El
inicio y desarrollo del lenguaje es un tema muy controvertido dentro de la
Arqueología, pues su estudio siempre ha carecido de un modelo de desarrollo
cognitivo que poder aplicar a los fósiles y conducta del género Homo. Analizar hechos y conductas de un
claro simbolismo sin una línea argumental (metodología) que nos guie en su
producción y desarrollo, la mayoría de las veces solo nos conduce a hipótesis
fundamentadas solo en las ideas del que las desarrolla. Tal apreciación ha sido
manifestada desde hace mucho tiempo, pero poco se ha realizado en su solución.
Dos autores de reconocido prestigio lo indican con diáfana claridad (Cela Conde
y Ayala, 2001: 489):
...cualquier propuesta
referente a la filogénesis del lenguaje humano tiene que resignarse a ser por
el momento especulativa. Pero cabe intentar, al menos, que la especulación se
sujete a las pruebas disponibles y se limite al mínimo imprescindible para
ofrecer un modelo coherente de la filogénesis de nuestra competencia
lingüística.
En
primer problema, y puede que el fundamental, reside en la propia concepción que
tenemos tanto del lenguaje humano como del desarrollo cognitivo de nuestro
género. Del primero se ha hablado mucho y casi siempre se ha identificado como
una capacidad propia de nuestro linaje, mediada por cambios genéticos que lo
posibilitaban y proporcionaba la ventaja evolutiva para su expansión biológica.
Pero el lenguaje humano es un complejo proceso neurológico, psicológico y
social que podría definirse así (Rivera, 2009):
Sería la transmisión voluntaria de todo
pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación
simbólico (en principio sonoro y/o gestual), con la intención de interferir en
la conciencia o atención del oyente, es decir, que sea recibido y comprendido
por aquellos a los que se dirige tal mensaje, con algún fin determinado (simple
información y/o la posibilidad de realizar tareas en común).
Si
seguimos tal definición vemos que existe una íntima relación entre el
pensamiento, lenguaje y conducta. Tal relación es una constante en
todos los periodos de nuestra historia, pues cada uno de estos procesos
cognitivos nos conduce inexorablemente a establecer una relación con los otros
dos. En este sentido, no parece lógico analizar el lenguaje con total
independencia, salvo en los asuntos de carácter meramente lingüísticos, donde
difícilmente se llegaría a alguna conclusión mínimamente aceptable dentro de
tal ámbito. Aunque durante el Paleolítico el nivel de desarrollo de cada uno de
ellos fuera elemental, no dejan de tener los mismos patrones de actuación que
en la actualidad. Por tanto, estamos obligados, en el estudio sobre el lenguaje
en la prehistoria, a tener presente la relación de estos tres procesos
cognitivos, pues:
- Hablamos
sobre lo que pensamos y hacemos.
- Hacemos lo
que pensamos, y de ello hablamos.
- Pensamos
sobre lo escuchado (lenguaje), observado y realizado (conducta).
El
pensamiento o actividad cognitiva cerebral es siempre el eje principal de todo
el proceso, siendo el origen de lo que hacemos y hablamos. La realización del lenguaje, por tener
componentes abstractos, depende de los procesos cognitivos más que de las
capacidades de fonación (Cela y Ayala, 2001), aunque su
simbolización sonora requiere ciertos condicionantes lingüísticos para que sea
efectivo.
Estos
componentes abstractos son los que nos van a servir para poder analizar el uso
y desarrollo del lenguaje en el Paleolítico. Corresponden a dos grupos de abstracciones
claves en el lenguaje y la conducta humana.
- El desplazamiento
cognitivo que permite la planificación de las acciones a realizar por
la sociedad fuera de los límites de la acción que ocurre aquí y ahora.
Su desarrollo facilita una mejor organización de la caza, el
almacenamiento de comida como medida previsora, conocer cuándo y por dónde
pueden transcurrir las manadas o los animales que pueden ser cazados. La
realización de estas conductas, basadas en este desplazamiento temporo /
espacial, va a constituir una forma de actuar típicamente actual y moderna,
suponiendo un enorme avance en la supervivencia de los seres humanos en los
ambientes hostiles de la prehistoria.
¿Qué tenemos que buscar en el registro arqueológico?
