratón embrionario prolongaron el tiempo del proceso de formación cortical, causando un crecimiento del córtex allí donde el gen está activo artificialmente. Incluso aparecieron indicios de girificación, es decir, de los plegamientos y circunvoluciones típicos del cerebro humano. En el ratón el gen responsable de este control cortical es el ARHGAP11A, el cual en un preciso momento evolutivo mutó al ARHGAP11B que ya conocemos en los humanos, tanto entre nosotros como entre los Neandertales y Denisovanos, pero no está en el chimpancé, y por tanto surgió después de que nos separáramos de su linaje. Evidentemente, se trata de la acción y evolución de un gen regulador u Hox, tan importantes en nuestra evolución. 

Consecuencias arqueológicas

Este descubrimiento pone en manifiesto las características de nuestra evolución neurológica, por lo menos las relativas al córtex cerebral. Este aumento es básicamente cuantitativo, es decir, se produce un aumento de la neuronas que van a formar la corteza cerebral, pero de una forma no definida ni estructurada. Su posterior configuración funcional se realiza en base a las entradas de la información externa, es decir, que su reorganización como mecanismo productor de nuestra conducta se realiza en función de la entrada de información del medio en el que vive el nuevo ser al nacer.

La inmadurez neurológica, la gran plasticidad del sistema nervioso y la existencia de un tardío periodo crítico, son las características psicobiológicas que van a conferir al neonato un largo período de aprendizaje, imprescindible para la adquisición de la conducta que nos caracteriza. Sin embargo, este aprendizaje presenta unas características diferentes a lo que se entiende como tal. Si la maduración cerebral depende en gran parte de la influencia medioambiental, más que aprendizaje deberíamos de hablar de estructuración neurológica funcional, por lo menos en las áreas de asociación terciarias, donde van a residir las funciones cognitivas que más nos caracterizan. Este es el fundamento psicobiológico de la Arqueología cognitiva (Estructuralismo funcional), el cual permite analizar la conducta humana con unas característica que limitan y encauzan los desarrollos cognitivos y conductuales de los diversos homínidos de nuestro linaje. De estas características evolutivas del cerebro humano se deducen una serie de condiciones que pueden aplicarse al estudio de nuestra conducta en el paleolítico:

- La evolución biológica nos va dotando de unas capacidades funcionales innatas (capacidades cognitivas elementales o básicas) de origen evolutivo como son la memoria, funciones ejecutivas (memoria de trabajo, planificación, flexibilidad, monitorización e inhibición) atención, motivación, creatividad, razonamiento, percepción, etc. Su repercusión en la conducta no sólo depende de su potencialidad efectiva, sino del desarrollo de las mismas (desarrollo cognitivo).

- Cuando la evolución neurológica sea adecuada y las características ambientales adquieran el nivel suficiente puede producirse la manifestación de nuevas capacidades de naturaleza sociocultural, las cuales sólo existían como potencialidad. Son las capacidades cognitivas emergentes o superiores (p. e. la conducta simbólica, la autoconciencia, lenguaje, escritura, etc.). Para este desarrollo cognitivo emergente es necesario alcanzar unos determinados niveles de desarrollo demográfico, socioeconómico y tecnológico (Vygotsky 1979; Tomasello 2007; Ardila y Ostrosky-Solís 2008; Malafouris 2008; Renfrew 2008).

- Cualquier acción individual o social incluye un componente emocional (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008), el cual tiene una importante base innata. Por tanto las capacidades cognitivas tienen un carácter racional y emocional, estando íntimamente interrelacionadas.

- La existencia de un lenguaje (primera conducta simbólica) es condición necesaria, aunque no suficiente, para la formación, desarrollo y transmisión de todas las conductas simbólicas.

- Los conceptos que van a configurar la conducta humana en todos sus niveles deben adquirirse de la observación del medio ambiente en el que viven. Su realización se produce de la propia naturaleza, de las características sociales de los grupos humanos, del acervo cultural que se pueda transmitir de generación en generación y de las propias conclusiones que, partiendo de los anteriores presupuestos, pudieron adquirir los humanos de ese periodo. En este aspecto destaca sobre todo el lenguaje, al que hay que añadir cualquier otro soporte de información (manifestaciones gráficas, ritos, mitos, escritura, etc.).

