sábado, 21 de enero de 2017

Sobre las capacidades cognitivas del Neandertal


Piedra de Kaprina (Radovčić, et al. 2016).
De vez en cuando aparecen noticias que relacionan conductas simbólicas a poblaciones de neandertales. Tal es el caso de la publicación sobre una piedra caliza de especial aspecto encontrada en el yacimiento de Kaprina (Croacia) con una datación de 130000 BP. Los autores indican que se trata de otra nueva evidencia de que los neandertales eran capaces, por iniciativa propia, de incorporar objetos determinados y asignarles un significado simbólico que añadir a su cultura (Radovčić, et al. 2016). Ya hace dos años, el mismo grupo y en el mismo yacimiento, publicaron otro hallazgo con un posible simbolismo. Se trata de unas garras de águila con marcas de corte, que fueron señaladas como posibles adornos (Radovčić, 2015).
 
Garras de águila blanca de Kaprina Radovčić, 2015





Estos estudios, y otros tantos similares, nos indican que la controversia sobre las capacidades cognitivas del neandertal (simbolismo, lenguaje, conductas espirituales, creaciones gráficas, etc.) sigue vigente. Es curioso, a la vez que preocupante, que estas cuestiones continúen en la actualidad casi en el mismo punto que hace más de 40 años. La Arqueología, con sus tradicionales métodos y limitaciones, solo ha conseguido que gran parte de los prehistoriadores admitan, unos más que otros, que los neandertales fueron capaces de tener alguna forma de lenguaje y de crear conductas con cierto simbolismo. Llegado a este punto la ciencia arqueológica se para en una continua y estéril controversia, con alineamientos en uno u otro extremo. Hay que crear nuevos caminos que encaucen la discusión por rutas metodológicas más adecuadas, las cuales puedan avanzar más en tan arduo problema.

Por tanto, la relación cultural que pudo existir entre los neandertales y los humanos anatómicamente modernos (HAM) en Europa, y el desarrollo cognitivo que ambas poblaciones pudieron tener, plantea una gran controversia en la actualidad. Con este panorama surge una cuestión: ¿Por qué? En principio aparecen dos respuestas:

- La dificultad de conocer las características biológicas y culturales que pudieron tener cada una de estas poblaciones humanas. El estar discutiendo siempre lo mismo sobre si el simbolismo o el lenguaje pueden relacionarse con las poblaciones de neandertales, contando solo con los datos arqueológicos analizados bajo el prisma de la Arqueología tradicional, no nos ha llevado a ninguna conclusión bien documentada y que pueda ser asumida por la mayoría de los arqueólogos. 

- Falta de un método adecuado que nos permita estudiar con fundamento tales cuestiones. En ciertos medios académicos, muy pocos y la gran mayoría en el mundo anglosajón, han intentado desbloquear esta situación, desarrollando lo que actualmente conocemos como Arqueología cognitiva. Pero, como es lógico y evidente, tuvieron que ampliar mucho el campo de las disciplinas académicas que utilizar es este nuevo enfoque analítico.

Hay que analizar los datos disponibles bajo una perspectiva cognitiva, pues puede facilitarnos nuevos aspectos y una mejor base metodológica sobre su particular evolución cultural, así como las posibles causas que llevaron a la desaparición del Neandertal. Es decir, considerar a los humanos de todas las épocas entidades biológicas cuya conducta es la manifestación funcional de sus características psicobiológicas (evolutivas, neurológicas, psicológicas, lingüísticas, etc.). 

Sin embargo, tal necesidad prácticamente no existe en nuestros medios académicos, o se realiza de forma muy limitada. Esto nos lleva a otra cuestión: ¿Cual es la causa de esta indiferencia científica? La respuesta es múltiple, aunque no todas tengan igual trascendencia. Se pueden destacar las siguientes:

- La imposibilidad de adquirir una certeza absoluta en las conclusiones que alcancemos. El hecho de que sólo podamos obtener información de procesos indirectos, escasos y de difícil interpretación, son motivos suficientes para entender tal afirmación.

- La subjetividad que empleemos en el estudio de los escasos datos, pues siempre se nos presentan dos aspectos que lastran continuamente cualquier análisis: el efecto humano, pues los razonamientos que realizamos están elaborados subjetivamente; y el desconocimiento de las bases reales de la conducta (Criado Boado, 2006).

- El estudiar el comportamiento de aquellos que son diferentes a nosotros, sin conocer, aunque sea someramente, en qué radica tal diferencia, tanto de especies coetáneas (HN y HAM) o en diversas épocas evolutivas de nuestro Género. Toda interpretación que realicemos se hará bajo la información y métodos de las ciencias que apliquemos, por lo que cuanto mayor sea el número de ciencias relacionadas con la conducta humana, más posibilidades tenemos de disminuir la subjetividad. Así, cualquier conclusión que esté fundamentada en una serie de evidencias arqueológicas bien documentadas, que se expliquen con una metodología basada en un estudio interdisciplinar/transdisciplinar con suficiente poder explicativo como para formar una tesis razonada, puede ofrecernos un nivel de certeza aceptable. 