Como
es lógico, solamente podemos conocer aquellos aspectos del pensamiento que
produzcan una conducta observable en el registro arqueológico, pero al existir
una estrecha correspondencia entre estos tres procesos (conducta, pensamiento y
lenguaje), al conocer sólo la conducta, las conclusiones de los otros dos
(pensamiento y lenguaje) estarían limitadas por los logros alcanzados en el
primero. En este sentido, se ha intentado rastrear aquellas conductas que más
trascendencia han podido tener para nuestra especie, y que mejor han quedado
representadas en los yacimientos. En
teoría la respuesta no puede sernos difícil, ya que se limitaría a las
conductas que exijan, para su realización, la adquisición social de tales
conceptos (individualidad, tiempo y espacio). Su uso, ampliarían notablemente
las capacidades de pensamiento, lenguaje y, sin ninguna duda, la conducta de
sus poseedores. Sin embargo, esto no quiere decir que en el bagaje conceptual
de estos humanos no existieran otras concepciones abstractas, como ya se indicó
en el capítulo cuarto (negación, capacidad de mentir, etc.), sino que con los
medios actuales es imposible poder apreciar su existencia en la conducta de los
humanos de aquella época.
Por tanto, tenemos tres concepciones abstractas que buscar (individualidad
social y/o personal, y las conductas con aspectos temporales y espaciales), en
los medios donde exista alguna conexión con su producción o consecuencias. Los
principales son:
- Estudios del aparato fonológico, que nos indica la posibilidad
de poseer, de una forma muy genérica, un lenguaje articulado, aunque no su
realización efectiva en la conducta cotidiana.
- Análisis de los endomoldes que nos ofrecen la anatomía cerebral
de los homínidos. Nos muestran signos indirectos sobre el aumento de las
capacidades cognitivas y neurológicas que pueden dar lugar a esas conductas
específicas del ser humano, pero su existencia tampoco nos ofrece seguridad de
su realización cognitiva.
- La conducta arqueológica. Nos muestra la producción efectiva de
los cambios cognitivos y lingüísticos. Su análisis, por medio de la Arqueología
cognitiva, nos facilita la comprensión de tan complejo proceso, pues obliga a
relacionar los tres procesos (una base fonológica determinada, una evolución
neurológica adecuada y una conducta consecuente) con las particularidades del
medio ambiente cultural y físico. Así, el acervo cultural del grupo serviría de
base para todo posible desarrollo cultural, limitándolo en función de su propio
nivel de desarrollo. Igualmente, las características sociales, demográficas,
ambientales y temporales en las que se sitúa la población de ese determinado
yacimiento, indicaría las posibles causas o motivación necesaria para la producción
tal cambio conductual.
La adquisición de la individualidad
La
generación de la conciencia reflexiva o autoconciencia, que posibilita el
desarrollo e interiorización del concepto del yo (individualidad personal), sólo es posible
si se producen simultáneamente diversos procesos de distinta índole:
- La adquisición
evolutiva de las capacidades cognitivas que los sustentan.
- La existencia de una teoría de la
mente, es decir, la posesión de cierto conocimiento sobre la existencia de
una vida mental semejante a la nuestra en los otros componentes de la sociedad.
Es básica en la estructura
psicológica del ser humano, tanto en su faceta de individualización personal
como en el desarrollo social.
- El concepto de individualidad se produce
con la adquisición de la idea de diferencia social o individual entre diversos
grupos o componentes de los mismos, aunque no siempre tienen el mismo
significado.
- Además, para el desarrollo de la individualidad
personal es preciso la existencia de una sociedad con un mínimo de
complejidad cultural, tecnológica y social, que facilite la diferenciación
personal de sus componentes.
Por tanto, la autoconciencia es una capacidad cognitiva adquirida
gracias a las capacidades innatas del cerebro, que se desarrolla por medio de
una estimulación externa adecuada durante el periodo crítico de maduración
neurológica y, como ya vimos en la primera parte del libro, dentro de un
entorno social y cultural idóneo.
La
manifestación de su existencia se observa en aquellos elementos arqueológicos
que pueden ser representativos de tal cualidad. Surgen con la necesidad de elaboración de un simbolismo
diferencial por medio de la elección, socialmente compartida, de unos
elementos, utilitarios o no, que van a representar tal diferencia. Los útiles
líticos, que no son usados para los fines que se les suponen (herramientas o
armas), y por tanto carecen de huellas de uso o las presentan con formas
extrañas, pueden ser los receptores de las primeras formas de representación
social y/o individual para sus poseedores. Además, si se observa una tendencia
de perfección estilística e incluso a presentar tamaños que hacen dudar de su
utilidad como herramientas, aumentan más su posibilidad de ser elementos con
cierta representación conceptual o simbólica. Como es lógico, los elementos
simbólicos más claros serían los adornos y pinturas corporales. Estos, deben de
estar relacionados con el cuerpo y ser llevados en lugares bien visibles, pues
su fin principal es el de manifestar a los demás su diferente identidad
personal o social.
