miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Agricultura anterior al Neolítico?

El desarrollo cultural humano parece que estaría bien delimitado en función de los datos arqueológicos que se obtienen de los yacimientos conocidos. Sin embargo, todos somos conscientes de la parquedad de los mismos, sobre todo cuanto más nos retraigamos en el tiempo. Esta es la causa de que de vez en cuando aparezcan nuevas informaciones sobre aspectos determinados de nuestro desarrollo cultural que parecen romper el modelo, estructurado en el siglo pasado, que recoge el progreso de la Humanidad en todos sus quehaceres. El Neolítico, o periodo caracterizado por el uso de la agricultura y ganadería, comenzó en diversos lugares y fechas con estas prácticas que se acompañaron del sedentarismo y el desarrollo de importantes adelantos tecnológicos (cerámica, pulimento de la piedra, cestería, etc.). Aunque de algunos de estos adelantos ya se tenían antecedentes dentro del Paleolítico, del uso de las plantas y animales dentro de los conceptos de domesticación de su producción no se conocían ningún antecedente. Actualmente se asume que los avances culturales pudieron tener diversos focos de origen en periodos más o menos aproximados pero en lugares muy separados entre sí. Conocemos información sobre seis regiones “nuclerares” (Menéndez, Jimeno y Fernández, 2011):

Cebada silvestre (Hordeum spontaneum)
- Próximo Oriente, entre Mesopotamia y Líbano-Israel con centeno e higos (aprox. 9000 a.C.) y trigo y cebada (8000 a.C.). Ovicápridos (8000 a.C.), bóvidos y cerdo (6000 a.C.).
- Oasis del Sahara,  con bóvidos y tal vez ovicápridos (8000-3000 a.C.) y del Sahel africano con mijo, sorgo y ñame (1000 a.C.).
- El norte de China con mijo, arroz, cerdo y perro (6000 a.C.).
- El sureste asiático con arroz, taro y gallina (6000 a.C.).
- Mesoamérica con maíz, judías y calabaza (6000 a.C.).
- Noroeste de Sudamérica con patata, mandioca y cacahuete, llama y alpaca (7000 a.C.).

Como puede apreciarse las fechas las plantas y animales domesticados y los lugares son muy diversos, pero en general parecen producirse en un periodo no más antiguo de los 9000 a.C. Como suele pasar en arqueología nuevos descubrimientos parecen cambiar el panorama del desarrollo cultural, pero en realidad solo lo matizan, aunque hay que comprender la naturaleza cognitiva de sus creadores.

El descubrimiento arqueológico

Un grupo multidisciplinar que aglutina arqueólogos, botánicos y ecologistas de las universidades israelíes de Bar-Ilán, Haifa y Tel Aviv, en colaboración con Harvard (EE.UU) han encontrado un cultivo de cereales de hace 23 mil años. Se trata de restos de cebada y trigo con una antigüedad de 23 mil años en un asentamiento de cazadores-recolectores, con signos de que se había comenzado a cultivarlo. El emplazamiento donde se localizaron se conoce como Ohalo II, un enclave de cazadores, pescadores y recolectores que vivieron en la costa del lago Kineret (Genesaret) o Mar de Galilea (norte de Israel). En el yacimiento se han encontrado seis chozas, una tumba, restos bien conservados de animales y plantas, así como collares de perlas del Mediterráneo y diversos utensilios de piedra. En este yacimiento se han encontrado diversos datos que hacen referencia, directa o indirectamente, a un posible cultivo de cereales (trigo y cebada).

Restos de una cabaña de broza en Ohalo II,
junto al lago de Tiberíades © S. Mithen.
1.- Se ha encontrado una cantidad de trigo y cebada que superan en mucho a la esperada para un crecimiento de tipo salvaje. Un 40 por ciento de restos de plantas son más ásperos que las salvajes, que suelen ser más blandas, lo que significa que genéticamente hubo alguna modificación. Este dato demostraría que hubo un plantado y cultivo de cereales en esta comunidad antigua, y que pudo prolongarse durante algunos años.

2.- Se vio un mayor volumen del esperado de proto-rastrojos, es decir, de plantas que proliferan junto a las cosechas, y que sólo se empezaron a conocer en cultivos mucho más modernos. Como mucho unos 11000 B.P., fecha que tradicionalmente es aceptada como del inicio de la agricultura.

3.- Las herramientas encontradas en la zona muestran la existencia de hoces y raspadores de sílex, similares a los utensilios empleados para cortar y cosechar cereales, siendo los más antiguos de este tipo jamás hallados. Igualmente, en un valle cercano se encontró una herramienta rudimentaria para moler cereal, así como piedras aplastadas con zonas quemadas sobre las que pudo cocerse una masa primigenia de pan, similar a la pita.

4.- Otro aspecto que refuerza aún más la conclusión del estudio son los cerca de 150.000 restos de plantas que se encontraron en algunos habitáculos, lo que muestra que los pobladores del enclave llegaron a reunir más de 140 especies de plantas del entorno. Entre estas muestras se identificaron cereales comestibles como cebada y avena silvestres mezcladas con 13 especies de proto-rastrojos o ancestros de las malas hierbas que siempre florecen junto a los cultivos, lo que indicaría que se mezclaban con la cosecha de forma no intencional.