- El desarrollo socioeconómico y demográfico de cada población es fundamental para su diferenciación social e individual (autoconciencia reflexiva). A su vez, el desarrollo de la autoconciencia (social, personal socializada, personal independiente) conlleva al desarrollo tecnológico y simbólico de las poblaciones que logren alcanzar un nivel adecuado, pudiendo establecerse una correlación entre ambos procesos. El desarrollo cognitivo siempre estaría ligado al desarrollo demográfico, social, cultural y lingüístico.

- Las características medioambientales (demográficas, socioeconómicas, tecnológicas, etc.) siempre son diferentes en cada tiempo y lugar. El global desarrollo histórico de la evolución cultural, cognitiva y simbólica es un continuum con aspecto de heterogeneidad temporal y espacial. En este continuum se producen diversos estados intermedios, pues depende de varios factores interconectados (capacidades y desarrollo cognitivos, lenguaje previo, medioambiente sociocultural, etc.). De ellos podemos tener conciencia de su existencia, pero no de sus precisas características.

- La evolución cultural y simbólica es acumulativa, pues en su desarrollo utiliza anteriores conceptos (simbólicos o no) más elementales, pero imprescindibles para toda evolución cultural. Para su logro es necesario estabilidad demográfica que facilite su perduración, transmisión generacional y progreso.

- Los componentes básicos de la conducta simbólica humana que constituyen su evolución cultural y cognitiva son la individualidad social y personal o autoconciencia (adornos, presencia de pinturas, arte, etc.), y los conceptos del tiempo (conducta mediada por procesos temporales) y del espacio (conducta dependiente del factor geográfico). Todos estos conceptos tienen un desarrollo heterogéneo en el tiempo y en el espacio.

- El desarrollo cultural y cognitivo humano sólo pueden conocerse por medio de los datos que nos aportan los yacimientos arqueológicos, que son un reflejo de su conducta. Si con el tiempo y nuevos descubrimientos se producen cambios sustanciales en los datos a interpretar, se procedería a realizar una nueva interpretación de los mismos con los premisas de la Arqueología cognitiva.


Con estas características es fácil deducir la clave de la gran capacidad de adaptación humana a todos los ambientes de nuestro planeta. Genéticamente se basa en la acción del gen ARHGAP11B que produce un aumento cortical indiferenciado. A su vez, esta indiferenciación permite que su estructuración funcional se realice en función de las características del medio ambiente en el que se nace, con independencia de sus características ambientales, sociales, demográficas, etc. Al nacer y vivir en ese ambiente, el niño lo hace suyo y puede desarrollar su actividad humana con la normalidad del que siempre ha vivido en esas condiciones, sin echar en falta otras cualidades medioambientales existentes en otros lugares.


* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8 (1), pp. 1-21.
* Flórez, J. et al. (1999): Genes, cultura y mente: una reflexión multidisciplinar sobre la naturaleza humana en la década del cerebro. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. Santander.
* Malafouris, L. (2008): Between brains, bodies and things: tectonoetic awareness and the extended self. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp.1993-2002.
Marta Florio, Mareike Albert, Elena Taverna, Takashi Namba, Holger Brandl, Eric Lewitus, Christiane Haffner, Alex Sykes, Fong Kuan Wong, Jula Peters, Elaine Guhr, Sylvia Klemroth, Kay Prüfer, Janet Kelso, Ronald Naumann, Ina Nüsslein, Andreas Dahl, Robert Lachmann, Svante Pääbo, and Wieland B. Huttner (2015): “Human-specific gene ARHGAP11B promotes basal progenitor amplification and neocortex expansion”. Science, 347 (6229): 1465-1470.
* Rakic, P. (1988): “Specification of cerebral cortical areas”. Science, 241: 170-6.
* Rakic, P. (1990): “Principles of neural migration”. Experientia 46: 882-891.
* Rakic, P. (1995): “Evolution of neocortical parcellation: the perspective from experimental neuroembryology”. En Origins of the human brain. Changeux, J. P. y Chavaillon J. (Eds.). Clarendon Press. Oxford.
* Renfrew, C. (2008): “Neuroscience, evolution and thesapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047.
* Tomasello, M. (2007): Los orígenes culturales de la cognición humana. Buenos Aires. Amorrortu.
* Vygotsky, L. S. (1920): El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. 1979. Barcelona.