La acción en el tiempo y el
espacio
La ordenación de la realidad en el
espacio
y en el tiempo (desplazamiento) es el otro gran grupo de
conceptos abstractos que van a caracterizar al lenguaje moderno. Para una
óptima utilización
cultural de la realidad
viviente es necesario ordenarla, siendo los conceptos del espacio y del tiempo
los dos elementos básicos utilizados para describir y ordenar la acción (Elías,
1992: 98; Hernando, 1999). Al usarlos con un sentido abstracto, como si fueran
entidades reales que pueden manejarse sin estar presentes los objetos a los que
se aplica, la acción deja de estar sujeta a los criterios del aquí y ahora. No son realidades directamente observables en la naturaleza,
sino abstracciones que nuestra percepción deduce de la realidad a partir de los
hechos observados. Normalmente, sólo es posible apreciar en el registro
arqueológico una serie de conductas que han dejado su
huella, directa o indirectamente, y que serán las que podamos utilizar para
comprender la adquisición y desarrollo de tales conceptos. Su interpretación
nos ofrece siempre una visión de la realidad más sencilla de la que debieron de
tener sus productores, pues no siempre su conducta era capaz de dejar restos
observables. No obstante, al ocurrir por igual en todos los periodos, puede
servirnos para comprobar su progresivo aumento en su complejidad conductual y
lenguaje.
* El
espacio se objetiva con la referencia
a objetos fácilmente observables, inmóviles y permanentes,
características constantes en el territorio donde se realiza o puede realizarse
la acción (Elías, 1992: 98-99; Hernando, 1999). Podemos observar y valorar su
uso en las siguientes conductas:
-
Utilización de materias primas obtenidas localmente en las áreas de caza y
recolección, o fuera de su territorio logístico en lugares lejanos.
- Área
de caza y recolección sin ninguna estructuración, o la elaboración de
asentamientos ocasionales y estratégicos para un mejor aprovechamiento de la
zona.
- Desde
un hábitat sin distribución espacial, a la compartimentación del mismo para
usos específicos.
-
Utilización de los accidentes geográficos (pantanos, precipicios, trampas
naturales o elaboradas, etc.), para facilitar la obtención de animales.
-
Conocimiento de las migraciones de las manadas de herbívoros, zonas de paso y
lugares de abrevadero, para el uso de la caza habitual y estacional.
-
Adaptación a ecosistemas de clima más riguroso que la sabana africana.
* El tiempo se realiza con la referencia de sucesos móviles de
carácter no humano, pero con un tipo de movimiento recurrente (Elías, 1992:
98-99; Hernando, 1999). Podemos apreciar las siguientes conductas relacionadas
con su desarrollo:
- Desde
el consumo de la comida o la manufactura del material lítico sólo para ese
momento, hasta su utilización en periodos muy posteriores. Destacan cualquier
forma de almacenaje, tanto de materias primas para futuras fabricaciones de
herramientas como de alimentos de cualquier tipo (cestos, silos, áreas
determinadas del hábitat).
-
Cualquier tipo de método de conservación de los alimentos (frío, salazón,
lugares adecuados, etc.).
- Caza
estacional en unión con el concepto espacial.
- Uso
de asentamientos ocasionales y estratégicos para una mejor utilización del
área, en unión con la idea del espacio.
Niveles evolutivos
del lenguaje.
Es
posible establecer una evolución temporal del lenguaje en función de la
incorporación progresiva de los diversos conceptos simbólicos que se vayan
adquiriendo (individualidad social e individual, concepción del tiempo y del
espacio). En este sentido, el filósofo Karl R. Popper y el neurofisiólogo y
Premio Nobel de Medicina en 1963, John C. Eccles (1993), establecieron cuatro
grados de complejidad lingüística en función de los aspectos simbólicos que
caracterizan al lenguaje, los cuales se han reestructurado en siete para una
mejor exposición de su desarrollo en el tiempo.