Todos estos datos arqueológicos nos indican la existencia de un claro intento de cultivo de cereales, pero parece que no fue una práctica que se prolongara en el tiempo, ya que no hay evidencias arqueológicas de una continuidad, y solo después de 10.000 años se volvió a comenzar con el éxito de continuidad que la arqueología nos muestra.

Comentario dentro de la Arqueología cognitiva

La arqueología siempre ha tratado de establecer el cuándo y el dónde de los avances culturales, así como quien fue el responsable de los mismos. Pero siempre han existido importantes problemas cuando ha tratado de comprender los aspectos del cómo y el porqué de su producción en ese momento y lugar. En este contexto muchos autores opinan que las teorías acerca de las capacidades cognitivas sobre la base de filiación taxonómica, no deben tener un papel a priori. Por tanto, las herramientas clave serían la arqueología, los estudios paleoambientales, modelamientos climáticos y los métodos de integración de los resultados de estas disciplinas. Así, la principal fuerza impulsora en este último escenario es a largo plazo la variabilidad climática y del medio ambiente y su efecto en la dinámica de la población (d’Errico y Stringer, 2011).

Sin embargo, recientemente algunos arqueólogos han propuesto que más que una adaptación medioambiental, la causa del desarrollo cultural se debe al aumento y desarrollo de la flexibilidad conductual (Kandel et al. 2015), la cual es consecuencia del desarrollo cognitivo de sus creadores.

El estudio de la cognición humana y de su consecuente conducta no puede realizarse sin conocer la funcionalidad cerebral, tanto neurológica como psicológica. En este contexto, el lenguaje adquiere un papel predominante, tanto que sin él la humanidad no hubiera podido alcanzar este desarrollo cultural y simbólico. Es decir, el desarrollo de las capacidades cognitivas (racionales y emocionales) por medio del lenguaje, el acervo cultural, la tecnología, motivación, sociabilidad, desarrollo e interacción demográfica, y las características medioambientales, interactuando continuamente, son las que vas a ofrecer ese aspecto de heterogeneidad espacial y temporal en el desarrollo conductual que vemos en el registro arqueológico.

El desarrollo sociocultural humano se distingue por su irregularidad temporal y espacial, proceso que concuerda perfectamente con las fechas y lugares de inicio de las conductas relacionadas con la agricultura y ganadería que se indicó al principio. Es muy frecuente que, con cierta anterioridad a logros culturales, se conozcan algunos antecedentes, más o menos desarrollados, que parecen indicar ciertos pródromos de lo que más tarde se producirá. Igualmente, estos antecedentes no significan que a partir de ellos se irían produciendo sucesivas modificaciones conductuales hasta alcanzar el nivel cultural desarrollado, sino que pueden desaparecer de ese lugar sin dejar ninguna continuidad. Este parece ser el caso de la precoz aparición de conductas agrícolas en cierta área geográfica del Próximo Oriente y su posterior desaparición. Las poblaciones de ese lugar y tiempo tenían la capacidad cognitiva suficiente como para desarrollar tales conductas agrarias, pero su desarrollo no dependía ya de cambios neuroanatómicos, sino del uso de sus propias facultades. Podemos destacar varias:

I. En su producción.
- Atención selectiva y aprendizaje de los procesos agrícolas que se producían de forma salvaje o natural en el medio en el que vivían. La recolección como método de vida obligaba a conocer qué plantas se podían comer, dónde estaban y cuándo se producían y estaban para su uso. Debían de conocer que del grano podría salir una nueva planta.
- Reflexividad conductual o conducta derivada de la interacción de los conocimientos adquiridos.
- Flexibilidad para la producción de los cambios conductuales, aceptando que los cambios pueden mejorar la vida.

II. En su mantenimiento.
- Compromiso social en la aceptación del cambio, con enseñanza generacional e intentos continuos de mejora (interés emocional).
- Mejor adaptación al medio, si los cambios traen mejoras ostensibles que puedan aumentar la supervivencia y el aumento de las poblaciones.
- Interacción social (positiva o negativa) dentro de la población (nueva organización social) y con otros grupos humanos (tensiones territoriales y/o comerciales).

Los tres últimos serían los responsables de la perduración, expansión o desaparición de tal conducta. En este sentido, y sin poder conocer la causa exacta de su desaparición, debieron de ejercer una notable influencia en el final de este precoz foco de agricultura.

- Ainit Snir, Dani Nadel, Iris Groman-Yaroslavski, Yoel Melamed, Marcelo Sternberg, Ofer Bar-Yosef y Ehud Weiss (2015): “The Origin of Cultivation and Proto-Weeds, Long Before Neolithic Farming”. PlosOne.
- Menéndez, M.; Jimeno, A, y Fernández, V. M. (2011): Diccionario de Prehistoria. Alianza. Madrid.
- Kandel, A. W.; Michael Bolus; Knut Bretzke; Angela A. Bruch; Miriam N. Haidle; Christine Hertler y  Michael Märker (2015): “Increasing Behavioral Flexibility? An Integrative Macro-Scale Approach to Understanding the Middle Stone Age of Southern Africa”. J. Archaeol Method Theory.