- La enorme dificultad académica que supone aceptar teorías y métodos de otras disciplinas muy ajenas a la Arqueología (p. e. Neurología y Psicología). En los métodos interdisciplinares se puede intentar que especialistas de estas ciencias trabajen todos juntos, pero su dificultad es enorme pues todos deben de conocer ciertos principios básicos de todas las ciencias que forman la interdisciplina, para intentar comprender el problema desde todos los puntos de vista. Pero, ni los arqueólogos conocen (ni les interesa a muchos) los fundamentos elementales de la cognición humana (lo que no es impedimento para que siempre estén hablando de las capacidades cognitivas humanas), ni los neurólogos y psicólogos tienen una mínima idea del desarrollo conductual del género Homo.


Los fundamentos generales del desarrollo cultural y cognitivo se basan en diversos factores:

- En las capacidades cognitivas de origen evolutivo, que posibiliten tal cambio. 
- En la existencia de un acervo cultural previo que pueda facilitar este desarrollo (tecnología, sociabilidad, alguna forma de lenguaje). 
- En las necesidades sociales y ambientales del grupo, que actuarán como estímulo o motivación consciente para superar los problemas sociales y de supervivencia del momento. 



En este sentido, la conducta simbólica nace de la propia interacción social, entre los mismos miembros del grupo y de estos con otros (Shennan, 2001), y del propio desarrollo socioeconómico de estas poblaciones (Hernando, 2002; Rivera, 2009), apareciendo nuevas necesidades que sólo pueden satisfacerse por medio del desarrollo de elementos de identificación social y/o personal. Por tanto, el simbolismo debe ir asociado a situaciones arqueológicas en las que se observe un aumento demográfico de las poblaciones que convivan en una determinada área geográfica; de cierto desarrollo socioeconómico y, por supuesto, de la existencia de las capacidades cognitivas que lo posibilitan. Estas ideas nos conducen a un lógico escalonamiento en la producción tecnológica y simbólica de estas poblaciones. Primero tendría lugar cierto desarrollo tecnológico (socioeconómico) que potenciaría, al mejorar la adaptabilidad, los aspectos demográficos y sociales; posibilitando la nueva tecnología sobre las materias primas orgánicas. Segundo, se produciría la necesidad de desarrollar cierto simbolismo que facilitase la nueva complejidad socioeconómica, es decir, de producir elementos socialmente diferenciadores (adornos). 

Conclusiones 

En definitiva, la conducta no depende sólo de las capacidades cognitivas que se posean, sino de su propio desarrollo cognitivo, lo que a su vez depende de las características medioambientales (sociales, demográficas, lingüísticas, tecnológicas, simbólicas, etc.). Este modelo psicobiológico, social y evolutivo nos lleva a admitir y explicar una serie de procesos que, sobre la evolución cultural humana, observamos en el registro arqueológico en Europa. 
Siempre hay que tener claro que la evolución nos ofrece con nuestro cerebro unas capacidades cognitivas de dos tipos:  

 - Con cierto carácter innato (capacidades cognitivas primarias): memoria, atención, percepción, algunas emociones, algún nivel de las funciones ejecutivas no bien analizadas.
- Con carácter potencial, es decir, que se desarrollan en función de las características medioambientales en las que se encuentren desde su nacimiento (simbolismo, lenguaje, autoconciencia, emociones autoconscientes, etc.). Su manifestación conductual entraría en lo que se entiende como desarrollo cognitivo o emergente

En todas las especies humanas hay cierto simbolismo (consciente o inconsciente), pero con grandes diferencias. Simbolismo es la representación de algo por otra cosa que no tenga relación directa pero socialmente sea conocida y admitida. El lenguaje es, sin duda, la primera conducta simbólica, aunque en principio se realizaría sin conciencia de la utilización simbólica de los sonidos (palabras) o gestos con significado conductual. 


En el caso que originó la entrada, los HN tuvieron cierta capacidad de simbolismo, así como un lenguaje. El problema es intentar conocer las diferencias que pudieron existir entre estas dos poblaciones humanas, tanto en sus aspectos racionales como emocionales. Su estudio no puede limitarse a simples exposiciones subjetivas de ciertos datos arqueológicos, hay que profundizar en la Arqueología cognitiva. Quien esté interesado en estos temas le invito a leer tres artículos que sobre él he publicado hace años:


 - Criado-Boado, F. (2006): “¿Se puede evitar la trampa de la subjetividad? Sobre arqueología e interpretación”. Complutum 17, p. 247-253.
- Hernando, A. (2002): Arqueología de la identidad. Akal. Móstoles (Madrid).
- Rivera, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal, Madrid.
- Shennan, S. (2001): “Demography and Cultural Innovation: A Model and Its Implications for the Emergence of Modern Human Culture”. Cambridge Archaeology Journal. 11, pp. 5-16.
- Radovčić, D.; Japundžić, D.; Oros Sršen, A.; Radovčić, J. y Frayer, D.W. (2016): “Une pierre intéressante du site de Krapina”. Comptes Rendus Palevol. DOI:10.1016/j.crpv
- Radovčić, D.; Oros Sršen, A.; Radovčić, J. y Frayer, D.W. (2015): “Evidence for Neandertal jewelry: Modified white-tailed eagle claws at Krapina”. PLoS ONE 3: e0119802.