I. - Nivel expresivo o sintomático. Se basa
en la expresión del estado de ánimo interno, emoción o sensaciones,
correspondiendo con voces, gritos, exclamaciones, etc. No existe ningún tipo de
individualidad ni desplazamiento.
II. - Nivel desencadenante o de
señalización. Donde se intenta por primera vez
comunicar algo a otro ser (alarmas, existencia de comida, etc.).
III. - Nivel descriptivo concreto. Básicamente es el uso de un elemental lenguaje en el que se suman
las características de los dos anteriores. Un ejemplo de lenguaje con estos dos
niveles estaría en las comunidades de primates. Sería sin desplazamiento, alcanzando
el concepto del espacio con un grado circunscrito, con cierta idea de territorialidad existente en muchas
comunidades de animales, mientras que la acción siempre se realizaría dentro
del concepto de lo inmediato. De esta forma de comunicación parece desprenderse
cierto inicio de una individualidad social sin elementos
simbólicos (los miembros del grupo conocen quién pertenece o no a él, con
consecuencias conductuales muy bien definidas).
IV. - Nivel descriptivo con desplazamiento
en elaboración. En el cual se pretenden comunicar hechos
sociales y personales cada vez más amplios y complejos. Se asocia ya con los
primeros indicios del uso complejo del tiempo y del espacio, es decir, desplazamiento
en elaboración pero en sus grados más sencillos. Tendríamos un uso del
tiempo y del espacio con cierto desarrollo, pero no de forma generalizada.
Aunque no exista forma de conocerlo, es muy posible que en este período sea
cuando comienza a relacionarse unos sonidos o gestos con una serie de objetos
de unas características comunes, que pueden agruparse como ideas abstractas
(árbol, piedra, etc.), lo que puede considerarse como el inicio del simbolismo
humano, aunque no esté representado. Se mantiene o incrementa el concepto de
grupo o individualidad social, aunque aún sin elementos simbólicos que
lo represente.
V. - Nivel descriptivo con desplazamiento
elaborado. Pueden aparecer con claridad conductas
con desplazamiento
elaborado (uso abstracto de los conceptos del tiempo y del espacio) al
hablar de hechos que no están ocurriendo en ese lugar ni en ese momento,
desarrollándose con formas más amplias, aunque tampoco estaría totalmente
generalizado.
La
manifestación de la individualidad social puede simbolizarse por medio de ciertos
adornos y pinturas corporales, aunque no de una forma generalizada. En
determinados lugares, donde exista una gran interacción social y estabilización
económica, puede iniciarse la individualización personal por parte
de algunos elementos del grupo con mayor diferenciación tecnológica o social.
Su diferenciación con la social es muy difícil de establecer, sobre todo en los
tiempos más primitivos, pues sus señalizaciones tienden a confundirse al ser
similares o incluso iguales.
VI. -
Nivel argumentativo. Donde se establece la discusión crítica y razonada sobre
las vivencias ocurridas, siendo preciso para su realización el desarrollo de la
individualidad
social y personal con representación simbólica. En este momento el
lenguaje y pensamiento trabajan sobre hechos totalmente abstractos y
simbólicos, produciéndose el fenómeno del desplazamiento elaborado de una
forma generalizada con los grados de amplio en el tiempo y lejano
en espacio. También es ahora cuando se desarrollan conceptos de un matiz
simbólico y que no tienen presencia real en la naturaleza, tales como los
conceptos de religión, arte, magia. etc.
VII. - Nivel argumentativo y metafórico. Se inicia con la aparición de la escritura o las representaciones
gráficas del simbolismo del lenguaje. Produce un mayor desarrollo del
desplazamiento con posibilidad de llegar a los niveles históricos.
Este
sentido evolutivo implica que, durante todo el desarrollo de nuestro linaje, siempre
existió una forma de lenguaje, aunque de complejidad muy diferente. Por
tanto, al hablar de lenguaje se debe matizar las características del mismo,
indicando el nivel lingüístico alcanzado en sus tres componentes básicos.
- CELA CONDE, C. J. y AYALA, F. J. (2001): Senderos
de la evolución humana. Alianza. Madrid
- ELÍAS, N. (1992): Time: An Essay. Basil
Blackwell. London.
- HERNANDO, A.
(1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción
de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos. Trabajos de Prehistoria, 56 (2): 19-35.
- POPPER, K. y ECCLES, J.
(1993): El yo y
su cerebro. Labor. Barcelona.
- RIVERA,
A. (2009): Arqueología del lenguaje.
Akal. Madrid